jueves, 25 de noviembre de 2010

Compromiso

El compromiso es el primer ingrediente necesario para la longevidad del matrimonio. Pero un matrimonio duradero no es necesariamente un matrimonio feliz ni siquiera un matrimonio razonablemente bueno. Así que, ¿qué es lo que sigue? Para responder esto quiero examinar Efesios 4 –no Efesios 5, como tal vez usted espere–. Allí hallo por lo menos cinco importantes principios –mandatos, en realidad– que fortalecerán su compromiso hacia el matrimonio y harán que este persista. Pablo originalmente los aplicó a la comunidad de la iglesia, pero funcionan bien en muchos otros contextos, especialmente en el matrimonio.

1. Cultive completa sinceridad

“Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros” (Efesios 4:25).

La verdad es dura. Es un riesgo. Requiere vulnerabilidad, confianza y fe. Pero algunas parejas se han cubierto con hojas de higuera, como Adán y Eva, por tanto tiempo, que casi ni siquiera pueden soportar el pensamiento de estar desnudos el uno frente al otro. Se han escondido detrás del engaño por tanto tiempo, que casi ni pueden reconocer la verdad. ¡Qué triste vivir en una trampa así! Si la verdad nos hace libres, entonces ningún matrimonio es más esclavo que el matrimonio que está envuelto es engaños, falsedades y mentiras. Descártelos y decida hoy empezar a decir solo la verdad.

2. Exprese el enojo de manera apropiada y en el momento apropiado

“Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo” (Efesios 4:26-27).

Tal vez a usted, como a mí, se le enseñó al crecer que la ira siempre era pecado. Pero no toda la ira es mala. Debemos enojarnos al ver que se defrauda a inocentes o se destrozan los buenos valores. Debemos temblar con cólera cuando vemos que se maltrata a un niño. Hacer a un lado una seria ofensa de parte de su compañero más cercano, más confiable – su cónyuge– es una señal segura de que los dos están desconectados. Un matrimonio que se caracteriza por el mutuo respeto, da a cada cónyuge suficiente espacio para que exprese sus sentimientos y emociones de ira. En mi experiencia, manejar la expresión de ira requiere trabajo en equipo. El cónyuge enojado debe ejercer dominio propio –”no pequéis”–, en tanto que el otro responde apropiadamente a las expresiones de ira. La manera más rápida de calmar a un cónyuge enfadado es escuchar. Esfuércese para oír lo que su cónyuge está expresando –aunque lo haga pobremente– y muestre empatía.

3. No le robe a su cónyuge

“El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad” (Efesios 4:28).

Un matrimonio incluye más que posesiones materiales. Es una comunidad de dos, cada uno habiendo intercambiado promesas y expectaciones. Mi tiempo, mi confianza, mi trabajo, lo mejor de mí mismo, incluso mi cuerpo le pertenece en parte a mi esposa. Cuando yo retengo o violo cualquiera de esas cosas, le robo a ella lo que por derecho le pertenece.

Le robo cuando permito que alguna otra cosa invada el tiempo que le he prometido a ella. Le robo cuando doy lo mejor de mí mismo a la iglesia y no dejo nada para ella en casa. Le robo cuando revelo lo que ella me ha pedido que guarde en forma confidencial. Las parejas se roban uno al otro al usar egoístamente el dinero de la familia.

Guarde las cosas de su matrimonio que le pertenecen a su cónyuge. Guárdelas seguras y úselas sabiamente.

4. Cuide escrupulosamente su habla

“Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuiste sellados para el día de la redención” (Efesios 4:29-30).

Cada vez que abrimos la boca edificamos o destrozamos a nuestro cónyuge. Cuando afirmamos o atacamos. Pocas cosas pueden dividirse tan claramente en categorías de edificantes o pútridas, y nuestra habla es una de ellas. En forma extraña, nos cuidamos mucho más de hablar cortésmente a la gente en público que a nuestros cónyuges. ¡Qué triste es para nosotros, y cómo aflige al Espíritu Santo presenciar eso!

5. Sea amable

“Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” (Efesios 4:31-32).

Mi hermana Luci parafrasea todas esas palabras de esta manera: “Simplemente, sé amable”. Eso es algo que todos podemos hacer, es sencillo. Así es como las personas son transformadas. Así es como sacamos lo mejor de nuestros cónyuges. Simplemente sea amable.

No hay comentarios:

Publicar un comentario