miércoles, 29 de abril de 2015

Cállate y ora

Hay tiempo para todo, nos dice la Biblia. Y esto nunca es más cierto que en el matrimonio, en especial en cuanto a nuestro vocabulario se refiere. Hay tiempo para hablar y tiempo para no
hablar y dichoso es el hombre cuya esposa puede discernir entre los dos. Cualquier que ha estado casado por cierto tiempo, se da cuenta de que hay cosas que es mejor no decirlas. La

esposa tiene la habilidad de herir a su esposo de forma más profunda que cualquier otra persona puede hacerlo; y él puede hacer lo mismo a ella. No importa cuánto te disculpes
después, las palabras no se pueden borrar, solo se pueden perdonar y no siempre es fácil hacerlo. En ocasiones, cualquier cosa que podamos decir solo entorpecerá lo que Dios desea
hacer, así que es mejor callarse y orar.

¡El regaño no funciona! El criticar no funciona. En ocasiones simplemente hablar no logra nada tampoco. He descubierto que la
oración es lo único que siempre funciona. La seguridad que tienes en la oración es que tiene que pasar por Dios para hacerla. Esto significa que no puedes quedarte con una mala actitud,
malos pensamientos, o motivos incorrectos. Cuando tú oras, Díos revela cualquier característica de tu personalidad que se resiste a Su orden de las cosas.

Mi esposo no va a hacer algo que él no desea hacer, y si termina haciéndolo, los miembros de su familia inmediata pagarán por ello. Si deseo que él haga algo, he aprendido a orar por eso
hasta que tenga la paz de Dios en mi corazón antes de preguntarle. En ocasiones Dios cambia mi corazón, me muestra una forma diferente, para que así yo no tenga que decir nada. Si
necesito decir algo, trato de no hacerlo de forma abrupta. Primero oro por la dirección de Dios.
Sin embargo, me tomó mucho tiempo darme cuenta. Sucedió un día cuando leí en Proverbios, “Más vale habitar en el desierto que con mujer pendenciera y de mal genio” (Proverbios 21:19)
Por alguna razón me impresionó. “Pero Señor”, le pregunte”¿Qué tal, más vale ser reprendido con franqueza que ser amado en
secreto (Proverbios 27:5 “¿Nosotras no tenemos que decirles a nuestros esposos cuándo algo está mal?”

El me respondió: “Todo tiene un momento oportuno, hay un tiempo para todo lo que se hace
bajo el cielo… un tiempo para callar y un tiempo para hablar (Eclesiastés 3:17) “el problema es
que tú no conoces cómo hacerlo en amor”
“Está bien, Señor”, le dije “Muéstrame cuándo hablar y cuándo callarme y orar”
La primera oportunidad para esto sucedió enseguida. Yo había comenzado un grupo de
oración semanal para mujeres en mi casa y cambiaba tanto las vidas que le sugerí a mi esposo que empezara un grupo similar para los hombres. Pero él no quería oír hablar de eso. – Yo no
tengo tiempo – fue su respuesta ya que no le gustaba la idea.
Mientras más hablaba del asunto, más se irritaba Michael. Después de recibir mis instrucciones de parte de Dios de “Cállate y ora”, decidí tratar esa estrategia. Dejé de hablar del asunto y comencé a orar. También pedí a mi grupo de oración que se uniera conmigo a esta petición. Pasaron más de dos años después que dejé de mencionárselo y comencé a orar, un día Michael me anunció, repentinamente, que estaba organizando un grupo de oración semanal para hombres. Ha estado funcionando desde entonces y él aún no sabe que yo oré.

Aunque tomó más tiempo del deseado, sucedió. Y hubo paz durante la espera, cosa que yo no habría tenido si no hubiera permanecido callada.
En la Biblia, la reina Ester oró, ayunó y busco el tiempo de Dios antes de acercarse a su esposo, el rey, para tratar un asunto muy importante. Había mucho en juego y ella lo sabía.
Ester no salió corriendo y gritando: “¡El matón de tu amigo nos va arruinar nuestras vidas!” Ella oró primero y luego le ministró amor a él mientras Dios preparaba su corazón. El Señor siempre nos dará palabras para hablar y nos mostrará cuando decirlas, si le preguntamos. El momento lo es todo.
He conocido personas que usan la excusa “solo soy honesta” para devastar a otros con sus palabras. La Biblia dice “El necio da rienda suelta a su ira, pero el sabio sabe dominarla”
(Proverbios 29:11). En otras palabras, es imprudente compartir cada pensamiento y sentimiento. El ser honesto no significa que tienes que ser completamente franca en cada
comentario. Eso le hace daño a las personas. Mientras que la honestidad es un requisito para un matrimonio de éxito, decirle a tu esposo todo lo que encuentras mal en él, no es solo un
consejo enfermizo, sino que posiblemente esto no revela toda la verdad. La verdad total viene de la perspectiva de Dios, y Él, sin lugar a duda no tiene los mismos problemas con la forma de
actuar de tu esposo que tienes tú. Nuestra meta no debe ser lograr que nuestros esposos hagan lo que nosotras queremos, sino más bien, debemos entregárselos a Dios para que Él
haga en ellos lo que desea hacer.

Debes tener cuidado de rencores entre los que está bien y lo que está mal. Si no cae con claridad en una de esas dos categorías, guarda tus opiniones u ora por ellas, y luego según te
dirija el Señor, revélalas para una discusión apacible. La Biblia dice: “No te apresures ni con la boca ni con la mente, a proferir ante dios palabra alguna, él está en el cielo y tú estás en la
tierra. Mide, pues tus palabras (Eleciastés 5:2) Hay momentos cuando nosotras sólo debemos escuchar y no dar ninguna opinión, debemos apoyar y no ofrecer crítica constructiva.
No estoy sugiriendo ni por un momento que te conviertas en una simple alfombra donde uno se limpia los pies, que ni siquiera se enfrentará a su esposo con la verdad; en especial cuando
está es para su bienestar. Por supuesto que tienes que comunicar con claridad tus pensamientos y sentimientos. Pero una vez que él los ha escuchado no continúes acosándolo
hasta que se convierta en un tema de discusión y contienda.
Sí tienes que decir palabras que son difíciles de escuchar, pídele a Dios que te ayude a discernir cuándo tu esposo estará en mejor disposición para escucharlas. Ora por las palabras
correctas y para que su corazón esté receptivo por completo. Yo sé que es difícil hacerlo si tienes unas cuantas palabras que te mueres por decir. Pero aún con lo difícil que parezca, es
mejor dejar que Dios las escuche primero para que Él las suavice con su Espíritu. Esto es muy cierto cuando el diálogo ha cesado y cada palabra solo trae más dolor. Yo hubiera deseado
aprender más temprano a orar antes de hablar. Muy a menudo, mis palabras desataron una reacción defensiva en mi esposo y produjeron palabras hirientes de la que ambos nos 
arrepentimos. El recibió mis sugerencias como lo estaba presionando para que hiciera algo o fuera alguien, aunque en mi corazón siempre le deseé lo mejor, tuvo que venir a él de parte de
Dios.
Cuando nosotros vivimos por el poder de Dios en lugar de nuestra carne, no tenemos que luchar por poder con nuestras palabras. “Porque el reino de Dios no es cuestión de palabras
sino de poder” (1 Corintios 4:20) Las palabras que nosotros hablamos no son las que hacen la diferencia, es el poder de Dios que las acompaña. Te sorprendería cuánto poder tienen tus
palabras cuando oras antes de decirlas y estarás aún más sorprendida con lo que puede suceder cuando te callas y dejas que Dios actúe.
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