El día amanece claro resplandeciente con un cielo despejado. El sol ahuyenta el frío de la mañana y sus rayos agradable nos calientan suavemente, creando una sensación de regocijo. Las aves cantan; el ganado pace tranquilamente en las praderas; los niños juegan en la suave hierba verde en medio de los árboles mientras una suave brisa susurra en lo alto de una bóveda frondosa. De algún modo, nuestro versículo clave parece la cita perfecta en un día así. “¡Maravilloso!” exclamamos.
Luego llega el día en que ni un solo rayo del sol traspasa las espesas nubes que cubren las montañas y el valle. Una lluvia fría cae durante casi todo el día y la tarde parece más bien la noche. Una sensación de tristeza llena la atmósfera. De algún modo, ahora , nuestro versículo no parece coincidir con este día. Sin embargo, ¡miremos el asunto más de cerca!
El salmista dice que el Señor es su fortaleza y su canto, y que él se ha convertido en su salvación. Él dice que la puerta de Jehová está abierta para los justos. Habla del día en que la piedra desechada vino a ser cabeza del ángulo. ¡Sí, gózate en este día! Fue un maravilloso día de salvación cuando las puertas se abrieron de par en par para “el que quiera”. Los que estaban asentados en tinieblas vieron una gran luz y a los ciegos les fue devuelta la vista. Sí, ¡alabado sea Dios por su don inefable de la salvación que nos libra de la culpa y la condenación! Alabadle a él porque su gracia es suficiente para nosotros pobres mortales imperfectos.
¡Sí, gózate en este día! Sólo así tendremos razón para regocijarnos todos los días, haya sol o haya sombra.
La presencia de Dios puede transformar las prisiones en palacios.
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