jueves, 30 de abril de 2015
No temas
NO TEMAS TE DICE EL SEÑOR
El fuego es fuerte pero el agua lo apaga, el agua es fuerte pero el viento la disipa, el viento es fuerte pero la montaña lo detiene, la montaña es fuerte pero el temblor la mueve, el temblor es fuerte pero nuestro Dios lo detiene. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar; Aunque bramen y se turben sus aguas, Y tiemblen los montes a causa de su braveza, el Eterno Dios de los ejércitos está con nosotros; Nuestro refugio es el Dios de Jacob. Porque los montes se moverán, y los collados temblarán, pero no se apartará de ti mi misericordia, ni el pacto de mi paz se quebrantará, dijo Jehová, el que tiene misericordia de ti, que hace cesar las guerras hasta los fines de la tierra. Que quiebra el arco, corta la lanza, Y quema los carros en el fuego. Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; Seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra. Animo y conforta tu corazón con esta palabra. Salmos 46
Firmes**
Muchas veces a lo largo de nuestra vida nos encontramos atravesando la prueba del desierto, y en ese momento constantemente nos preguntamos: ¿Por qué estoy en el desierto? Y cuestionamos del por qué de las situaciones que estamos enfrentando; pero la cuestión es ¿Por qué Dios permite que pasemos por el desierto?
Debemos comprender el propósito que Dios tiene para nosotros con las pruebas que envía y de qué manera quiere que aprendamos a beneficiarnos de ellas como antesala al cambio y crecimiento.
Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios? Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche, mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios?
Salmos 42:1-3
Pero ¿cómo podríamos beneficiarnos estando en el desierto?
Describiéndolo un poco: es una gran extensión de tierra árida, caluroso en el día y frío en las noches, casi nunca llueve, y su vegetación está adaptada a las condiciones.
En este momento estarás pensando: con esa descripción ¿cómo podría beneficiarme en esas circunstancias? “…Su vegetación está adaptada a las condiciones”
Estando en el desierto debemos adaptarnos a las condiciones, asemejarnos a un cactus; pero ¿Por qué un cactus? Un amigo me preguntaba acerca de eso y mi respuesta fue: “Porque a pesar de que viven en el desierto siguen firmes”
Ellos poseen un tallo en el cual pueden almacenar gran cantidad de agua, en nuestro caso como hijos de Dios debemos poseer esa capacidad para estar llenos de Él, así llegado el tiempo de prueba no nos haga falta. Su corteza está cubierta por una capa de cera lo que impide la pérdida de agua, al igual que el cactus debemos estar cubiertos de su presencia para no perder lo que Él ha depositado en nosotros en tiempo de bonanza espiritual. Sus raíces son extensas las cuales les permiten absorber rápidamente grandes cantidades de agua, nuestra base debe estar firme y constante en el Señor logrando así que en el tiempo de sequía espiritual podamos volver a ser llenos de Él y no desistamos.
Aplicando estas características, podemos aprender a beneficiarnos de las circunstancias no importando cuan difíciles sean.
Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tú Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos.
Deuteronomio 8:2
El recordar las experiencias vividas en el desierto nos dará confianza para enfrentar el futuro, la aflicción o humillación que pasemos será un puente para aprender y fortalecernos. Al probarnos, el Señor confirma nuestra fidelidad hacia Él y revelamos que hay en nuestro corazón preparándonos para alcanzar el progreso interno que nos otorgara madurez y bendiciones a través de la obediencia.
miércoles, 29 de abril de 2015
Cállate y ora
Hay tiempo para todo, nos dice la Biblia. Y esto nunca es más cierto que en el matrimonio, en especial en cuanto a nuestro vocabulario se refiere. Hay tiempo para hablar y tiempo para no
hablar y dichoso es el hombre cuya esposa puede discernir entre los dos. Cualquier que ha estado casado por cierto tiempo, se da cuenta de que hay cosas que es mejor no decirlas. La
esposa tiene la habilidad de herir a su esposo de forma más profunda que cualquier otra persona puede hacerlo; y él puede hacer lo mismo a ella. No importa cuánto te disculpes
después, las palabras no se pueden borrar, solo se pueden perdonar y no siempre es fácil hacerlo. En ocasiones, cualquier cosa que podamos decir solo entorpecerá lo que Dios desea
hacer, así que es mejor callarse y orar.
¡El regaño no funciona! El criticar no funciona. En ocasiones simplemente hablar no logra nada tampoco. He descubierto que la
oración es lo único que siempre funciona. La seguridad que tienes en la oración es que tiene que pasar por Dios para hacerla. Esto significa que no puedes quedarte con una mala actitud,
malos pensamientos, o motivos incorrectos. Cuando tú oras, Díos revela cualquier característica de tu personalidad que se resiste a Su orden de las cosas.
