El libro de Rut, como el Cantar de los Cantares, está lleno de gracia y de verdad. Pertenece evidentemente a la época de los Jueces, quizá a los días tempranos de Gedeón, cuando los madianitas prevalecían y «destruían los frutos de la tierra», causando con ello «hambre en la tierra» (Jue. 6:1-6), cosa que empujó a este varón «a morar en los campos de Moab» (v. 1).
El libro contiene la historia de un judío que fue a un país lejano y, por medio de la recaída de aquel judío, una mujer gentil es sacada del país lejano a la tierra de bendición. Luego, por medio de la fidelidad de la mujer gentil, la bendición es restaurada al judío. Una sencilla imagen de cómo judío y gentil son complementarios entre sí en el plan divino por el que todos reciben «la bendición de Jehová, y justicia del Dios de su salvación».
«Llegaron, pues, a los campos de Moab, y se establecieron allí» (v. 2). El hambre los impulsó allí, y su conexión moabita los mantuvo allí. «En los días de la adversidad considera», porque la adversidad o bien acercará más al cristiano a su Dios, o bien lo aproximará más al mundo.
Si la fe no se aferra a Él, la carne lo arrastrará apartándolo de Él. ¿Acaso algún cristiano ha sacado algo de acudir a Egipto para pedir ayuda? ¿Que logró Lot? ¿O el pródigo? ¿O Elimelec? Noemí perdió a su marido y a sus hijos por su viaje a Moab. Bien estaba descender a Egipto a por ayuda cuando José estaba allí, porque había pan en Egipto; pero ahora el verdadero José ha sido exaltado al cielo, y mal le sobrevendrá al que busque ayuda aparte de Él.
Los que acuden al mundo en solicitud de ayuda en lugar de acudir a Él acabarán probablemente volviendo como Noemí, una desolada viuda que lo ha perdido todo, o como el Pródigo, arrepentido en sus harapos.
«Entonces se levantó» (v. 6). el Pródigo recordaba también la casa de su padre mientras se encontraba en la provincia lejana, y dijo: «Me levantaré». Noemí oyó «que Jehová había visitado a su pueblo, dándoles pan», y esto eran buenas nuevas para la afligida errabunda. Creyó las nuevas, y su fe la hizo volver. Oyó, creyó y actuó. «La fe viene por el oír.»
El Evangelio de Dios es buenas nuevas de un país lejano.
El hombre se ha alejado de Dios. Las buenas nuevas han alcanzado el mundo, anunciando que Dios ha visitado al pueblo en la persona de su Hijo, y les ha dado pan: «el Pan de vida». ¡Oh, que los fatigados, hambrientos y desolados vagabundos que han oído las buenas nuevas hicieran lo que Noemí: «levantarse»! Muchos han oído este bendito Evangelio en el lejano país de la alienación, ¡pero cuán pocos han creído nuestro mensaje! La mayoría parecen contentarse con permanecer en Moab, y alimentarse de las algarrobas que comen los cerdos.
«SALIÓ, pues, del lugar» (v. 7). No puede haber un regreso sin separación. «Salid de en medio de ellos, y apartaos» (2 Co. 6:17). Si se quiere ganar el cielo, el mundo debe ser evitado; si quieres comer a la mesa del padre tienes que olvidarte de los comederos de los cerdos. «No podéis servir a Dios y a Mamón» (Lc. 16:13). Escogeos bien a cual de los dos sirváis. «Si alguno ama el mundo, el amor del Padre no está en él» (1 Jn. 2:15).
«Ciertamente nosotros iremos contigo a tu pueblo» (v. 10). Éste es el lenguaje de Rut y de Orfá, y aparentemente las dos tienen la misma resolución de ánimo. Pero los que quieran seguir al Señor Jesucristo deben resistir la prueba, y se debe decidir resistir.
Hay muchos Orfás que, a través de la adversidad o del entusiasmo, corren bien durante un tiempo, pero que al final abandonan, como Demas, porque aman el mundo, y no infrecuentemente se separan, como Orfá, con el beso de la pretendida amistad. El reposo en el Moab de este presente siglo malo es lo que muchos querrían; pero el camino de Dios es el señalado en Mateo 11:28.
«Y Noemí respondió: … ¿para qué habéis de ir conmigo?» Los motivos de cada discípulo profesante tienen que ser puestos a prueba. No se ofrece ninguna inducción terrena. No se puede ganar ninguna ventaja mundana. «Yo ya soy vieja para tener marido». Solo el amor inmutable a la Persona de Jesús menospreciará toda tentación mundana y persistirá en proseguir.
