“29 Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. 30 Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.” Mateo 5:29-30
Todos tenemos que tomar decisiones radicales en nuestra vida, con tal de guardar el corazón. Hay personas con las cuales no puedes caminar, porque andar con ellos te inclina al mal. Hay lugares donde no puedes estar, porque allí eres tentado. Cuando ignoras estas cosas, batallas en tu interior entre tus amistades y lo que hay en tu corazón.
Quizás tú no vivas una vida perfecta, pero hay una semilla guardada en tu corazón. Y, cuando tenemos esta semilla en el corazón, y le fallamos a Dios, nos sentimos terriblemente mal. El que está en el mundo, cada día busca la manera de hacer aquellas cosas que no debe, y hacerlas más grandes que el día anterior. Pero tú, cada vez que cometes un error, sea cual sea, en tu consciencia, te sientes terriblemente mal. Eso te demuestra que tú eres diferente, y que esa no es la vida que tú deberías estar viviendo. Pero la responsabilidad no es de lo que te rodea. Eres tú quien tiene que cortar la mano y sacar el ojo. Eres tú quien tiene que quitar aquello que te lleva a vivir en esas pasiones erróneas, en aquellas cosas que te sacan del lugar que Dios quiere que tú estés. Y hay que hacerlo de raíz. De lo contrario, tendrás siempre esa batalla en tu corazón y en tu mente.
El problema es que, nuestra condición natural, la llevamos tan dentro de nosotros que, en vez de correr hacia Dios en esos momentos, huimos de Dios. El éxito de un hombre como David, que pecó en varias ocasiones y que sabemos que falló, es que, cada vez que fallaba, corría hacia Dios; su consciencia lo llevaba a tirarse en el altar y pedirle perdón a Dios. Pero la mayoría, cuando falla, tiende a huir y a esconderse de Dios. Lo grande es que Dios nunca se cansa de buscarte, detrás de tu escondite. Cuando Adán pecó, el primero que apareció fue Dios, buscándolo, preguntando: ¿Dónde tú estás? Dios lo buscó para reconciliarlo con él. La religión te busca para apedrearte, para acusarte; pero, cada vez que Dios te busca, te busca para reconciliarte con él, y para llevarte a esa relación de bendición con él.
Jesús dijo que el momento de ofrendar era el momento de recordar y de reconciliarnos, porque Dios quiere que nuestro acto de fe, nuestra manifestación de ofrendar nos recuerde lo que él hizo por nosotros en la cruz del Calvario. Y, ¿qué tiene que ver esto con el adulterio del que habla Jesús en estos mismos versos de Mateo 5?
“Y los que de vosotros escaparen se acordarán de mí entre las naciones en las cuales serán cautivos; porque yo me quebranté a causa de su corazón fornicario que se apartó de mí, y a causa de sus ojos que fornicaron tras sus ídolos; y se avergonzarán de sí mismos, a causa de los males que hicieron en todas sus abominaciones.” Ezequiel 6:9
A través de toda la Biblia, vemos que, el servir a otros dioses, Dios lo considera adulterio. La idolatría, Dios la considera adulterio. Cuando, en Apocalipsis, habla de la gran ramera, por ejemplo, habla de las naciones que se van tras otros dioses, buscando lo que Dios siempre les ha querido dar. El Señor llama al pueblo fornicario y adúltero, por seguir a otros dioses. Dios hizo muchísimas cosas con el pueblo de Israel. Los bendijo, los protegió, los cuidó, los guardó, y terminaron sirviendo a otros dioses. Dios los saca de Egipto con la manifestación de diez plagas, los liberta, los prospera, los bendice, y ellos terminan haciendo un becerro de oro, siguiendo a otro Dios.
El adulterio, aplicado a tu relación con Dios, se refiere a tener lujuria con otras cosas, de manera tal que abandones a Dios o le repudies. Y Dios dice que todo esto comienza por no haberte cuidado de todas las influencias a tu alrededor.
El mismo Jesús dijo que no se puede servir a dos señores: O sirves a las riquezas, o sirves a Dios. Si hay algo que Dios no va a compartir es tu amor. Él quiere que lo ames a él, con todo tu corazón, con toda tu mente, con toda tu alma, con todo tu ser. Y, sin darnos cuenta, muchas veces, nuestras decisiones tocantes a nuestro servicio a Dios están basadas en cosas erróneas de nuestro corazón, y no en nuestro verdadero servicio a él. Y Jesús estaba trabajando con esto porque, en el mundo natural, el adulterio era un problema, el repudio era un problema; pero también a nivel espiritual, les estaba diciendo: Ustedes están lejos de mí.
Si algo Dios quiere íntegro en tu vida, son tu corazón y tus decisiones. La única manera en que seremos capaces de cumplir nuestras promesas, es teniendo en alta estima nuestra integridad. Cuando eres íntegro de corazón, cumples tu promesa, aunque pierdas. Quizás perderás dinero, perderás en alguna situación en lo natural, pero cumples tu palabra, porque tu corazón es íntegro.
Sé íntegro, cumple tu palabra. Cuando hagas un compromiso, hazlo para cumplirlo hasta lo último; y entiende que no lo puedes cumplir, si tu corazón no es íntegro; y tu corazón no va a ser íntegro, si tú no eres capaz de sacarte el ojo y cortarte la mano. Cuando eres capaz de hacerlo, entonces, has demostrado que tu corazón está totalmente alineado con Dios.
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