Nuestra cercanía a Dios está basada en la comprensión que Él tiene de nuestras situaciones adversas. Él murió en la cruz del Calvario porque entendía los retos que íbamos a enfrentar.
Hebreos 5:8, dice: Y, aunque era Hijo, a través del sufrimiento aprendió lo que es la obediencia; 9 y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que lo obedecen, 10 y Dios lo declaró Sumo sacerdote según el orden de Melquisedec.
Un hijo disfruta de privilegios; tiene acceso que otros no tienen, está en el círculo más íntimo. Aun así, dice la palabra que Jesús, siendo Hijo, aprendió a través del sufrimiento. Debemos aprender que hay momentos en nuestras vidas que no tenemos todo el conocimiento y dependemos de un milagro; pero hay otros momentos en la vida que pasamos en los que –como Jesús– aprendemos acerca de la obediencia.
Hay situaciones que se necesita la intervención divina, pero hay otras situaciones que son por causa de no ser obedientes y tomar decisiones incorrectas. Es triste encontrarse en una situación difícil, cuando las herramientas están en aprender lo necesario. Un ejemplo lo vemos en problemas financieros, donde no se necesita intervención divina, sino el aprender a ser buenos administradores para salir de ese problema.
Hay quienes se molestan y se alejan de amistades o de sus líderes porque les dicen que la solución al problema en que se encuentran una y otra vez, está en aprender y ordenarse. Esto les cuesta mucho a los adultos, el borrar lo ya aprendido y abrirse a las cosas nuevas para entrar en el orden de Dios para sus vidas.
Se aprende leyendo la biblia, leyendo libros, estudiando, yendo a seminarios, etc. No importa la edad que tengas, si no has podido estudiar, nunca es tarde para comenzar. Jesús aprendió, y nosotros también debemos estar abiertos a aprender.
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