Con Dios siempre hay esperanza.
Escuche lo que dice Jesús: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos” (Lucas 4:18).
Querido amigo no sé cuál es su dolor hoy, y no sé exactamente con qué está luchando. Tan sólo quiero que sepa que Dios le ama. No importa cuántos errores haya cometido en su vida, no importa cuánta oscuridad, cuánta desesperación y lo imposibles que parezcan sus circunstancias, porque tengo un mensaje para usted: No está todo perdido. ¡No tire la toalla!
Quizá está luchando con algún pensamiento oscuro en este instante. Quizá incluso pensamientos de suicidio se le han pasado por su mente. Bueno, le puedo decir que no está todo perdido.
Hay esperanza. Hay ayuda. Dios le ama mucho. Él quiere verter un rayo de luz en su camino hoy. Los errores de su pasado no tienen que determinar su futuro. Dios puede darle un nuevo comienzo, un inicio fresco, ¡y hacer que todo obre para su bien!
Pastor Prince, usted no lo entiende. ¿Cómo puedo esperar que Dios me ayude si no soy una persona “religiosa”?
¡Pues ya somos dos!
No hay ni un sólo hueso religioso en mi cuerpo. No estoy aquí para hablarle de una religión. Estoy aquí para mostrarle a un Dios que está vivo, que se interesa, que respira, que ama, que en muchas formas ha sido mal representado y mal entendido. Hay mucha creencia errónea acerca de quién es Dios.
Presentando al verdadero Dios
Quiero que deje a un lado todo lo que pueda haber creído acerca de Dios, todo lo que pueda haber oído acerca de Él o lo que pueda haber visto. Permítame, mediante este libro, presentarle al verdadero Jesús, porque es aquí donde comienza todo.
No el Jesús religioso del que pueda haber oído desde que era pequeño, sino el verdadero Jesús que caminó por las calles polvorientas de Jerusalén y por las aguas enfurecidas del mar de Galilea.
Él fue hacia quien los enfermos, los pobres, los pecadores, los desechados y los marginados gravitaban instintivamente, y con quien se sentían cómodos. Él era Dios en la carne, y manifestaba el amor tangible de Dios. En su presencia, quienes eran imperfectos no sentían temor de Él ni sentían juicio o condenación de su parte.
Algo muy distinto a lo que a muchos de nosotros se nos ha enseñado acerca de Dios.
Jesús se reservó sus palabras más duras sólo para los que eran perfectos en su propia opinión. Si lee con atención todos los relatos bíblicos de Jesús, realmente Él no se llevaba bien los religiosos de su tiempo, que eran conocidos como los fariseos. Ellos merodeaban a su alrededor, con su nariz elevada al aire y con una actitud de yo soy más santo que nadie. Aunque nunca lo admitían, eran extremadamente arrogantes y cruelmente críticos.
Los fariseos eran críticos, criticones, legalistas, pretenciosos, intolerantes y, la gran mayoría de ellos, ignorantes. Proclamaban a los cuatro vientos su devoción a Dios; sin embargo, cuando estaban delante de la presencia de Dios, estaban demasiado ensimismados como para reconocerle.
Dios estaba con ellos en carne, pero no le adoraron, sino que le despreciaron y en muchas ocasiones incluso planearon matarle.
Desgraciadamente, ¡sus “descendientes” siguen aún a nuestro alrededor hoy día! Quizá usted se haya encontrado con ellos y haya sentido el calor de su desdén, condenación y juicio.
Pero el Dios del que ellos hablan no es el Dios a quien yo personalmente conozco. Usted no tiene que ser “religioso” para tener acceso al Dios que yo conozco. De hecho, cuanto menos “religioso” sea usted, mejor. Así que le pido que deseche toda idea, concepto e imagen que pueda tener de un Jesús “religioso”.
El verdadero Jesús no vino para traer una nueva religión. No vino para ser servido. No, sino que vino para servir, y vaya que sirvió.
