En la sociedad contemporánea, las mujeres se enfrentan con dificultades para llegar a tener una personalidad femenina formada por el carácter cristiano. ¿Cómo puede la mujer cristiana moldear su carácter de tal forma que su femineidad no se vea alterada ni por el feminismo ni el machismo?
Pautas en la formación del carácter femenino
En la sociedad contemporánea, las mujeres cristianas se enfrentan con dificultades para llegar a tener una personalidad femenina formada por el carácter cristiano. Las presiones recibidas por la personalidad femenina han aumentado mucho en los últimos años. Esto se debe al hecho de que parte de la ideología del movimiento feminista aboga por un cambio de personalidad en las mujeres (se supone que este cambio les permitirá competir más equitativamente con los hombres). Aunque este aspecto del movimiento feminista no parece haber tenido una aceptación universal, sí ha transformado el tema de la personalidad femenina en algo mucho más debatido.
INSEGURIDAD Y DEPENDENCIA
Principalmente, la feminidad cristiana es un problema especial para tres tipos de mujeres.
El primer tipo es el de la mujer que se caracteriza por ser muy insegura y dependiente. La mujer de esta clase ha sido pasada por alto a menudo por los cristianos, ya que muchos consideran su tendencia hacia la sumisión, la autodegradación y el gran deseo de ayudar a otros como equivalentes a las virtudes de caridad, humildad y el espíritu tierno y sereno. Sin embargo, es fácil reconocer sus dificultades, pues son frecuentes en ella la infelicidad y la insatisfacción personal, amén de tener una gran tendencia a buscar ayuda.
A pesar de esto, serán pocos los cristianos que vean estas dificultades como problemas de su carácter cristiano, aunque su ansiedad, falta de fe, de gozo, de confianza y de fortaleza personal no sean rasgos del carácter cristiano que le atribuyen.
MASCULINIZACIÓN
El segundo tipo de mujer para quien la feminidad cristiana es un problema especial es la masculinizada. Estas son aquellas que han aprendido a comportarse o a reaccionar de una manera que es más apropiada para un hombre que para una mujer. A pesar de que el desarrollo psicológico básico haya sido normal en su identificación como mujeres, han aprendido o han sido formadas de una manera masculina. Tienden a ser más inexpresivas y más distantes en su forma personal. A menudo son duras y agresivas, por lo que parecen mandonas. Aunque no usen ropas masculinas, su estilo al vestirse es, generalmente, masculino. Con frecuencia tienen intereses parecidos a los de los hombres.
La mujer masculinizada tiene su paralelo en el hombre feminizado. De la misma manera, no debe confundirse masculinización con masculinidad, mujer hombruna y lesbianismo. Masculinidad es una cualidad natural del hombre, siendo la contrapartida de feminidad; el ser hombruna es un problema en el ajuste sicosocial femenino que corresponde a la afeminación masculina; y el lesbianismo se refiere a la preferencia sexual de la mujer por otras mujeres, el cual puede o no estar asociado con ser una mujer hombruna.
A veces las mujeres se masculinizan por falta de confianza en que serán aceptadas como mujeres. En otros casos, sin embargo (y quizás sea esta la razón de mayor importancia), se masculinizan porque sienten que los roles y actividades masculinos son tenidos por más importantes y proveen de mayor seguridad que los roles y actividades femeninos. Frecuentemente, este sentimiento puede desarrollarse a una edad temprana.
Finalmente, hay veces en que las mujeres parecen masculinizarse debido a la experiencia de competir con hombres en situaciones que son predominantemente masculinas en su contexto o en sus normas de vida. La mujer de carrera, la profesional, tiene reputación no siempre justificada de estar masculinizada. Así como los niños parecen feminizarse en situaciones sociales en las que predomina el contacto con mujeres, las niñas parecen masculinizarse en situaciones dominadas por hombres.
¿PERSONALIDAD FEMINISTA?
