lunes, 17 de febrero de 2014

A Dios sea la Gloria


En 1 Reyes se encuentra un relato que siempre he encontrado divertido: la historia de el temor de Elías a Jezabel. Elías, este osado y valiente profeta, este hombre de Dios tosco e inquebrantable, que se había enfrentado a 400 sacerdotes paganos en la cima del monte, ¡de repente, se encuentra huyendo aterrado de una mujer iracunda! 

Se siente tan derrotado que, cuando se esconde bajo un enebro, ¡le ruega a Dios que le quite la vida! Pero el Señor lo trata con Su gracia sorprendente.
Lo primero que hace es mandarlo a dormir bajo el enebro y le da un buen descanso durante toda la noche. Luego, le da una comida decente, provista de manera divina por un ángel del Señor. Finalmente, lo lleva a una montaña, y allí Elías presencia toda la furia de la naturaleza: un terremoto, un fuego ardiente, una tormenta eléctrica estruendosa. Por medio de esta experiencia, el profeta llega a conocer un asombroso secreto: Jehová el Señor Dios Todopoderoso, no siempre se encuentra en el abrumador poder de la naturaleza desatada. Algunas veces se manifiesta de la manera más dramática, cuando se mueve entre la queda vocecita de una conciencia cambiada.
El libro de 1 Reyes es la historia de un reino perdido. Salomón, tal vez el hombre más sabio que vivió jamás, cayó en la locura y la desobediencia, y perdió un reino. Después de su muerte, ese reino se dividió en dos, y hubo una sucesión de reyes incensatos o malvados que sólo generaron miseria al pueblo, tanto en el reino del norte como en el del sur.
El libro concluye con la historia del rey Acab, el relato de su fracaso y su deseo egocéntrico de poseer la viña de Nabor, lo que finalmente provoca el juicio de Dios.
En el capítulo 22, aprendemos cómo obra el Señor por medio de circunstancias aparentemente accidentales. Los reyes de Israel y de Judá salen juntos a la guerra. Acab, rey de Israel, en su astucia satánica, trata de poner al rey de Judá al frente de la batalla. Acab lo viste con su propia armadura para que lo confundieran con él y fuera el blanco del enemigo. Pero, mientras Acab se alaba por la manera de engañar al rey de Judá, para que este quedara expuesto al peligro, tenemos que una flecha disparada al aire (a la aventura) por un guerrero opositor, lo alcanza y atraviesa un punto débil de la armadura que llevaba puesta, y le atravieza el corazón. 
Nuestro Dios es Señor de todas las circunstancias. Él es el Dios cuya voluntad se cumple aun por medio de accidentes, causalidades y coincidencias aparentes. Él está detrás de todos los movimientos de nuestras vidas, ¡y Su juicio se cumple! Eso es lo que revela este relato.
Las circunstancias externas nunca lo destronarán del gobierno de su vida, que fue lo que Dios estableció desde el principio. Nada con lo que usted se encuentre- presiones, maltratos, obstáculos, accidentes- podrá jamás destronarlo. Puede ser destronado y llevado a la esclavitud de la carne y del Diablo “sólo si usted lo permite”, si deja que de alguna forma opositora de adoración entre en su corazón y no haya espacio para Dios. Esa forma rival de adoración puede ser un hábito, una obsesión con el estatus y el dinero, un deseo pecaminoso o un afecto prohibido, una actitud obstinada y deliberada de rebelión, o alguna otra cosa.
Si usted, al igual que Salomón, permite que la insensatez reemplace la sabiduría piadosa en su vida, los días de su reino están contados. Pero si hace de Dios y de Su reino el único y verdadero deseo de su corazón, reinará para siempre y el reino de su vida estará seguro.

¡ A DIOS SEA LA GLORIA !

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