«He aquí tu cuñada se ha vuelto a su pueblo» (v. 15). ¿Por qué? ¿No estaba Belén delante de sus ojos? ¡Ah, sí, pero Moab estaba en su corazón! «Acordaos de la mujer de Lot». No hay terreno neutral: tiene que ser o de vuelta a tu pueblo y a tus dioses, o «Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios».
Conviene a aquellos que invocan el Nombre de Jesús apartarse de toda iniquidad. Puede que haya profesión de boca donde hay separación de corazón, y confiar en la profesión es apoyarse en una sombra.
En el versículo 7 Ofrá salió; en el versículo 15 la vemos que se ha vuelto. El regreso de uno resultará ser siempre una prueba adicional a otro; pero vemos como Rut vence la tentación. Ella le dijo: «No me ruegues que te deje». ¡Qué decisión hay en las palabras y en el tono de su réplica! ¿Qué la hizo decidirse así, y por qué dejó Noemí de someterla a prueba?
Porque estaba «tan resuelta a ir con ella» (v. 18). Los de doble ánimo son inestables. El corazón de ella estaba fijo en su propósito. Ojalá que todos los discípulos de Jesús tuvieran la misma decisión.
Ella podía decir con verdad: «Una cosa hago: olvidando lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo hacia la meta, para conseguir el premio del supremo llamamiento» (Fil. 3:14). ¿Y no logró ella el premio del supremo llamamiento cuando vino a ser la mujer del rico Booz? «Que ninguno tome tu corona» (Ap. 3:11).
Cada verdadero creyente en Jesús puede emplear el lenguaje de Rut en un sentido espiritual más profundo. Pueden decir: «Adondequiera que Tú vayas, iré yo, y dondequiera que vivas, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios».
Pueden también añadir: «Donde Tú moriste he muerto yo, y allí sepultado he sido (pero ahora resucitado), y nada podrá hacer separación entre Tú y yo. Ni la vida, ni la muerte, ni ninguna otra cosa creada podrá hacerlo». Cada oidor del Evangelio hace su elección entre «salir» o «volver».
¿Cuál es tu elección? A Rebeca le preguntaron: «¿Irás con este varón?». La contestación de ella fue: «Sí, iré». En Lucas 14 todos comenzaron a excusarse; en 2 Crónicas 30:10 «se reían y burlaban de ellos».
«Anduvieron, pues, ellas dos hasta que llegaron a Belén» (v. 12).
¿Caminarán dos juntos si no están de acuerdo? Esto nos recuerda a los dos que iban de camino a Emaús. El andar juntas de Noemí y de Rut es una hermosa imagen de nuestra comunión unos con otros en nuestro camino a la celestial Belén (casa del pan) con el entendimiento mutuo de que nada, sino la muerte puede hacer separación entre nosotros; pero nuestro andar con el Señor Jesús no puede ser interrumpido ni por la muerte. «Porque Yo vivo, y vosotros también viviréis» (Jn. 14:19).
Belén puede representar a la Iglesia; así leemos que cuando llegaron a Belén toda la ciudad se conmovió por causa de ellas. Hubo gozo en la casa cuando el Pródigo volvió; hay gozo entre los ángeles cuando un pecador se arrepiente. Este gozo es real, porque la Iglesia es una familia tanto en naturaleza como de nombre.
Pero se preguntan atónitos: «¿No es ésta Noemí?» (v. 19). ¡Qué cambio, hasta el punto de que quizá pocos la reconocen! Sí, la experiencia en un país lejano es por lo general triste, transformándose lo placentero en amargura, la riqueza transformada en pobreza, y la abundancia tornada en vaciedad.
Yo me fui llena, pero Jehová me ha vuelto con las manos vacías» (v.21). Así es con el Pródigo. Juntó todo lo que tenía, pero volvió de vacío al hogar, y si los siervos no lo conocieron, el padre sí lo conoció, y además desde lejos. Recordarás cómo volvió el hombre que descendía a Jericó y que cayó entre bandidos.
Si un cristiano recae hacia el mundo, ¿cómo puede escapar de ser robado de todo lo que posee, robado de su paz, de su gozo y de su testimonio, y cuando el Señor lo hace volver (porque el Señor lo hará volver), será con dolor, vergüenza y amargura de alma, pero puede que Rut esté con esta misma persona, hija como es del país lejano, una experiencia que le será para bendición en el futuro.
