Cuando el hijo pródigo vuelve en sí, arregla su diálogo interno, escogiendo no pensarse de la manera incorrecta. Este joven pudo haber dicho: Merezco estar aquí; mi padre no me va a aceptar; debería pasar aquí toda la vida; yo soy culpable de esto; no sirvo para nada. Pero, un día, volvió en sí y dijo: En casa de mi padre hay más bendición que aquí; me voy a levantar, voy a ir y voy a decir.
Una persona que vuelve en sí, se piensa de la forma correcta y comienza a arreglar sus pensamientos.
Tú no puedes permitir que las circunstancias de tu vida determinen cuál es tu diálogo. El Espíritu Santo te capacita para intervenir en tu vida y detener todo pensamiento negativo y hablarte de la manera que tienes que hablarte para corregir tu vida.
El diálogo interno de este joven pudo haber sido totalmente negativo, y pudo haber cancelado su oportunidad de salir de aquel lugar. ¿Cuántas oportunidades tú habrás cancelado en tu vida, simplemente, porque tu diálogo interior te detuvo en el camino? Tú te estás pensando infeliz, te estás pensando preocupado, miserable.
La gente es dura con uno, pero más duro es uno, con uno mismo. ¿Te preocupa la gente que piensa mal de ti? Deberías preocuparte por ti mismo porque, muchas veces, no hay nadie que piense más mal de ti que tú mismo.
La batalla más grande de muchos no es con el diablo, con el mundo o con la gente, sino con lo que se dicen a sí mismos todos los días. Este es el caso de la mujer que es golpeada por un hombre, y se dice a sí misma: Me lo merezco. Convenciéndose de permanecer en ese lugar, de vivir de esa manera.
Lo peor de este tipo de pensamientos, es que la mente tiende a repetir lo mismo, hasta que te lo crees. Ese diálogo interior es lo que te perturba y hace que sigas viviendo por debajo del nivel que Dios quiere para tu vida.
Tiene que haber un día en que tú despiertes y digas: En casa de mi Padre hay abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre.
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