Números 10:1-4 “Jehová habló a Moisés diciendo: Hazte dos trompetas de plata; de obra de martillo las harás, las cuales te servirán para convocar la congregación, y para hacer mover los campamentos. Y cuando tocaren, toda la congregación se reunirá ante ti a la puerta del tabernáculo de reunión. Mas cuando tocaren sólo una, entonces se congregarán ante ti los príncipes, los jefes de millares de Israel”.
Introducción
Suena la trompeta de Dios llamando la atención de su pueblo para que preste atención a su Palabra y nuestro oído debe estar atento a ella, es una obligación de cada cristiano. Pero no solo debemos oírla sino que debemos acatar sus órdenes, poniéndola por obra y entendiendo que en la obediencia se encuentra la bendición.
Cuando Moisés hacía sonar las trompetas, era para que todo el pueblo de Israel las escuchara y realizarán la tarea que a través de ellas les era ordenada. Así es que les hacía reunirse a los príncipes o a toda la congregación, con el sonido de las trompetas se ordenaba el mover los campamento, el prepararse para la batalla, etc.
La congregación toda conocía su sonido y habían entendido la necesidad de acatar las órdenes que se daban por medio de ellas para estar bajo la bendición de Dios.
El Señor nos habla de múltiples formas
Puede hablarnos a través de su Palabra, puede hablarnos a nuestro corazón o a nuestra mente, puede hablarnos de distintas formas pero siempre su voz sonará estridente en nosotros. “Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor; y oí detrás de mi una gran voz como de trompeta” (Apocalipsis 1:10). Así como le ordenó a Moisés que hiciera trompetas para que todos pudieran escuchar su llamado. La voz de Dios suena como esa trompeta, con una potencia tal que llegará a todas partes, de manera que nadie quede sin escucharla.
Ahora, cuando la voz de Dios viene, cuando sus trompetas suenan, ¿para quién estarán sonando?
Cuando Dios habla lo hace para su iglesia, para su pueblo, para sus hijos. Dios habla para ti y para mi, para que cada uno de nosotros escuchemos su voz en el lugar en que estemos y nos resultará imposible decir que no le oímos. No hay excusa posible para esgrimir en nuestra defensa ante la desobediencia a sus órdenes.
Piensa cuántas veces escuchaste el sonar de las trompetas para guiarte y cerraste tus oídos a ellas, ignoraste su voz y como consecuencia has vagado por el desierto sin recibir bendición o perdiendo batalla tras batalla.
o que debemos tener muy en cuenta es que Dios es un Dios de orden y por lo tanto su voz llegará siempre a nosotros con absoluta claridad. “Si la trompeta diere sonido incierto (confuso), ¿Quién se preparará para la batalla?” (1 Corintios 14:8).
Nuestro oído atento
Cuando el Señor nos habla y tenemos nuestro oído atento, en sintonía con Él a través de una comunión constante, no quedan dudas. Pensemos que si es Él quien nos guiará en la vida, el sonido de su trompeta no puede ser confuso o generar confusión. La voz del Señor es clara y sus instrucciones precisas, de modo tal que podamos cumplirlas sin inconvenientes. Él nos guiará en medio de las mayores tempestades y luchas para que triunfemos sobre ellas, llegando siempre a buen puerto.
El sonar de la trompeta, la potencia de la voz de Dios hace que todos la puedan escuchar, quizás a algunos les resulta más fácil por mantener mayor comunión y conocerla mejor. Y otros lo hacen con mayor dificultad pues sus oídos espirituales aún no están abiertos por completo.
Pero todo lo tiene previsto el Señor y por ello les hace llegar su voz a cada uno, conforme a cada situación. No se cual es tu condición, pero si de algo estoy seguro es de que el Señor se encargará de que le escuches de manera que no tengas dudas de que es Él quien te está hablando.
Mediante “un toque” dice la Escritura que llamaba a los príncipes, a los jefes de millares
Los líderes tienen el oído más afinado para escuchar el llamado de Dios, su comunión es más íntima y constante lo que les hace más fácil escucharle. Para ellos no es necesario que se repitan los llamados ni las órdenes. El oído de los líderes debe estar en sintonía permanente con la voz del Señor para acatar sus órdenes y poder transmitirlas al pueblo de Dios, conforme a su voluntad
Cuando efectuaba “dos toques”, era para convocar a todo el pueblo, a toda criatura y en todo lugar. Es decir que aunque necesiten ser llamados más de una vez es necesario que todos escuchen la voz de Dios y acudan a ése llamado.
No hay motivo o excusa para decir que no le escucharon cuando les llamaba, les advertía u ordenaba
El Señor nos manda: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15). Es decir que nos ordena hacer sonar su trompeta por todo el mundo para que toda criatura escuche su voz, ése es el mandato y no existe motivo o razón para no cumplirlo. Debemos asumir verdaderamente el compromiso de llevar la voz del evangelio a todo lugar y a toda criatura, haciéndoles conocer la salvación que Jesús les ofrece para su alma.
