El Señor nos oye antes de que le llamemos, y a veces nos responde con la misma rapidez.
Previendo nuestras necesidades y oraciones, su Providencia, de tal forma dispone las cosas, que antes de que se sienta la necesidad, ya queda ésta remediada, y antes de que sobrevenga la lucha, estemos armados contra ella.
Tal es la prontitud de la omniscencia, y más de una vez la hemos experimentado.
Cuando ni siquiera sospechábamos que pudiera sobrevenirnos la aflicción, ya contábamos con el consuelo poderoso destinado a sostenernos.
¡Cuán presto está Dios a responder a nuestras oraciones!
La segunda cláusula nos recuerda al teléfono.
Dios está en el cielo y nosotros moramos en la tierra, pero Él hace que nuestra palabra corra con tanta rapidez como la suya.
Cuando oramos con fervor, hablamos al oído mismo de Dios.
Nuestro benigno Mediador presenta al momento nuestras súplicas a su Padre, el cual las despacha favorablemente.
¡Sublime privilegio poder orar así!
¿Quién no se decidirá a orar con fervor, sabiendo que el Rey de Reyes le está escuchando?
Oraré hoy con fe, creyendo no sólo que seré oído, sino que lo soy ahora mismo, no sólo que obtendré respuesta, sino que ya la he obtenido.
Espíritu Santo, ayúdame a orar así.
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