Ahora Noemí, al hacer memoria de su alejamiento, tiene que reconocer que «Jehová ha dado testimonio contra mí» (v. 21). Él testifica contra cada recaído. ¿Estás tú tan cerca del Señor como solías? ¿Está Él testificando contra ti? ¡Vuelve, tú errante, vuelve a tu hogar!
El libro contiene la historia de un judío que fue a un país lejano y, por medio de la recaída de aquel judío, una mujer gentil es sacada del país lejano a la tierra de bendición. Luego, por medio de la fidelidad de la mujer gentil, la bendición es restaurada al judío. Una sencilla imagen de cómo judío y gentil son complementarios entre sí en el plan divino por el que todos reciben «la bendición de Jehová, y justicia del Dios de su salvación».
«Llegaron, pues, a los campos de Moab, y se establecieron allí» (v. 2). El hambre los impulsó allí, y su conexión moabita los mantuvo allí. «En los días de la adversidad considera», porque la adversidad o bien acercará más al cristiano a su Dios, o bien lo aproximará más al mundo.
Si la fe no se aferra a Él, la carne lo arrastrará apartándolo de Él. ¿Acaso algún cristiano ha sacado algo de acudir a Egipto para pedir ayuda? ¿Que logró Lot? ¿O el pródigo? ¿O Elimelec? Noemí perdió a su marido y a sus hijos por su viaje a Moab. Bien estaba descender a Egipto a por ayuda cuando José estaba allí, porque había pan en Egipto; pero ahora el verdadero José ha sido exaltado al cielo, y mal le sobrevendrá al que busque ayuda aparte de Él.
Los que acuden al mundo en solicitud de ayuda en lugar de acudir a Él acabarán probablemente volviendo como Noemí, una desolada viuda que lo ha perdido todo, o como el Pródigo, arrepentido en sus harapos.
«Entonces se levantó» (v. 6). el Pródigo recordaba también la casa de su padre mientras se encontraba en la provincia lejana, y dijo: «Me levantaré». Noemí oyó «que Jehová había visitado a su pueblo, dándoles pan», y esto eran buenas nuevas para la afligida errabunda. Creyó las nuevas, y su fe la hizo volver. Oyó, creyó y actuó. «La fe viene por el oír.»
El Evangelio de Dios es buenas nuevas de un país lejano.
El hombre se ha alejado de Dios. Las buenas nuevas han alcanzado el mundo, anunciando que Dios ha visitado al pueblo en la persona de su Hijo, y les ha dado pan: «el Pan de vida». ¡Oh, que los fatigados, hambrientos y desolados vagabundos que han oído las buenas nuevas hicieran lo que Noemí: «levantarse»! Muchos han oído este bendito Evangelio en el lejano país de la alienación, ¡pero cuán pocos han creído nuestro mensaje! La mayoría parecen contentarse con permanecer en Moab, y alimentarse de las algarrobas que comen los cerdos.
«SALIÓ, pues, del lugar» (v. 7). No puede haber un regreso sin separación. «Salid de en medio de ellos, y apartaos» (2 Co. 6:17). Si se quiere ganar el cielo, el mundo debe ser evitado; si quieres comer a la mesa del padre tienes que olvidarte de los comederos de los cerdos. «No podéis servir a Dios y a Mamón» (Lc. 16:13). Escogeos bien a cual de los dos sirváis. «Si alguno ama el mundo, el amor del Padre no está en él» (1 Jn. 2:15).
«Ciertamente nosotros iremos contigo a tu pueblo» (v. 10). Éste es el lenguaje de Rut y de Orfá, y aparentemente las dos tienen la misma resolución de ánimo. Pero los que quieran seguir al Señor Jesucristo deben resistir la prueba, y se debe decidir resistir.
Hay muchos Orfás que, a través de la adversidad o del entusiasmo, corren bien durante un tiempo, pero que al final abandonan, como Demas, porque aman el mundo, y no infrecuentemente se separan, como Orfá, con el beso de la pretendida amistad. El reposo en el Moab de este presente siglo malo es lo que muchos querrían; pero el camino de Dios es el señalado en Mateo 11:28.
«Y Noemí respondió: … ¿para qué habéis de ir conmigo?» Los motivos de cada discípulo profesante tienen que ser puestos a prueba. No se ofrece ninguna inducción terrena. No se puede ganar ninguna ventaja mundana. «Yo ya soy vieja para tener marido». Solo el amor inmutable a la Persona de Jesús menospreciará toda tentación mundana y persistirá en proseguir.
