En el matrimonio pueden crearse trampas disfrazadas de silencio que apartan a la pareja y crean abismos en su comunicación.
Tal es el caso de una televisión prendida permanentemente; la puerta de la habitación conyugal que nunca se cierra para los niños; una agenda repleta de actividades sociales y profesionales..Pero además existen reglas de oro que siempre deben tenerse en cuenta si se trata de luchar por un matrimonio feliz y una relación ‘sana’ con nuestro cónyuge.
He aquí algunas:
No dejarse vencer por la ira.
Tener la fortaleza y dominio para controlar la ira que sentimos cuando estamos discutiendo.
Nunca gritarse Moderación, educación y respeto ante todo.
El grito es una agresión, independiente de lo que se diga
Pedir disculpas y admitir los errores
Para muchos el pedir disculpas equivale a una humillación, pero es grande el que reconoce que es un ser humano con debilidades y defectos y que lucha cada día por superarse.
Señalar las faltas con amor
Si resulta doloroso aceptar los propios defectos, más difícil es que nos los señalen.
Por eso debemos ser delicados y compresivos para criticar o decir algo negativo al otro.
No dar cabida a la negligencia, descuido o apatía
En el amor debe existir una sana exigencia.
Siempre tenemos que buscar lo mejor para la persona que amamos, aunque a veces sea necesario exigirle.
Cuando no amamos, nos da igual si la persona se supera o no.
No dejar un problema sin resolver Humildad para hablar, para aceptar la culpa que nos corresponde en cada desacuerdo.
Olvidar los resentimientos y rencores, confiar en la pareja y prepararse para el perdón.
Todos los días decirle algo cariñoso a su cónyuge
Cuidar los detalles, los mismos que a veces se pierden con los años.
Si ellos faltan, el matrimonio comienza a vivir según las circunstancias y no por el amor.
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