El amor a Dios es una de las principales cosas que nos acerca a Él, podríamos decir que es el principio fundamental de nuestra relación con Dios. Y es lo que nos lleva a encontrarnos, comunicarnos, y unirnos a Él en la última y más grande victoria que un cristiano pueda lograr, meta que no puede ser alcanzada sin amor a Él.
Lo cual no significa de ninguna manera que debemos comenzar a exigirnos unos a otros que amemos a Dios ya que esto debe surgir espontáneamente de nuestra conversión al evangelio de salvación, lo que nos lleva a esforzarnos conscientemente por lograr la madurez espiritual, recibiendo enseñanzas, y trabajando por el bien de la obra Dios, aprendiendo a amar a las personas y a todo lo relacionado con el Señor, tomando cada cosa con seriedad, y no como aquellos que se sumergen en un ambiente religioso donde solamente adquieren ideas de un mundo lleno de demonios y brujos.
Entonces, ¿qué es lo debemos hacer sabiendo que Dios existe?
Primero, debemos asumir Su existencia como una realidad, y asumirlo como nuestra meta final; y segundo, debemos esforzarnos por perfeccionarnos cumpliendo Su voluntad: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” Mateo 5:48, lo que incluye la transformación a través del conocimiento de Su voluntad para nosotros, desarrollando las cualidades que el Señor ha puesto en cada uno, y la luchando contra las que tratan de apartarnos del camino, y sobre todo sirviendo con amor a la obra, lo que ayudará en todo lo bueno, facilitando nuestras vidas terrenales y nuestro crecimiento espiritual.
1 Timoteo 6:12-19 “Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos. Te mando delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Jesucristo, que dio testimonio de la buena profesión delante de Poncio Pilato, que guardes el mandamiento sin mácula ni reprensión, hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo, la cual a su tiempo mostrará el bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio sempiterno. Amén. A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna”.
El amor a Dios comienza en el corazón, y debe ser algo que siempre vaya creciendo en la vida cristiana. Eso significa hacerle nuestra prioridad y la meta en la vida, y eso es lo que nos lleva a pensar en Él cuando despertamos, nos lleva a orar, y a buscar Su presencia a cada momento o frente a cada decisión que debemos tomar durante el día; cuando Dios ocupa el primer lugar en tu vida, todo en ella se mueve alrededor de Él en un orden perfecto.
Es necesario comprender que para gozar de la vida eterna no es suficiente creer que Dios existe, sino que es necesario amarlo y demostrar ese amor con obras, esforzándonos por cumplir la voluntad del Señor.
Si no amamos a Dios en esta vida es imposible unirnos a Él en la eternidad, pues el hombre que muere sin amar a Dios, o sea, sin arrepentirse de su pecado, ha hecho su propia elección, conscientemente, rechazó la invitación que Dios le ofrecía.
Lo primero es conocer todo lo que podamos sobre Dios porque es imposible llegar a amar lo que no se conoce, y esa es la razón por la cual nosotros estudiamos las cosas de Dios ya que son parte de nuestro esfuerzo por mejorar nuestro amor por Él, para que pueda crecer y fructificar, pues el termómetro infalible para medir nuestro amor por Dios, y es hacer lo que a Él le agrada, lo que le gustaría que hiciéramos, y ser como quisiera que fuéramos, por lo que hay una sola forma de mostrar nuestro amor a Dios, y es hacer lo que Él quiere que hagamos, siendo la clase de persona que Él dispuso que fuéramos, y no que sea solo una declaración.
Dios nos ha creado para conocerlo, amarlo y servirlo en esta vida, pero el amor no se da sin conocimiento, como tampoco es amor verdadero el que no se traduce en obras, haciendo lo que el Señor nos ha establecido como propósito.
