En el sexto día de la creación Dios decidió formar al hombre; esto es, la raza humana, varón y hembra. Él hizo dos modelos de la misma especie, iguales en valor, pero a la vez diferentes. El varón, de género masculino, lo hizo de la tierra que recién acababa de crear; y la varona, de género femenino, la hizo del varón, específicamente de su costilla.
De Génesis 2 aprendemos que Dios no creó a ambos simultáneamente, sino que hubo un lapso de tiempo entre la creación del hombre y la mujer. Por un espacio de tiempo el hombre anduvo solo en la tierra, ejerciendo dominio y nombrando las bestias. No obstante, en medio del desempeño de sus labores, Dios trajo al hombre a la realización de una colosal verdad: no había pareja, contraparte o ayuda idónea para él (Gn. 2:20). ¿Significa esto que él se bastaba a sí mismo? ¿Que sería la especie singular y sin complemento de la creación? ¿El único que no debía fructificar y multiplicarse? ¿Que en su sola persona se concentraba la imágen del trino Dios? En ninguna manera.
Perfección incompleta
Creo que podemos consentir que la intención del lapso de tiempo entre la creación del hombre y la mujer fue de carácter apreciativo y valorativo para el hombre con relación a la mujer. A pesar –o quizás a causa– de sus privilegios, Dios llevó a Adán a darse cuenta de que algo dentro de su creación “no era bueno” (Gn. 2:18). Que algo importante relacionado directamente con él faltaba. Que aun en medio de tanta belleza y perfección, era evidente que él necesitaba una ayuda adecuada. En su estado actual, Adán estaba incompleto.
Dios solventó y culminó su obra creando una ayuda adecuada para el hombre. Pero en esta ocasión, Él no la forma de la tierra: la formó del hombre mismo (Gn. 2:22-23). Adán fue la materia prima de la nueva y culminante creación de Dios. En consecuencia, el señor de la Tierra nombra a su ayudante: “varona, porque del varón fue tomada” (Gn. 2:23). Sabiamente, Dios escogió hacer la ayuda del hombre del material que mejor podía satisfacer las demandas de su rol… ¡Él la hizo de una costilla!
Desde las costillas
Adán, en ese momento el ser más inteligente bajo el sol, declara efervecente cómo la mujer era su complemento perfecto, y lo glorioso del diseño de Dios en el matrimonio. Él quedó maravillado de la destreza y el diseño de Dios:
“Y el hombre dijo:
‘Esta es ahora hueso de mis huesos,
Y carne de mi carne.
Ella será llamada mujer,
Porque del hombre fue tomada.’
Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”, Génesis 2:23-24.
Es importante notar que Dios creó a un hombre completo. Cuando Dios decidió hacer a la mujer de su costilla, Su intención no era ahora dejarlo incompleto. Tampoco Dios se había equivocado en el número de costillas cuando lo creó. Entiendo que el propósito de Dios era mostrarle la singularidad de la costilla, y que él entendiera que sin esa que había sido extraída, él estaba incompleto. Que como parte de su estructura corporal, era un componente importante y necesario para su realización como hombre.
Con esto en mente, Adán sí estaba en condición no solo de apreciar a la mujer, sino de valorar su necesidad de ella. Sobre todo que debía atraer esa costilla nuevamente hacia sí mismo para estar completo y, en unión con las demás partes del cuerpo, fortalecerla y protegerla. El hombre ahora tenía una compañía con quien relacionarse al mismo nivel; tenía una ayuda única y adecuada para él; podía fructificar y multiplicarse; tenía con quién compartir la revelación de Dios; tenía con quién complementarse y con quién repartir la carga de sus responsabilidades. Pero sobre todo, como la costilla era parte de su mismo cuerpo, él la amaría y cuidaría como a vaso más frágil (1 P. 3:7). Dios le devolvió una costilla tantas veces mejor.
Función y rol de la costilla
Aunque no estemos haciendo exégesis del texto, podemos aprender de las costillas en el cuerpo humano, de aquella parte corporal que Dios tomó para crearnos. Anatómicamente las costillas son los huesos que componen la caja torácica que protege los órganos principales y da estructura a la parte superior del cuerpo. Son rígidas, pero a la vez tan flexibles que aguantan una cantidad considerable de presión y estrés. Están conectadas a los músculos que dan flexibilidad y movimiento al cuerpo, y como son huesos, contribuyen a la composición sanguínea, suministrando células rojas y blancas. Además, cada costilla tiene su propio nervio que recibe y envía mensajes vitales al resto del cuerpo para su buen funcionamiento. Esta descripción nos puede servir para entender un poco mejor la lógica detrás del diseño, el material, el lugar, rol y valor de la mujer, en el matrimonio, el hogar, y aun la sociedad.
Primero, la costilla en sí es un hueso rígido y fuerte que solamente si está entretejida, relacionada y apoyada con las demás cumple la doble labor de protegerse de roturas por las cargas y presiones del cuerpo, junto con crear un sistema que propicia la flexibilidad del cuerpo humano. En el matrimonio, ella es un elemento de apoyo y estructura, y fue diseñada para funcionar en la dependencia y armonía de su contraparte: el hombre. Una costilla aislada no puede ofrecer al cuerpo lo que en su unidad con él ella fue diseñada para aportar y realizar.
Segundo, así como las células transportan el oxígeno a todo el cuerpo, la comunicación es esencial para la vida y las relaciones. La misma levanta, crea puentes, o destruye. Como las células sanguíneas sanas, la mujer sabia contribuye a la armonía de su ambiente, particularmente de su matrimonio, manteniendo sus emociones bajo control, escogiendo los momentos apropiados para decir las cosas, controlando su tono, revisando su motivación, y sobre todo recordando que hablar es solo el 50% de la comunicación. La otra mitad es escuchar (cp. Pr. 18:13) y hacerlo atentamente; con los oídos, la mirada y el corazón (cp. Stg. 1:19).
Tercero, como protectora del órgano más importante (Pr 31:11), la mujer protege el corazón de su esposo respetándolo, escuchándole atentamente, evitando las críticas dañinas y el sarcasmo, reconociendo su liderazgo, afirmando su masculinidad y orando constantemente por él.
Finalmente, teniendo su propio nervio la mujer posee una sensibilidad y alto sentido de percepción que le permite percibir y manejar situaciones que solo ella por su diseño y el discernimiento dado por Dios puede captar.
Indiscutiblemente la función y el rol de la mujer como costilla es vital. Si bien es cierto que su esposo es la cabeza, ella puede escoger ser su corona (Pr. 12:4).
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