miércoles, 28 de diciembre de 2016

Recuerdo en el ojo

«Has amado alguna vez a alguien hasta el punto en el que ya no te importa lo que pase? ¿Hasta el punto en el que estar con él ya es suficiente, y cuando te mira tu corazón se detiene por un instante? Yo sí...»
—Papá, ¿puedo hablarte? 

—Siempre.
—Creo que me estoy enamorando de alguien.
—¿Y debo suponer que eso es malo, m’hija?
—Según; es que no sé cómo hacer para que se de cuenta de lo que siento por él, aunque creo que a él también le pasa lo mismo.
—... Y no te lo dice. Yo no sé por qué ya casi nadie quiere tomarse el tiempo de enamorar a una buena mujer; entre tantos mensajes de texto e indirectas... en mi tiempo no había nada mejor que un buen beso artesanal.
—¡Si él supiera que se está perdiendo a una mujer asombrosa!
—Es que si eres asombrosa, es porque no eres fácil. Y si fueses fácil... no serías asombrosa.
—Tal vez él me ama, pero...
—Bah, no lo justifiques. Pero es la peor palabra del vocabulario. «Te amo, pero...», «Te extraño, pero...». ¿Te das cuenta? Una maldita palabra que sirve para dinamitar lo que era, o lo que podría haber sido, pero no es.
—Es que a veces me confunde un poco, no sé si realmente siente lo mismo que yo siento por él...
—Pero supongo que te habrá dado algunas señales, las mujeres son expertas en detectarlas, especialmente si te mira directo a los ojos. El alma que puede hablar con los ojos, también puede besar con la mirada.
—En realidad entre nosotros nunca pasó nada, pero siempre hubo algo... como cierta electricidad en el ambiente cada vez que nos vemos. Hay algo que ambos sentimos, que está allí... en el aire. Cuando yo le hablo, él me hace sentir que en ese momento no hay nada más importante en todo el universo que aquello que le estoy diciendo. Es como si me desnudara el corazón.
—Entonces no deberías de preocuparte...
—Es que a veces me confunde, especialmente cuando lo veo hablando con otra mujer...
—Ser fuerte es ver a la persona que amas con alguien más y aun así sonreír con un nudo en la garganta.
—El otro día iba a hacerle notar que cuando él llega cambia el ritmo de mi respiración, y se me adelantó mi propia sonrisa. Cuando él me mira, me comporto como una niña. A veces busco excusas tontas solo para llamarlo o simplemente acercarme a él.
—... Y finalmente nunca le dices nada, y luego piensas todo lo que debiste o pudiste haberle dicho.
—Es que nunca lo dejé de amar, ¡solo dejé de insistir en hacérselo notar!
—Él también tiene que entender que si tú vales la pena, no se tiene que rendir. Y si se rinde, el que no vale la pena es él. Cuando se muera van a preguntar: «¿De qué murió? Se asfixió con las palabras ¡que nunca dijo!», Jaja. Siempre repito: si amas a alguien ¡díselo! El tiempo vuela, la vida es muy corta, y ese mañana quizá podría no llegar jamás.
—Él suele preguntarme: «¿Cómo estás?», y yo respondo con un amable: «Bien...», y no sé qué más decirle.
—Te entiendo. Los hombres de ahora no entienden que a veces cuando las mujeres dicen: «Bien», lo que en realidad quieren es que él la mire a los ojos, la abrace fuerte y le diga: «No lo estás». 
—¡Dios te oiga! A veces, por mucho que otros nos traten de ayudar, sentimos que solo una persona nos puede dar la fuerza que necesitamos. ¿Y sabes qué es lo peor?... que jamás pensé enamorarme otra vez a esta altura de mi vida. Pero me doy cuenta de que necesito a alguien que no necesite perderme para darse cuenta de que me había encontrado. Él tiene esa bendita manía de hacerme sentir especial. Muchas veces me digo: «Voy a hacer de cuenta que no existe, sé que puedo ignorarlo», pero se las vuelve a ingeniar para tener mi corazón en su mano. Él tiene el poder de cambiar mi día solo con una sonrisa.
—Una buena historia de amor es aquella en la que dos personas se encuentran cuando ni siquiera se estaban buscando.
—Y por si fuese poco, a medida que más nos conocemos, menos puedo fingir... cada vez se me nota más. 
—¡Pero eso es lo mejor! El gran secreto consiste en encontrar a alguien que conoce tus defectos, debilidades y secretos, y aun así ¡continúa creyendo que eres única! No te olvides de que la verdadera belleza es una actitud y tú eres increíblemente más bella cuando eres auténtica.
—Hace poco él me escribió algunas líneas.
—Cuídate de los que saben escribir y mirarte a los ojos, porque tienen el poder de enamorarte sin siquiera tocarte.
—Tal cual. En apenas un par de frases se propasó.
—¿Qué te dijo?
—No te asustes, quise decir que llegó más lejos de lo que cualquier hombre... ¡me tocó el alma!
—Te lo dije, si sabe escribirle a una mujer, te terminará enamorando. Es obvio que ya se adueñó de tu corazón. ¿Lo admiras?
—Solo en dos cosas: en todo lo que hace y todo lo que dice, jaja. Si no se tarda mucho, lo espero toda la vida. Puedo asegurarte que si él me llega a perder, tal vez yo podré amar a otro como lo amo a él, pero a él nadie más lo amará tanto como lo amo yo.
—Te aseguro que él te piensa más de lo que imaginas, te extraña más de lo que piensas y te ama más de lo que a veces demuestra. Lo presiento, él ya te lo dijo con la mirada. Es que en ocasiones los hombres solemos ser un tanto idiotas.
—Papá... ¿aún hay días en que extrañas a mamá?
—No hay un solo día en que no la eche de menos. El amor no se termina con un certificado de defunción o con la vejez. La muerte y la vejez empiezan cuando se acaba el amor. Si quieres saber el secreto de la eterna juventud, procura mantenerte enamorada.
—¿Estás llorando?
—No estoy llorando m’hija, solo se me metió un pequeño recuerdo en el ojo.

De: "El amor en los tiempos del Facebook" (Harpers Collins)

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