El tercer tipo de mujer para quien la feminidad cristiana es un problema especial es aquella cuya conciencia de sí misma es un resultado del movimiento feminista. De acuerdo con la teoría feminista, esta mujer es una nueva persona, formada socialmente para llegar a ser igual a los hombres. Sin embargo, los observadores, se inclinan, con frecuencia, a ver esta «nueva persona» con mayor ira personal que las demás mujeres (frustración, resentimiento, amargura) y a menudo con una agresividad que no es apropiada ni para un hombre ni para una mujer cristiano. Frecuentemente, las mujeres de este tipo muestran ser extremadamente competitivas, y en especial con los hombres, lo que indica que su nueva confianza está más basada en los logros personales (en tareas y situaciones conocidas tradicionalmente como masculinas) que en su paz interior y su confianza en ser mujeres.
Cualquiera que sea la dinámica interna de la «nueva personalidad feminista», muchas feministas tienen un carácter que no está formado de acuerdo con el carácter cristiano básico, tanto para hombres como para mujeres, y menos de acuerdo con los aspectos específicos del carácter cristiano femenino.
Decir que hay defectos producidos por el feminismo en muchas mujeres no implica que las feministas estén equivocadas en todo lo que dicen. Por ejemplo, su énfasis en la seguridad femenina tiene algo por lo cual merece ser reconocido: Muchas veces se les ha enseñado a las mujeres a ser inseguras, y esto conduce a que sean ineficaces en algunas de sus responsabilidades. Sin embargo, el tipo de seguridad que fomentan las feministas está basado, con frecuencia, en la premisa de que las mujeres están tratando de salirse con la suya (una característica que nunca ha estado ausente en las mujeres o en los hombres). Muchas veces, esta seguridad está caracterizada por el enojo y la hostilidad.
Sin embargo, las mujeres cristianas podrían muy bien aprender a ser más agresivas, no indiscriminadamente, pero en forma selectiva; especialmente en las situaciones en las que se lo exigen sus responsabilidades. Otro énfasis feminista que es potencialmente valioso es el de que las mujeres controlen sus emociones y sean más firmes en la forma en que responden a cada situación. Esta puede ser una expresión del autocontrol cristiano, aunque no debe hacerse de manera tal que elimine la calidez tradicionalmente asociada con las mujeres cristianas.
EL VALOR DE SER MUJERES
Existe una serie de áreas cruciales que se deben tratar con éxito si se va a formar eficazmente a las mujeres para que tengan un adecuado carácter cristiano femenino. Una de las áreas más importantes en nuestra sociedad es que las mujeres aprendan lo valioso de ser mujer. Las mujeres se sienten frecuentemente relegadas o de menor valor porque en nuestra sociedad se valoran más los logros masculinos, y es común que se coloque a las mujeres en situaciones en las que no hay diferencias en la manera en que se evalúa a los hombres y a las mujeres.
La situación actual es inusual, a pesar del punto de vista opuesto que presentan a menudo las feministas. Las mujeres de otras épocas no han dado las señales de insatisfacción por el hecho de ser mujeres que manifiestan las mujeres modernas. La mayoría de las sociedades no todas han valorado y respetado a las mujeres, y han expresado esta valoración y respeto de maneras bien específicas. Las mujeres han sido conscientes de que estaban subordinadas, pero la subordinación tanto para los hombres como para las mujeres no se experimentaba como algo degradante, que es la manera en que se la suele considerar en la sociedad contemporánea.
Se ha producido un cambio cultural masivo en esta área, un cambio que ha producido una insatisfacción interior en las mujeres. El entrenar a las mujeres para que compitan exitosamente con los hombres probablemente no hará más que aumentar esta insatisfacción, en lugar de eliminarla. Sólo se eliminará esta insatisfacción cuando las mujeres puedan experimentar que se las aprecia y valora justamente por ser mujeres, y distintas de los hombres.
LOS HOMBRES DE LOS CUALES SE PUEDE DEPENDER
Una segunda área que es crucial para la formación del carácter de las mujeres es la de la confianza. El «espíritu tierno y apacible» que debe caracterizar a las mujeres según las Escrituras, es fruto de la confianza. En contraste, las mujeres de hoy se caracterizan por la ansiedad. Están ansiosas por sus propias vidas y por la manera en que las afectarán a ellas y a los demás las circunstancias de la vida. Esta ansiedad puede manifestarse por medio de mucha agresividad y un gran deseo de imponerse de «hacerse valer», pero el problema central es la falta de confianza.
La mujer cristiana que quiere aceptar su rol como tal debe reemplazar su ansiedad y falta de confianza por la experiencia de saber que puede depender de otras personas especialmente de hombres al saber que tomarán la responsabilidad de aquellas áreas en las que ella deposita su confianza en ellos.