Mi esposo no va a hacer algo que él no desea hacer, y si termina haciéndolo, los miembros de su familia inmediata pagarán por ello. Si deseo que él haga algo, he aprendido a orar por eso
hasta que tenga la paz de Dios en mi corazón antes de preguntarle. En ocasiones Dios cambia mi corazón, me muestra una forma diferente, para que así yo no tenga que decir nada. Si
necesito decir algo, trato de no hacerlo de forma abrupta. Primero oro por la dirección de Dios.
Sin embargo, me tomó mucho tiempo darme cuenta. Sucedió un día cuando leí en Proverbios, “Más vale habitar en el desierto que con mujer pendenciera y de mal genio” (Proverbios 21:19)
Por alguna razón me impresionó. “Pero Señor”, le pregunte”¿Qué tal, más vale ser reprendido con franqueza que ser amado en
secreto (Proverbios 27:5 “¿Nosotras no tenemos que decirles a nuestros esposos cuándo algo está mal?”
El me respondió: “Todo tiene un momento oportuno, hay un tiempo para todo lo que se hace
bajo el cielo… un tiempo para callar y un tiempo para hablar (Eclesiastés 3:17) “el problema es
que tú no conoces cómo hacerlo en amor”
“Está bien, Señor”, le dije “Muéstrame cuándo hablar y cuándo callarme y orar”
La primera oportunidad para esto sucedió enseguida. Yo había comenzado un grupo de
oración semanal para mujeres en mi casa y cambiaba tanto las vidas que le sugerí a mi esposo que empezara un grupo similar para los hombres. Pero él no quería oír hablar de eso. – Yo no
tengo tiempo – fue su respuesta ya que no le gustaba la idea.
Mientras más hablaba del asunto, más se irritaba Michael. Después de recibir mis instrucciones de parte de Dios de “Cállate y ora”, decidí tratar esa estrategia. Dejé de hablar del asunto y comencé a orar. También pedí a mi grupo de oración que se uniera conmigo a esta petición. Pasaron más de dos años después que dejé de mencionárselo y comencé a orar, un día Michael me anunció, repentinamente, que estaba organizando un grupo de oración semanal para hombres. Ha estado funcionando desde entonces y él aún no sabe que yo oré.
Aunque tomó más tiempo del deseado, sucedió. Y hubo paz durante la espera, cosa que yo no habría tenido si no hubiera permanecido callada.
En la Biblia, la reina Ester oró, ayunó y busco el tiempo de Dios antes de acercarse a su esposo, el rey, para tratar un asunto muy importante. Había mucho en juego y ella lo sabía.
Ester no salió corriendo y gritando: “¡El matón de tu amigo nos va arruinar nuestras vidas!” Ella oró primero y luego le ministró amor a él mientras Dios preparaba su corazón. El Señor siempre nos dará palabras para hablar y nos mostrará cuando decirlas, si le preguntamos. El momento lo es todo.
He conocido personas que usan la excusa “solo soy honesta” para devastar a otros con sus palabras. La Biblia dice “El necio da rienda suelta a su ira, pero el sabio sabe dominarla”
(Proverbios 29:11). En otras palabras, es imprudente compartir cada pensamiento y sentimiento. El ser honesto no significa que tienes que ser completamente franca en cada
comentario. Eso le hace daño a las personas. Mientras que la honestidad es un requisito para un matrimonio de éxito, decirle a tu esposo todo lo que encuentras mal en él, no es solo un
consejo enfermizo, sino que posiblemente esto no revela toda la verdad. La verdad total viene de la perspectiva de Dios, y Él, sin lugar a duda no tiene los mismos problemas con la forma de
actuar de tu esposo que tienes tú. Nuestra meta no debe ser lograr que nuestros esposos hagan lo que nosotras queremos, sino más bien, debemos entregárselos a Dios para que Él
haga en ellos lo que desea hacer.
Debes tener cuidado de rencores entre los que está bien y lo que está mal. Si no cae con claridad en una de esas dos categorías, guarda tus opiniones u ora por ellas, y luego según te
dirija el Señor, revélalas para una discusión apacible. La Biblia dice: “No te apresures ni con la boca ni con la mente, a proferir ante dios palabra alguna, él está en el cielo y tú estás en la
tierra. Mide, pues tus palabras (Eleciastés 5:2) Hay momentos cuando nosotras sólo debemos escuchar y no dar ninguna opinión, debemos apoyar y no ofrecer crítica constructiva.