Verdaderamente la voz del Señor llega a todos, solo que muchas veces no nos agrada lo que nos dice y pretendemos volver a escuchar su llamado para ver si no cambió de idea. Pretendemos olvidar que Dios no cambia, que es el mismo de ayer, de hoy y de siempre. Pretendemos creer que el Señor cambiará de opinión como lo hacen los hombres, que conforme a las circunstancias acomodan sus palabras.
Lo cierto es que solo debemos escuchar su voz sin esperar ver su misma presencia
“Y los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, oyendo a la verdad la voz, mas sin ver a nadie” (Hechos 9:7). El mandato es obedecer sin dudar, sabiendo que la sabiduría del Señor es por sobre todas las cosas y por cierto supera todo nuestro entendimiento intelectual. No debe haber dudas en nosotros de que lo que el Señor nos mande hacer, es lo mejor para nuestras vidas.
“Sea bueno, sea malo, a la voz de Jehová nuestro Dios al cual te enviamos, obedeceremos, para que obedeciendo a la voz de Jehová nuestro Dios nos vaya bien” (Jeremías 42:6). Quizás para nuestros propios pensamientos la palabra que recibimos resulte buena o quizás descabellada, lo cierto es que simplemente debemos obedecer sin contender con el Señor por ella, teniendo en nuestro corazón la seguridad que en nuestra obediencia estará la bendición.
Dios puede hablarnos a través de sus enviados
“He aquí yo envío a mi Ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado. Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde” (Éxodo 23:20-21). Vemos que Dios no solamente nos puede hablar por si mismo sino que puede hablarnos a través de sus enviados, los ángeles. Y también a través de sus siervos, los profetas.
Vemos que siempre, el Señor nos exhorta a ser obedientes a sus voces sin que exista rebeldía en nuestro corazón. El Señor desea que no nos hagamos sabios en nuestros propios pensamientos, y aprendamos a descansar en Él para lograr los anhelos de nuestro corazón.
“Y dijo: Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador” (Éxodo 15:26)
Las plagas afectaban todas las áreas de la vida de los egipcios
El Señor es nuestro sanador y por Él se mantienen sanas nuestras vidas. Él desea y hace lo mejor para cada uno de nosotros. Pero cuando no prestamos oídos a la voz del Señor, cuando desconocemos sus mandatos o no ponemos por obra sus mandamientos, vienen sobre nosotros los problemas en todas la áreas de la vida, en lo personal, en lo familiar y en lo económico.
Finalmente todo se vuelve tinieblas, dejamos de escuchar la trompeta de Dios, dejamos de escuchar la voz del Señor y dejamos de tener su guía. Perdemos el rumbo y nuestro caminar se convierte en un vagar sin dirección por el desierto interminable.
Escuchando el sonido de la trompeta
Seguramente que el Señor te ha hablado muchas veces y de muchas formas. Con seguridad que has escuchado el sonido de la trompeta de Dios en tu corazón, aún cuando el Señor debió hacerla sonar más de una vez para que le prestaras atención.
Te invito a que cierres tus ojos en este momento, y allí, en la intimidad, podrás escuchar nuevamente la voz del Señor en el corazón, sonando como trompeta que conmueve todo tu ser. Juan, en su visión del Hijo del hombre de Apocalipsis 1:15 relata que era “Su voz como estruendo de muchas aguas”.
Quizás puedas escuchar como Juan, que la voz de Dios desciende con estruendo de muchas aguas sobre tu vida para guiarte. Si es así, no dudes, sumérgete en esas aguas y aún podrás percibir en todo tu cuerpo su frescura. Si dejas que el agua viva de Dios moje tu ser sentirás que su frescura te hace descansar de tus dolores, verás que el agua del Señor resulta un bálsamo para tu vida.
Conclusión
Ahora, si has escuchado su voz, si tus oídos espirituales se han abierto para escucharle, solo te resta obedecerle para que tu vida se mantenga sana, la sanidad de tu cuerpo, alma y espíritu vendrá sobre ti para que te establezcas en el lugar que Él ha preparado de manera que a través de tu obediencia todas las cosas te vayan bien y comiences a vivir la vida de bendición que el Señor te brinda.
Este es tu tiempo, deja de vagar enfermo por caminos errados, deja de perder batallas y padecer necesidades. Es el tiempo de escuchar la voz del Señor que te habla, que te llama con voz fuerte como de trompeta o de muchas aguas para que no tengas excusas para no oírle y obedecerle. Es el tiempo de cumplir con los propósitos que el Señor tiene contigo y comenzar a disfrutar de la bendición plena que solamente Jesús puede brindar a tu vida.