Quizás hoy es un día de esos en los que has mirado al cielo o exclamado: “¿Señor, cuándo me pasará algo bueno?” Es posible que hace rato estás esperando ver la luz al final del túnel y el panorama que te abruma es la total oscuridad. Quizás hoy estés tan desesperado, que sientas que tocas el fondo de la desesperación.
No parece haber salida para tu desierto, solo observas arena y sientes que solo imaginas espejismos. ¡Todo parece incierto a tu alrededor! Tu corazón está tan adolorido que no encuentras fuerzas ni siquiera para respirar.
Pero debo decirte el día de hoy que ese desierto pasará y volverás a ver las flores, a sentir el aire acariciando tu cara. Que la vista que te espera es maravillosa y que debes ser fuerte, muy fuerte. Nada ni nadie puede detenerte en tu avanzada. Debes seguir caminando para que puedas llegar sin problemas a donde tú sabes que tienes que estar.
¡No es fácil, lo sé! Pero ármate de valentía y termina el proceso que comenzaste. Dios te dará las fuerzas, no tienes por qué temer, porque él va acompañándote en todo el trayecto del camino. Puede que no lo veas y no lo sientas, pero él está súper cerquita de ti. Lo que pasa es que estás tan enfocado en el desierto que no lo puedes sentir.
Vamos paso a paso, sin prisa, pero con paso firme. Cuando menos lo imagines estarás justamente en el lugar que debías estar.
¡Adelante, camina!
No parece haber salida para tu desierto, solo observas arena y sientes que solo imaginas espejismos. ¡Todo parece incierto a tu alrededor! Tu corazón está tan adolorido que no encuentras fuerzas ni siquiera para respirar.
Pero debo decirte el día de hoy que ese desierto pasará y volverás a ver las flores, a sentir el aire acariciando tu cara. Que la vista que te espera es maravillosa y que debes ser fuerte, muy fuerte. Nada ni nadie puede detenerte en tu avanzada. Debes seguir caminando para que puedas llegar sin problemas a donde tú sabes que tienes que estar.
¡No es fácil, lo sé! Pero ármate de valentía y termina el proceso que comenzaste. Dios te dará las fuerzas, no tienes por qué temer, porque él va acompañándote en todo el trayecto del camino. Puede que no lo veas y no lo sientas, pero él está súper cerquita de ti. Lo que pasa es que estás tan enfocado en el desierto que no lo puedes sentir.
Vamos paso a paso, sin prisa, pero con paso firme. Cuando menos lo imagines estarás justamente en el lugar que debías estar.
¡Adelante, camina!
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