No estoy sugiriendo ni por un momento que te conviertas en una simple alfombra donde uno se limpia los pies, que ni siquiera se enfrentará a su esposo con la verdad; en especial cuando
está es para su bienestar. Por supuesto que tienes que comunicar con claridad tus pensamientos y sentimientos. Pero una vez que él los ha escuchado no continúes acosándolo
hasta que se convierta en un tema de discusión y contienda.
Sí tienes que decir palabras que son difíciles de escuchar, pídele a Dios que te ayude a discernir cuándo tu esposo estará en mejor disposición para escucharlas. Ora por las palabras
correctas y para que su corazón esté receptivo por completo. Yo sé que es difícil hacerlo si tienes unas cuantas palabras que te mueres por decir. Pero aún con lo difícil que parezca, es
mejor dejar que Dios las escuche primero para que Él las suavice con su Espíritu. Esto es muy cierto cuando el diálogo ha cesado y cada palabra solo trae más dolor. Yo hubiera deseado
aprender más temprano a orar antes de hablar. Muy a menudo, mis palabras desataron una reacción defensiva en mi esposo y produjeron palabras hirientes de la que ambos nos
arrepentimos. El recibió mis sugerencias como lo estaba presionando para que hiciera algo o fuera alguien, aunque en mi corazón siempre le deseé lo mejor, tuvo que venir a él de parte de
Dios.
Cuando nosotros vivimos por el poder de Dios en lugar de nuestra carne, no tenemos que luchar por poder con nuestras palabras. “Porque el reino de Dios no es cuestión de palabras
sino de poder” (1 Corintios 4:20) Las palabras que nosotros hablamos no son las que hacen la diferencia, es el poder de Dios que las acompaña. Te sorprendería cuánto poder tienen tus
palabras cuando oras antes de decirlas y estarás aún más sorprendida con lo que puede suceder cuando te callas y dejas que Dios actúe.
—
jueves, 23 de abril de 2015
Habilidades
Las personas, por alguna razón extraña, piensan que tener riquezas es igual a tener una cantidad de dinero en el banco, que es igual a tener una casa o un auto. En realidad, la mentalidad adulterada de muchas de las personas, aun de los mismos cristianos que critican el mensaje de prosperidad, es porque lo igualan a estas cosas.
La definición de la palabra riquezas, en el texto original, significa recursos incalculables, se refiere a volumen de recursos, grandes cantidades de recursos. En el día de hoy, tienes que cambiar tu definición de lo que son riquezas, porque el recurso más grande que puedes tener en tu vida es contar con tu familia y, por buscar las riquezas en el dinero, la has perdido.
Muchos no han podido entender que, en Deuteronimio 8:18, donde dice que él nos da el poder para hacer las riquezas, lo que nos está diciendo es que nos da la habilidad de tener acceso a recursos incalculables. Es mucha la diferencia entre poder hacer riquezas y tener acceso y habilidad para tener recursos incalculables.
Una campaña de promoción de una tarjeta de crédito pudo explicar este concepto, donde decía, por ejemplo: El vestido costo tanto, los zapatos más feos del mundo costaron tanto, que yo esté vestida para la boda de mi amiga como ella deseaba, ser dama y presenciar el momento más feliz de su vida, no tiene precio. Eso es lo que se llamamos riquezas. Hay cosas en la vida a las que no le puedes poner un precio, hay cosas en la vida a las que no le puedes calcular un valor, cosas que no puedes pagar con dinero.
El estar sano, no tiene valor. No existe dinero alguno con el que puedas comprar tu salud, no puedes calcular lo que vale un corazón que funcione, unas manos hábiles, unos pies que puedan moverse. Tienes un matrimonio que ha sobrevivido dificultades, y tú no tienes idea del valor que tiene el recurso de tener a una persona a tu lado que crea en tus sueños, el valor de tener a una persona a tu lado que te apoye en todo lo que haces. Hijo que lees esto, quizás estás concentrado pensando que aquel famoso tiene un carro así, que aquella famosa pudo hacer aquella otra cosa, pero el recurso más grande que tienes y que tal vez ellos no tienen, es unos padres que siempre están ahí creyendo por ti, creyendo en ti, que han estado entregando su vida para que tú puedas entender que hay propósito de Dios en ti. Eso no tiene precio, eso son riquezas.