«He aquí tu cuñada se ha vuelto a su pueblo» (v. 15). ¿Por qué? ¿No estaba Belén delante de sus ojos? ¡Ah, sí, pero Moab estaba en su corazón! «Acordaos de la mujer de Lot». No hay terreno neutral: tiene que ser o de vuelta a tu pueblo y a tus dioses, o «Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios».
Conviene a aquellos que invocan el Nombre de Jesús apartarse de toda iniquidad. Puede que haya profesión de boca donde hay separación de corazón, y confiar en la profesión es apoyarse en una sombra.
En el versículo 7 Ofrá salió; en el versículo 15 la vemos que se ha vuelto. El regreso de uno resultará ser siempre una prueba adicional a otro; pero vemos como Rut vence la tentación. Ella le dijo: «No me ruegues que te deje». ¡Qué decisión hay en las palabras y en el tono de su réplica! ¿Qué la hizo decidirse así, y por qué dejó Noemí de someterla a prueba?
Porque estaba «tan resuelta a ir con ella» (v. 18). Los de doble ánimo son inestables. El corazón de ella estaba fijo en su propósito. Ojalá que todos los discípulos de Jesús tuvieran la misma decisión.
Ella podía decir con verdad: «Una cosa hago: olvidando lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo hacia la meta, para conseguir el premio del supremo llamamiento» (Fil. 3:14). ¿Y no logró ella el premio del supremo llamamiento cuando vino a ser la mujer del rico Booz? «Que ninguno tome tu corona» (Ap. 3:11).
Cada verdadero creyente en Jesús puede emplear el lenguaje de Rut en un sentido espiritual más profundo. Pueden decir: «Adondequiera que Tú vayas, iré yo, y dondequiera que vivas, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios».
Pueden también añadir: «Donde Tú moriste he muerto yo, y allí sepultado he sido (pero ahora resucitado), y nada podrá hacer separación entre Tú y yo. Ni la vida, ni la muerte, ni ninguna otra cosa creada podrá hacerlo». Cada oidor del Evangelio hace su elección entre «salir» o «volver».
¿Cuál es tu elección? A Rebeca le preguntaron: «¿Irás con este varón?». La contestación de ella fue: «Sí, iré». En Lucas 14 todos comenzaron a excusarse; en 2 Crónicas 30:10 «se reían y burlaban de ellos».
«Anduvieron, pues, ellas dos hasta que llegaron a Belén» (v. 12).
¿Caminarán dos juntos si no están de acuerdo? Esto nos recuerda a los dos que iban de camino a Emaús. El andar juntas de Noemí y de Rut es una hermosa imagen de nuestra comunión unos con otros en nuestro camino a la celestial Belén (casa del pan) con el entendimiento mutuo de que nada, sino la muerte puede hacer separación entre nosotros; pero nuestro andar con el Señor Jesús no puede ser interrumpido ni por la muerte. «Porque Yo vivo, y vosotros también viviréis» (Jn. 14:19).
Belén puede representar a la Iglesia; así leemos que cuando llegaron a Belén toda la ciudad se conmovió por causa de ellas. Hubo gozo en la casa cuando el Pródigo volvió; hay gozo entre los ángeles cuando un pecador se arrepiente. Este gozo es real, porque la Iglesia es una familia tanto en naturaleza como de nombre.
Pero se preguntan atónitos: «¿No es ésta Noemí?» (v. 19). ¡Qué cambio, hasta el punto de que quizá pocos la reconocen! Sí, la experiencia en un país lejano es por lo general triste, transformándose lo placentero en amargura, la riqueza transformada en pobreza, y la abundancia tornada en vaciedad.
Yo me fui llena, pero Jehová me ha vuelto con las manos vacías» (v.21). Así es con el Pródigo. Juntó todo lo que tenía, pero volvió de vacío al hogar, y si los siervos no lo conocieron, el padre sí lo conoció, y además desde lejos. Recordarás cómo volvió el hombre que descendía a Jericó y que cayó entre bandidos.
Si un cristiano recae hacia el mundo, ¿cómo puede escapar de ser robado de todo lo que posee, robado de su paz, de su gozo y de su testimonio, y cuando el Señor lo hace volver (porque el Señor lo hará volver), será con dolor, vergüenza y amargura de alma, pero puede que Rut esté con esta misma persona, hija como es del país lejano, una experiencia que le será para bendición en el futuro.
Ahora Noemí, al hacer memoria de su alejamiento, tiene que reconocer que «Jehová ha dado testimonio contra mí» (v. 21). Él testifica contra cada recaído. ¿Estás tú tan cerca del Señor como solías? ¿Está Él testificando contra ti? ¡Vuelve, tú errante, vuelve a tu hogar!
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