miércoles, 2 de septiembre de 2015

Propósito de Dios

Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; mas los que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas, levantarán alas como las águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán. Isaías 40:30-31
El águila renueva sus plumas a la edad de cuarenta años.  Según los expertos, está probado que el proceso le toma de ciento veinte a ciento cincuenta días.  A través de este proceso de renovación, las plumas de águila joven son transformadas en plumas de un águila ya adulto.  Esto es comparable a lo que sucede a los seres humanos, por ejemplo, cuando mudamos nuestros dientes de leche, a unos ya maduros. 
Durante estos días de proceso, el águila está vulnerable, ya que no puede volar con la misma habilidad y rapidez.  Ciertamente, el tiempo de transformación es uno doloroso y convierte al águila en un ave vulnerable, por un tiempo; pero este proceso es absolutamente necesario en la vida del águila, ya que, de no pasar por esta transformación, por esta renovación, el águila moriría. 
Una vez que se ha renovado y llegado a la madurez, su probabilidad de vida es mucho mayor porque habrá maximizado su potencial.  Con sus nuevas alas, el águila puede volar más alto y remontarse por encima de las tormentas; algo que no logra ninguna otra especie.  Llega un momento en la adultez del águila que su pico comienza a gastarse, al igual que sus garras, y su vista va menguando, pero continuamente el águila renueva sus plumas. 
Al igual que el águila, el cristiano pasa por procesos de transformación.  Si estás atravesando un momento de dolor, entiende que es momento de renovarte; es el dolor de la renovación en Dios.  Puede tomar un tiempo, pero ese tiempo es necesario para que se complete el proceso y tu potencial sea maximizado y alcances la madurez en tus capacidades, en tus habilidades, para que se desate el cumplimiento del propósito que Dios ha depositado dentro de ti. 

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