En Juan 21, se nos narra el momento en que Jesús aparece a sus discípulos por tercera vez, luego de haber resucitado. Pedro y otros 6 discípulos estaban pescando. Pedro había regresado a las barcas, al lugar de donde Jesús lo había sacado; regreso a lo cotidiano, a lo que era normal, lo natural para él.
Muchas veces, las circunstancias a nuestro alrededor quieren provocar que regresemos al lugar de donde Dios nos sacó, al lugar de donde Dios nos llamó para hacer algo grande con cada uno de nosotros. Lo triste es que Pedro se lleva a otros con él.
Lamentablemente, cuando una persona pierde de perspectiva la visión de lo que Dios lo ha mandado a hacer, se lleva consigo a un grupo de personas a un lugar de pocos resultados.
¿A cuánta gente tú has estado acompañando a la barca que está vacía? O peor aún, ¿a cuánta gente tú has llevado a una barca que está vacía?
Pero gloria a Dios que la primera vez tan solo se encontraron en aquel lugar, en las barcas; pero, en esta ocasión, Cristo fue a buscarlo. Cristo fue a buscarlo, al lugar en donde él sabía que iba a estar.
A Dios no se le ha perdido tu dirección. Dios sabe dónde buscarte.
Cuando le entregaste tu vida al Señor, aquello fue un encuentro. Pero ahora, ha pasado el tiempo y, aunque el Señor se te haya aparecido ya en varias ocasiones, y has querido regresar al lugar de donde él te sacó, esta vez no va a ser un encuentro casual, no es que Cristo va a estar pasando frente a tu barca, sino que esta vez Cristo va a ir a buscarte, porque lo que él dijo que él iba a hacer contigo, lo va a hacer.
Aunque no salgas de una para meterte en otra, Dios te ha seguido persiguiendo. Porque esta vez no se trata de un encuentro casual, sino de que Cristo va a buscar a aquel a quien él le había dicho: Tengo algo más grande para tu vida.
Dios ha estado buscándote mañana, tarde y noche, para decirte: Lo que yo dije que iba a hacer contigo, lo voy a hacer y, aunque tú hayas querido regresar y te hayas llevado a otros contigo, yo vengo a buscarte para que sepas que sigo siendo el mismo, que tengo la misma palabra, el mismo llamado, para que sepas que no importa lo que hayas hecho, no importa que me hayas negado, lo que yo dije que iba a hacer contigo, lo voy a hacer, y ya no se trata de ti, se trata de que, cuando te llamé, yo empeñé mi palabra, y yo de ti voy a sacar algo grande.
De esta no te escapas. Dios te va a perseguir, hasta que saque de ti lo que él dijo que iba a sacar. Desde el día que decidiste servirle, tu vida jamás será la misma. Por el resto de tu vida, él sabrá dónde encontrarte. Él sabe que, cuando te deprimes, vuelves a la barca, al mismo sitio. Allí se te va a aparecer, y te va a decir: Pude haber ido a buscar a otro, pero vengo a buscar al mismo que un día me encontré, para decirte que voy a hacer contigo lo que te prometí.
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