miércoles, 13 de abril de 2011

Desilusión

Los momentos de mayor desilusión te llegan cuando confías que alguien actuará una manera y hace lo contrario. Esa amiga que te falló cuando más la necesitabas. Ese jefe que te hizo una mala jugada. Ese ser querido que te estaba engañando y de pronto lo descubres. Ese amigo en quien habías depositado tu confianza y luego te traiciona.

Desilusionarte de las personas es inevitable y es consecuencia de esperar demasiado de ellas. Confiar en que alguien jamás te fallará es un error; ya que el ser humano no es perfecto, perfecto solamente es Dios. El salmista decía “Mejor es confiar en Jehová Que confiar en el hombre. Mejor es confiar en Jehová Que confiar en príncipes” (Salmos 118:8,9).

Asegúrate que tu confianza esté puesta únicamente en Dios. Ahora, es preciso que entiendas bien lo que la Palabra de Dios enseña, no se trata de asumir una actitud cerrada de desconfianza ante las personas. ¡No es que te debas convertirte en escéptica, que tomes la actitud de cuestionar o poner en duda todo, que no creas en nadie y te aísles sin relacionarte con con los demás para no ser herida!

Lamentablemente, esa es la actitud que toman muchas mujeres después de haber sido desilusionadas. ¡Pero no se trata de eso!

Cuando la Palabra de Dios dice que no debes confiar en las personas, lo que está diciendo es que no debes hacer descansar tu felicidad en la gente, porque tu nivel de satisfacción y gozo y éxito no depende de otras personas, sino, depende de Dios.

No debes prolongar tu sufrimiento por lo que otros te hacen o dejan de hacer, porque finalmente tu recompensa está en las manos de Dios.

Si estás al frente de la desilusión y la desesperanza en tu vida, debes saber que Dios está contigo y que Él tiene Sus preciosas manos los hilos de la historia y es quien controla todo lo que te pasa, nada escapa a su dominio.

Pídele a Dios que te ayude a discernir Su verdad en cuanto a lo que estás experimentando. Pídele al Señor que reine en esa situación, en lugar que reinen tus sentimientos.

Es fácil que te dejes llevar por el enojo o el dolor, que caigas en los brazos de la amargura y el resentimiento, pero mucha más recompensa trae correr a los brazos de tu Padre Celestial para que Él te pueda abrazar, consolar y sostener para que encuentres la bendición del Señor en cada situación. Dios ha prometido que Él tomará todas tus heridas emocionales si se las entregas dejándolas ir; Él hará algo bueno de ellas y las usará para tu bien.

¡NO IMPORTA LA DESILUSIÓN QUE ESTÉS VIVIENDO, LO QUE IMPORTA ES QUE LA DEJES IR!

Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, Que hizo los cielos y la tierra. (Salmos 121:1-2, RV60).

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