El verdadero Jesús creó el universo con una orden y orquestó las rutas de cada planeta para que ninguno colisionara. Tenía todo derecho a demandar servicio de aquellos a quienes creó, pero en cambio Él vino a servir. Se inclinó y con sus propias manos lavó los pies sucios y mugrientos de sus discípulos.
Esas mismas manos después serían atravesadas con clavos en la cruz, y con su propia sangre lavaría la suciedad y mugre de todos nuestros pecados llevándolos sobre su propio cuerpo. ¡Qué distinto es esto al Dios condenador, juicioso y crítico que muchos han intentado mostrar!
Crea en un Dios de gracia
Muchos creen hoy en un Dios “religioso”. Creen que Dios está contra ellos cuando no dan la talla, que está enojado con ellos cuando fracasan, que la comunión con Él no es posible cuando cometen errores. Creen que Dios está perpetuamente insatisfecho con ellos, esperando impacientemente ser aplacado.
Se imaginan un Dios que está constantemente juzgándoles por sus debilidades, moviendo su cabeza con total decepción por su mediocridad o sus fracasos interminables. Creen que no son lo suficientemente buenos para Dios y que nunca lo serán.
No es de extrañar que en vez de correr hacia la única solución verdadera, corran en dirección opuesta cuando están heridos. Por eso hay un gran engaño, una creencia errónea y muy poderosa acerca de Dios que ha atrapado a muchos en el círculo vicioso de condenación, culpa, temor, derrota y adicción.
Querido amigo, el Dios que yo conozco es un Dios de gracia infinita. Le repugna lo “religioso”, pero es misericordioso y no se resiste ante quienes están heridos.
No importa por lo que esté pasando ahora mismo, qué adicción le pueda estar atando, creer correctamente puede liberarle y le liberará. Comience a creer esta verdad poderosa: Dios es un Dios de gracia y perdón. Él le ama mucho, y no le echa en cara sus errores.
Comience a creer en su amor por usted, y toda su vida será transformada. Creer correctamente lleva a vivir correctamente. Si puede cambiar lo que cree, ¡puede cambiar su vida!
Escuche lo que dice Jesús: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos” (Lucas 4:18).
Querido amigo no sé cuál es su dolor hoy, y no sé exactamente con qué está luchando. Tan sólo quiero que sepa que Dios le ama. No importa cuántos errores haya cometido en su vida, no importa cuánta oscuridad, cuánta desesperación y lo imposibles que parezcan sus circunstancias, porque tengo un mensaje para usted: No está todo perdido. ¡No tire la toalla!
Quizá está luchando con algún pensamiento oscuro en este instante. Quizá incluso pensamientos de suicidio se le han pasado por su mente. Bueno, le puedo decir que no está todo perdido.
Hay esperanza. Hay ayuda. Dios le ama mucho. Él quiere verter un rayo de luz en su camino hoy. Los errores de su pasado no tienen que determinar su futuro. Dios puede darle un nuevo comienzo, un inicio fresco, ¡y hacer que todo obre para su bien!
Pastor Prince, usted no lo entiende. ¿Cómo puedo esperar que Dios me ayude si no soy una persona “religiosa”?
¡Pues ya somos dos!
No hay ni un sólo hueso religioso en mi cuerpo. No estoy aquí para hablarle de una religión. Estoy aquí para mostrarle a un Dios que está vivo, que se interesa, que respira, que ama, que en muchas formas ha sido mal representado y mal entendido. Hay mucha creencia errónea acerca de quién es Dios.
Presentando al verdadero Dios
Quiero que deje a un lado todo lo que pueda haber creído acerca de Dios, todo lo que pueda haber oído acerca de Él o lo que pueda haber visto. Permítame, mediante este libro, presentarle al verdadero Jesús, porque es aquí donde comienza todo.
No el Jesús religioso del que pueda haber oído desde que era pequeño, sino el verdadero Jesús que caminó por las calles polvorientas de Jerusalén y por las aguas enfurecidas del mar de Galilea.
