Cada uno de nosotros ha sido llamado a prosperar. Es un llamado común que tenemos todos los que hemos aceptado a Jesucristo como Salvador, y Dios no hace acepción de personas. Si él prometió prosperidad para tu vida, Dios la va a traer.
Prosperidad es sinónimo de tener crecimiento espiritual.
En Marcos 4, encontramos la parábola del crecimiento de la semilla. La biblia dice que el reino de Dios es como un hombre que echa semilla en la tierra, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo.
El hombre en esta parábola se acostaba y se levantaba, noche y día, hasta que un día ya estaba ahí la yerba que se convertía en espiga y luego daba fruto, y dice la biblia que el hombre no sabía cómo esto sucedía.
Acerca del progreso, del crecimiento espiritual, tenemos que entender que, muchas veces, lo que Dios va a hacer para nuestra vida es imperceptible. Una de las razones por la cual la gente en la iglesia se frustra y piensa que el mensaje de prosperidad, de bendición, y las promesas que tenemos en la palabra no son para cada uno de nosotros es porque no vemos con nuestros ojos naturales lo que está sucediendo, no podemos ver el crecimiento, nos sentimos estancados, nos sentimos en el mismo lugar.
Hay momentos en los cuales el crecimiento espiritual es imperceptible. Te acuestas y te levantas, noche y día, y sientes como que nada ha sucedido, pero, aunque tú no puedas ver lo que Dios está haciendo, Dios está haciendo algo especial contigo, porque hacemos del progreso y de la prosperidad sinónimo de lo que podemos ver con nuestros ojos, pero realmente lo que nuestros ojos no pueden ver siempre es más grande.
Hay momentos en los cuales en el crecimiento es imperceptible. La madurez espiritual que has alcanzado no la puedes medir, no la puedes ver, pero no significa que no esté ahí. Por eso es que en situaciones especiales, momentos especiales en tu vida, te has dado cuenta de que has reaccionado de una manera diferente, porque hasta ese momento, el crecimiento espiritual que Dios había traído a tu vida había sido imperceptible, pero aunque sea imperceptible, está ahí.
Dios está haciendo algo contigo y, en los momentos en los que tú no puedes ver lo que Dios está haciendo, no debes dejar de confiar.
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