Cuando Jesús y sus discípulos cruzaban el mar de Galilea, se levantó una gran tempestad al punto que los discípulos algunos de ellos eran pescadores profesionales se aterrorizaron, pensaban que sin duda morirían.
Los asustados discípulos despertaron a Jesús y gritaban en medio de los vientos huracanados y las olas que golpeaban el bote: “Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza” (Marcos 4:38–39). Él habló . . . ¡y fue hecho!
Jesús se paró frente a la tumba de Lázaro cuatro días después de su muerte y sencillamente dijo: “¡Lázaro, ven fuera! Y el que había muerto salió” (Juan 11:43–44). Él habló . . . ¡y fue hecho!
Los leprosos se veían forzados a vivir fuera de la ciudad en una colonia aislada hasta que la muerte, misericordiosamente, ponía fin a su penoso sufrimiento. Sin embargo, un leproso se las arregló para llegar a Jesús y hacer una sencilla declaración: “Señor, si quieres, puedes limpiarme. Entonces, extendiendo él la mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio” (Lucas 5:12–13). Él habló . . . ¡y fue hecho!
Esta voz que calmó el mar, levantó al muerto y curó al leproso fue la misma voz que habló a las tinieblas en la mañana de la creación, y la oscuridad huyó de la faz de la tierra.
Yo puedo leer su mente ahora mismo. Usted está diciendo: “Pastor Hagee, todo el mundo sabe que el lenguaje de Dios, y el de su Hijo, es sobrenatural . . . ¡pero el mío no!”. ¡Está equivocado! Su lenguaje expresa el poder Dios cada vez que usted proclama la Palabra de Dios. Cada vez que Derek Prince ocupaba el púlpito, hablaba de la Palabra de Dios y su poder para sanar a los enfermos, liberar a los oprimidos y redimir a los perdidos.
Derek conoció a su Salvador cara a cara hace varios años, y yo lo extraño mucho; sin embargo, él dejó conmigo, y con otros millones de creyentes, enseñanzas que están grabadas en nuestros corazones para la eternidad. Nunca olvidaré la hermosa manera en que describía el poder infinito de la Palabra de Dios.
Permítame compartir con usted una porción de su mensaje inspirador: Todo creyente que crea en la Biblia tiene una vara en su mano: la Palabra de Dios. Piense en su Biblia como el único instrumento que necesita para poder hacer todo lo que Dios le llame a hacer.
Lo primero que usted necesita comprender es el poder de la palabra de Dios. Es un libro sobrenatural. Al igual que la vara de Moisés, tiene poder. Esto no es obvio cuando uno lo piensa por primera vez, pero cuando lo comprende, el poder en realidad es ilimitado.
Es crucial que usted comprenda cuán poderosas pueden ser sus palabras para revolucionar su vida, su matrimonio, sus hijos y su negocio, así como para moldear su futuro, literalmente.
Cada vez que las palabras que decimos están de acuerdo con la Palabra de Dios, Jesús, el Sumo Sacerdote de nuestra confesión, liberará su autoridad y su bendición desde el cielo sobre nuestras palabras aquí en la tierra (Hebreos 3:1). Usted tiene un poder sobrenatural increíble mediante su lenguaje con dirección divina.
Si usted se niega a proclamar la Palabra de Dios sobre su vida y las vidas de sus seres queridos mediante la bendición profética, se está separando de su Sumo Sacerdote en el cielo. Dios solo puede involucrarse en su vida y sus sueños para el futuro cuando usted clama a Él en oración. La iniciativa está en usted. La Biblia dice: “y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos” (Mateo 16:19). Dios está esperando escuchar de usted antes de liberar su poder para implementar en usted el lenguaje divino.
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