Y por eso es que no se ha limitado a ponernos un instructivo en las manos como es la Biblia, y nos dejó que nos arreglemos interpretando como mejor podamos, sino que dejó al Espíritu Santo que permanece en los corazones de aquellos que aman a Dios para enseñarnos y guiarnos, de manera que sea el cuerpo de Cristo, la iglesia, quien continúe la misión salvadora, mostrando el Camino de la verdad, por todos los siglos y en todas las partes.
Amar a Dios es un proceso
Amar a Dios es un proceso de dejar de amar las cosas que nos rodean para enamorarnos de Él, y nuestro amor crece en la medida que maduramos, e incrementamos la fe pues comenzamos el día hablando palabras de fe, y programamos el día bajo su guía, y entonces obedeces a Dios porque lo amas; le dedicas tiempo a orar y leer la Biblia porque es tu prioridad y porque sabes que vale la pena tu dedicación.
El Señor nos ha demostrado su amor de muchas maneras, nos ha dado un hogar y toda la creación que lo rodea donde hay abundancia, y la máxima demostración fue que envió a su Hijo a la tierra, permitiendo que sufriera y muriera por nosotros:
“porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” Juan 3:16
Con lo cual tenemos la esperanza de un precioso futuro todos aquellos que en Él creemos, como también nos ha dado la oración, la que nos permite comunicarnos libremente con Él
Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos. “Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe” 1 Juan 5:2-4, “entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” Mateo 7:13-14.
Es decir que demostramos que amamos a Dios cuando obedecemos sus mandamientos y los ponemos en práctica, y esto no es muy difícil, pues sus leyes no son una carga:
“Así ha dicho Jehová, Redentor tuyo, el Santo de Israel: Yo soy Jehová Dios tuyo, que te enseña provechosamente, que te encamina por el camino que debes seguir. ¡Oh, si hubieras atendido a mis mandamientos! Fuera entonces tu paz como un río, y tu justicia como las ondas del mar. Fuera como la arena tu descendencia, y los renuevos de tus entrañas como los granos de arena; nunca su nombre sería cortado, ni raído de mi presencia” Isaías 48:17- 19
Entonces es una pena que no todos los cristianos tengan esa actitud, el Señor curó a diez leprosos, pero solo uno volvió a Él para darle las gracias, Lucas 17:12-17.
El amor a Jehová es como un fuego, cuando esta encendido quema, pero hay que alimentarlo para que no se apague, amando verdaderamente a Dios, ¿quién dejaría que las llamas se fueran apagando poco a poco?.
Jesús quería que quienes le seguían mantuvieran muy vivo su amor al Padre y por la Palabra de verdad, “y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?” Lucas 24:32, cuando vamos aprendiendo lo que enseña la Biblia es cuando sentimos que arde el corazón lleno de amor a Dios; lo difícil es mantener vivo ese amor y lograr que crezca sin apartar los ojos del mundo, ya que “por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” Mateo 24:12-13.
Y otra manera de mantener vivo el amor a Dios es orando con regularidad, como dice el Señor: “Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. No apaguéis al Espíritu. No menospreciéis las profecías” 1 Tesalonicenses 5:17-20, nuestra relación con Dios seguirá viva si le hablamos constantemente y sin hacer oraciones mecánicas repitiendo siempre lo mismo sin pensar en lo que decimos pues así será más fácil que permanezcamos en el amor de Dios.
El estudio de la Palabra y la oración son formas personales de adorar a Dios, pero hablar del Señor y sus propósitos a otros es el mejor trabajo que hay, Pablo dijo que predicar era un tesoro:
“pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros” 2 Corintios 4:7
Ya que cuando predicamos, ayudamos a las personas a acercarse a nuestro Padre celestial y a entrar en el camino que lleva a la vida eterna. Además, dar testimonio de Dios y Su Palabra, hace crecer nuestra propia fe y nuestro amor a Dios, quien valora el esfuerzo que hacemos:
“porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún. Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza, a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas” Hebreos 6:10-12
Es decir que mantenernos activos en la obra nos ayuda a permanecer en el amor de Dios, “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” 1 Corintios 15:58.