EL RESPETO POR EL ROL DE LA MUJER
Nuevamente, al igual que en la formación del carácter cristiano masculino, la restauración de una estructura social cristiana es un factor clave en la formación del carácter cristiano femenino. Las mujeres necesitan tener un rol claro, que puedan aceptar y cumplir, y necesitan realizar tareas concretas que las hagan sentirse más seguras de sí mismas y en cuyo desempeño sepan que se las valora por lo que están haciendo. Los demás deben respetar este rol femenino y, en especial, los hombres. Este respeto debe ser algo que las mujeres puedan percibir. Las mujeres deberían ser respetadas precisamente por ser mujeres.
En una situación como la de la sociedad contemporánea, en la cual se tiende a no valorar el rol de las mujeres, es muy importante que se restauren las expresiones de respeto conectadas con los roles sociales. Desde la perspectiva cristiana, la verdadera dignidad de las mujeres no se basa en su habilidad de hacer lo mismo que los hombres. Por el contrario, su dignidad está basada en el valor que tienen precisamente por ser mujeres, distintas de los hombres e igualmente valiosas en esa diferencia, haciendo contribuciones que el hombre no puede hacer.
LAS MUJERES CON LAS MUJERES
Las relaciones entre mujeres son asimismo importantes en el área de la formación del carácter cristiano femenino. Puede ser que estas relaciones no sean tan importantes como lo son para los hombres, pero no dejan de ser importantes. La relación madre-hija es un buen instrumento para desarrollar eficazmente la feminidad cristiana en las niñas. Si una niña ve que su madre está contenta con el hecho de ser mujer y que quiere ser femenina, tendrá mucha más confianza interior en el rol femenino.
También es importante que se restablezcan fuertes relaciones con otras mujeres. Las mujeres de la comunidad deberían apoyarse entre sí y trabajar juntas con un espíritu de hermandad. Al igual que las niñas, las nuevas cristianas desarrollan mucha más confianza en la feminidad cristiana si pertenecen a un grupo de mujeres cristianas, y si otras mujeres cristianas que están más maduras en su fe les ayudan en su formación, tal como la exhortación de Tito 2.
FORTALEZA EMOCIONAL
Finalmente, se debe liberar a las mujeres de una excesiva dependencia emocional en los hombres. La dependencia emocional es distinta de la dependencia social. Las mujeres dependen socialmente de los hombres cuando hay tal interdependencia de funciones que necesitan de ellos para poder vivir o trabajar de una manera determinada. La interdependencia social es muy importante en el correcto desempeño de los roles de los hombres y las mujeres.
El que alguien sea emocionalmente dependiente indica que esa persona necesita, en su interior, cierto tipo de apoyo emocional para poder funcionar emocionalmente bien. Es inevitable y bueno a la vez que haya cierta dependencia emocional. Pero cuando las relaciones son correctas deben producir una fuerza emocional que haga disminuir la dependencia en este campo.
A menudo la mujer siente una gran dependencia emocional del hombre ya sea el novio, el marido o un hijo. Las madres tienden a aferrarse a sus hijos varones, las novias se centran emocionalmente en sus novios, y las esposas buscan, constantemente, tener más compañerismo y atención de parte de sus maridos y se resienten cuando no lo consiguen. Las mujeres modernas no hacen esas cosas porque lo hayan decidido conscientemente. La sociedad occidental moderna está estructurada de tal manera que la única esperanza de tener apoyo personal que tiene la mujer es el tener un hombre que la convierta en el centro de su vida.
Para que esta situación cambie es necesario que lo hagan primero los patrones sociales así como el punto de vista sostenido por el medio, el cual hace que una mujer sienta que la única relación realmente satisfactoria es la relación con un hombre que sea su hombre. Es cierto que los maridos son importantes en la vida de sus mujeres, pero una dependencia emocional excesiva hace que a menudo sea difícil para ellos, aun para los maridos muy delicados, satisfacer a sus mujeres. Las mujeres solteras no deberían estar constantemente concentradas en encontrar un hombre. Si las mujeres han de lograr una feminidad cristiana confiada y responsable, necesitan tener una cierta libertad emocional respecto de los varones.
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