Quisiera compartir acerca del hecho de que toda la obra cristiana depende de la bendición de Dios. Podemos ser fieles y diligentes, y aun así no ver ni la bendición ni el fruto de nuestra labor. Podemos usar nuestra fe creyendo que verdaderamente Dios puede hacer algo, e incluso orar para que El obre, pero si El no nos bendice, todo será en vano. Todos los que servimos al Señor, anhelamos la bendición de Dios, porque si El no nos bendice, nuestra fidelidad, diligencia, fe y oraciones son inútiles. La bendición de Dios produce fruto aun cuando aparentemente estemos equivocados o sin esperanzas. Por lo tanto, todas las dificultades se suscitan cuando falta la bendición de Dios.
Quisiera que viésemos el caso de la multiplicación de los cinco panes (Mr. 6:35-44; 8:1-9) en relación con la bendición de Dios. La alimentación que podamos dar a otros no depende de la cantidad de panes que tengamos, sino de la bendición de Dios. Si tuviéramos más de cien panes, no serían suficientes para alimentar a cuatro o cinco mil personas, porque este asunto no depende de los recursos disponibles. Tenemos que darnos cuenta de que no se trata de cuánto podamos sacar de nuestro depósito, ni de cuán grande sea nuestro don, ni tampoco de cuánto poder tengamos. Llegará el día cuando diremos: "Señor, todo depende de Tu bendición". Esto es muy importante. ¿Cuánta bendición nos ha dado el Señor? No importa cuántos panes haya, porque en realidad es la bendición del Señor la que alimenta y da vida.
Hay un asunto que inquieta mi corazón: ¿Apreciamos realmente la bendición de Dios? Esta es una pregunta básica relacionada con la obra. Quizás ahora ni siquiera tengamos cinco panes, a pesar de que la necesidad actual posiblemente sea mayor que la de las cuatro o cinco mil personas. Temo que nosotros tengamos menos reserva ahora que la que tenían los apóstoles, a pesar de que la necesidad de hoy es mucho mayor que la que había en aquel tiempo.
El día llegará cuando se hará manifiesto que nuestro propio depósito, nuestra fuente, nuestro poder, nuestra labor y nuestra fidelidad son inútiles. Hermanos, el futuro nos depara mucho desánimo si no vemos que solos no podemos hacer nada.
Debemos observar que en los evangelios el Señor Jesús primero alimentó a cinco mil personas y luego a cuatro mil. ¿Por qué hace El estos dos milagros tan similares? Esto se debe a que esta lección no es fácil de aprender. Muchas personas, en lugar de mirar la bendición de Dios, miran los panes que tienen en sus manos. Lamentablemente, los panes que tenemos en nuestras manos son muy pocos. Aún así, seguimos dependiendo de ellos, y esto hace que la obra se vuelva pesada y difícil de realizar. Me consuelan las palabras que un hermano dijo hace cien años: "Cuando el Señor desea hacer un milagro pequeño, me pone en una situación difícil; pero cuando quiere hacer un gran milagro, me pone en una situación imposible". Nuestra situación es difícil, incluso imposible. Muchas veces es verdaderamente difícil y nosotros, como el niño de la parábola, sólo tenemos unos pocos panes. Lo único que nos queda por hacer es esperar que suceda un milagro, y ese milagro consiste en que el propio Señor tome los panes y los bendiga.
Hermanos, los milagros se originan y se basan en la bendición del Señor, la cual multiplica los panes y cambia la situación. Cuando se produce un milagro, se pueden alimentar cuatro o cinco mil personas; pero sin éste, doscientos o quinientos denarios de pan no bastarían para satisfacer a esa multitud. En todo esto, el Señor estaba adiestrando a Sus discípulos y llevándolos al punto de buscarlo a El para obtener Su bendición.
Muchas veces no tenemos la facultad de hacer algo. Las circunstancias son difíciles o imposibles; y si nuestros ojos están puestos en los recursos que tenemos, no podremos afrontar la situación. A pesar de eso, el Señor repetidas veces nos saca adelante. En esos momentos difíciles experimentamos la bendición del Señor. Cuando tenemos la bendición del Señor, todo marcha bien y sin dificultades. El Señor desea llevarnos a un punto en el que nunca hemos estado, donde Su bendición ocupe el primer lugar. Cuando el Señor nos lleva hasta allí, podemos seguir adelante. De lo contrario, continuaremos diciendo que doscientos denarios de pan no son suficientes. Nosotros solos no podemos satisfacer la necesidad imperante que nos rodea. Todos nosotros y todo nuestro dinero no bastamos para suplir la necesidad que existe. Pero el Señor sí sabe que hacer en esos momentos. En la obra del Señor, es fundamental tener Su bendición; lo demás no importa.
Hermanos, si Dios nos permite ver que Su obra depende de Su bendición, se producirá un cambio esencial en la labor que realizamos para El. Entonces ni la cantidad de personas que haya, ni el dinero ni el pan que tengamos tendrán importancia. Lo que está delante de nuestros ojos no es suficiente, pero la bendición sí lo es. La bendición suple la necesidad que nosotros no podemos suplir. Aunque no podemos satisfacer la necesidad, la bendición es mucho mayor que nuestra escasez. Si vemos esto, nuestra obra experimentará un cambio radical.
En todo lo que acontece, debemos poner más atención a la bendición que a la situación.
Los métodos, la prudencia, la sabiduría humana y la elocuencia no tienen ningún valor. En la obra del Señor debemos creer en Su bendición y esperarla. Muchas veces somos descuidados y perjudicamos la obra; pero esto no es problema, porque si el Señor nos bendice aunque sea un poco, podremos salir adelante en cualquier circunstancia.
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