Tienes que aprender y entender que la habilidad más grande que Dios ha dado a tu vida es que puedas valorizar y entender esos recursos que no se pueden medir con dinero. Las riquezas a las que Dios te ha llamado van más allá del dinero, van más allá de lo que puedas poseer, son grandes cantidades de recursos que el pone en tu vida para bendecirte.
miércoles, 22 de abril de 2015
Poder**
EL PODER DE LAS PALABRAS...
Una palabra irresponsable: puede encender discordias y fuegos difíciles de apagar…
Una palabra cruel: puede arruinar y derribar todo lo que se había edificado en una vida…
Una palabra de resentimiento: puede matar a un apersona, como si le claváramos un cuchillo en el corazón...
Una palabra brutal: puede herir y hasta destruir la autoestima y la dignidad de una persona…
Una palabra amable: puede suavizar las cosas y modificar la actitud de otros…
Una palabra alegre: puede cambiar totalmente la fragancia y los colores de nuestro día…
Una palabra oportuna: puede aliviar la carga y traer luz a nuestra vida…
Una palabra de amor: puede sanar el corazón herido.
Porque las palabras tienen vida.
Son capaces de bendecir o maldecir, de edificar o derribar, de animar o abatir, de transmitir vida o muerte, de perdonar o condenar, de empujar al éxito o al fracaso, de aceptar o rechazar...
¿Cómo hablamos a los demás? ¿Qué les transmiten nuestras palabras?
¿Qué me digo a mí mismo? ¿Hacia dónde me conduce mi dialogo interno?
Jesús dijo: “Yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado y por tus palabras serás condenado” Mateo 12:36-37
Hacer el bien
El libro de Job habla de la historia de un hombre que la Biblia describe como un hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal.(Job1:1) Luego que tiene un sinnúmero de problemas y calamidades en su vida, trastocada completamente, al grado de perderlo casi todo: Su salud, su dinero, sus finanzas; al final, la palabra dice, en Job 42, que Dios le devuelve el doble de lo que él había perdido en el primer capítulo.
En Job 1:2, la Biblia toma el tiempo para describir las riquezas que este hombre tenía: Y le nacieron siete hijos y tres hijas. 3Su hacienda era siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas asnas, y muchísimos criados; y era aquel varón más grande que todos los orientales.
Cualquiera podría alcanzar riquezas al igual que Job las tuvo, aun sin ser una persona recta, temerosa de Dios y apartada del mal. Hoy día hay mucha gente, fuera de los caminos de Dios, que lo han alcanzado. Pero tú debes procurar tener todas estas cualidades que tenía Job y, por consecuencia, tendrás las riquezas que Dios tiene para ti. Tu prioridad debe estar en que Dios pueda hablar bien de ti, porque así, por derecho, obtendrás las riquezas.
En el verso 7, dice: Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: De rodear la tierra y de andar por ella. 8Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?
Esto no es una invitación de Dios a Satanás para que probara a Job, sino que, en realidad, Dios solamente presumió de la fidelidad de su siervo Job. Sabiendo el enemigo que las bendiciones vienen de Dios, acusa a Dios, en el verso 9, de comprar la adoración de Job, con bienes. Le dice a Dios que Job le es fiel porque los había bendecido e intenta tentar a Dios para que le quite todo lo que tiene Job, para ver lo que sucedía luego. Dios nunca maldice lo que ha bendecido, pero sí le recuerda a Satanás que el hombre le dio autoridad, así que podía hacer lo que quisiera, excepto tocar su vida.
Entonces, como el enemigo no logró tentar a Dios para que le quitara los bienes a Job, cambió su estrategia. Comenzó a crearle problemas a Job e intenta convencerlo de que Dios fue quien le quitó sus riquezas (v20). Pero Job se mantuvo recto, diciendo que, aunque hubiese sido Dios quien le quitó todo lo que tenía, no iba a pecar en su contra porque, si había llegado sin nada al mundo, sin nada se iría.
Dios siempre pone límites a los problemas que llegan a tu vida. Hay problemas que van a llegar a tu vida, sin poder evitarlos; pero Dios va a poner límites a lo que los problemas pueden hacer contigo. Job nunca dijo: Dios me hizo mal; porque el enemigo lo que quería era poner al hombre en contra de Dios.
Si el enemigo logra hacerle creer a alguien que Dios le ha hecho mal, logrará crear una barrera entre el hombre y Dios, como lo hizo en el huerto del Edén.
Cuando el enemigo logra hacerte creer que Dios está reteniendo algo bueno de ti, entonces pecas porque le pones despropósito a Dios en algo que él no tiene que ver. Dios solo quiere hacerte bien, cuidarte, prosperarte, guardarte y bendecirte.
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