Él fue hacia quien los enfermos, los pobres, los pecadores, los desechados y los marginados gravitaban instintivamente, y con quien se sentían cómodos. Él era Dios en la carne, y manifestaba el amor tangible de Dios. En su presencia, quienes eran imperfectos no sentían temor de Él ni sentían juicio o condenación de su parte.
Algo muy distinto a lo que a muchos de nosotros se nos ha enseñado acerca de Dios.
Jesús se reservó sus palabras más duras sólo para los que eran perfectos en su propia opinión. Si lee con atención todos los relatos bíblicos de Jesús, realmente Él no se llevaba bien los religiosos de su tiempo, que eran conocidos como los fariseos. Ellos merodeaban a su alrededor, con su nariz elevada al aire y con una actitud de yo soy más santo que nadie. Aunque nunca lo admitían, eran extremadamente arrogantes y cruelmente críticos.
Los fariseos eran críticos, criticones, legalistas, pretenciosos, intolerantes y, la gran mayoría de ellos, ignorantes. Proclamaban a los cuatro vientos su devoción a Dios; sin embargo, cuando estaban delante de la presencia de Dios, estaban demasiado ensimismados como para reconocerle.
Dios estaba con ellos en carne, pero no le adoraron, sino que le despreciaron y en muchas ocasiones incluso planearon matarle.
Desgraciadamente, ¡sus “descendientes” siguen aún a nuestro alrededor hoy día! Quizá usted se haya encontrado con ellos y haya sentido el calor de su desdén, condenación y juicio.
Pero el Dios del que ellos hablan no es el Dios a quien yo personalmente conozco. Usted no tiene que ser “religioso” para tener acceso al Dios que yo conozco. De hecho, cuanto menos “religioso” sea usted, mejor. Así que le pido que deseche toda idea, concepto e imagen que pueda tener de un Jesús “religioso”.
El verdadero Jesús no vino para traer una nueva religión. No vino para ser servido. No, sino que vino para servir, y vaya que sirvió.
El verdadero Jesús creó el universo con una orden y orquestó las rutas de cada planeta para que ninguno colisionara. Tenía todo derecho a demandar servicio de aquellos a quienes creó, pero en cambio Él vino a servir. Se inclinó y con sus propias manos lavó los pies sucios y mugrientos de sus discípulos.
Esas mismas manos después serían atravesadas con clavos en la cruz, y con su propia sangre lavaría la suciedad y mugre de todos nuestros pecados llevándolos sobre su propio cuerpo. ¡Qué distinto es esto al Dios condenador, juicioso y crítico que muchos han intentado mostrar!
Crea en un Dios de gracia
Muchos creen hoy en un Dios “religioso”. Creen que Dios está contra ellos cuando no dan la talla, que está enojado con ellos cuando fracasan, que la comunión con Él no es posible cuando cometen errores. Creen que Dios está perpetuamente insatisfecho con ellos, esperando impacientemente ser aplacado.
Se imaginan un Dios que está constantemente juzgándoles por sus debilidades, moviendo su cabeza con total decepción por su mediocridad o sus fracasos interminables. Creen que no son lo suficientemente buenos para Dios y que nunca lo serán.
No es de extrañar que en vez de correr hacia la única solución verdadera, corran en dirección opuesta cuando están heridos. Por eso hay un gran engaño, una creencia errónea y muy poderosa acerca de Dios que ha atrapado a muchos en el círculo vicioso de condenación, culpa, temor, derrota y adicción.
Querido amigo, el Dios que yo conozco es un Dios de gracia infinita. Le repugna lo “religioso”, pero es misericordioso y no se resiste ante quienes están heridos.
No importa por lo que esté pasando ahora mismo, qué adicción le pueda estar atando, creer correctamente puede liberarle y le liberará. Comience a creer esta verdad poderosa: Dios es un Dios de gracia y perdón. Él le ama mucho, y no le echa en cara sus errores.
Comience a creer en su amor por usted, y toda su vida será transformada. Creer correctamente lleva a vivir correctamente. Si puede cambiar lo que cree, ¡puede cambiar su vida!
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