Jonatán y David habían hecho un pacto de lealtad que incluía el cuidado de la familia. Esto no era la costumbre entre la sucesión de reyes. Lo que solía pasar era que el nuevo monarca exterminaba la familia del antiguo rey.
Pero el corazón de David jamás podía compararse ni con el de Saúl ni con los que vinieron después de él. Simplemente era tan noble que fue calificado como un hombre conforme al corazón de Dios. Jonatán sabía que David sería rey y le pidió que siempre cuidara de su familia. David nunca olvidó su promesa.
¿Qué sucedió andando el tiempo? Cuando David doblegó a todos sus enemigos preguntó si había algún familiar de Jonatán para hacerle bien. Se le notificó de un tal Mefi-boset, hijo de Jonatán quien todavía vivía, pero que había quedado lisiado porque a su nodriza se le cayó cuando huía del asalto que habían hecho en el palacio del rey en la guerra contra Saúl.
Al final el hijo de Jonatán fue invitado a comer en la casa real (2 Samuel 9:7-13). Cuando fue invitado a venir a la casa del rey, David dijo que no comería hasta que estuviera presente Mefi-boset. De modo, pues, que aquel cuyo nombre significa “el que esparce la vergüenza” es un invitado del rey.
El juramento que hubo entre David y Jonatán incluía estas palabras. «Y no apartarás tu misericordia de mi casa para siempre…” ( 1 Samuel 20:15). El amor nunca deja de ser. Los amores reales no se acaban nunca. La promesa de amarse hasta el final es la que hace el padre a sus hijos, la de un esposo hacia su esposa y es la que el Señor le dio a sus discípulos y también a nosotros (Juan 13:1). Consideremos en el mensaje de hoy por qué el amor nunca deja de ser según la visión de Pablo.
I. PORQUE TODO LO SUFRE, AUNQUE NO SEA CORRESPONDIDO
a. “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron” (Juan 1:12).
Hemos dicho que el amor de 1 Corintios 13 tiene su más completo cumplimiento en la persona de nuestro amado Jesucristo. Cambiar la palabra “amor” por Jesucristo es exactamente lo mismo. Y es que el amor que nunca deja de ser es precisamente el amor con el que Dios nos ha amado.
Vamos a partir de esta premisa: no hay ningún sufrimiento en la tierra que no se haya sentido en el cielo. No hay dolor que el ser humano pase que ya Dios no lo ha haya pasado. Los sufrimientos de Cristo no tienen ninguna comparación con los que pasamos nosotros.
El amor todo lo sufre, y fue por amor que Cristo se entregó para morir en la peor ignominia, en la más absoluta vergüenza, en la más descarada burla del populacho, en la más densa de las tinieblas que representó la separación de su Padre Santo, pues no podía ver los pecados que su Hijo llevó en aquel momento
Sufrió la terrible ira del cielo, sufrió el dolor de soportar por seis horas los clavos que traspasaron sus manos y sus pies. Y estando en esa agonía, impulsó su cuerpo sobre los clavos para pronunciar siete palabras que mostraron la extravagancia de su amor.
b. El amor cubre al amado (vers. 7)
El verbo “sufrir” acá tiene dos ideas: Soportar en el sentido de proteger y cubrir. La idea es proteger y cubrir al ser amado de un daño que le pueda pasar. Es estar dispuesto a no publicar aquellas cosas (como faltas) de su amado, si no recibir el agravio para cubrir y soportar al que ama.
La idea del verbo es buscar el bien del otro, no la mancha con la que voy a hundirlo. La naturaleza humana tiende a ser morbosa, y algunas veces parece gozarse cuando algo le pasa al otro, y en lugar de protegerlo lo publica y lo hace pedazos.
Por supuesto que esto no significa pasar por alto el pecado, porque allí no estaría amando a su ser cercano. Además, ya Pablo ha dicho que el amor no se goza de la injusticia. La idea es que se niega hacer público los errores de su amado.
En lugar de hacer lo otro, la persona llega a ser más estricta y rigurosa consigo mismo que con los demás. La más grande demostración de esto es Jesús. Cuando le presentaron la mujer “adúltera”, al final, después de la acusación a la que fue sometida, Jesús dijo: “Ni yo te condeno, vete y no peques más”.
II. PORQUE TODO LO CREE, AUNQUE PAREZCA INGENUO
a. Todo lo cree, pero no es incrédulo
El amor no es crédulo, eso significa que no cree todas las cosas. Los incrédulos creen todas las cosas que le dicen. El amor necesita averiguar la evidencia para ver la realidad. Vea la manera como la gente cree tantas cosas que le dicen por internet.
“Si te tomas estas pastillas serás más vigoroso. Sabías que el remedio de para tu enfermedad lo tienes en tu propia casa”. Y así sigue la lista. La idea de esta frase es que el amor no es desconfiado. No culpa a otro si primero no ve la evidencia.
El amor acá sigue lo que se hace en la jurisprudencia: “Todo hombre es inocente hasta que se compruebe que es culpable”. Un mal ejemplo de esto lo tenemos con los amigos de Job. Ellos dieron por sentado que este hombre estaba en esa condición porque había pecado.
La Biblia previamente había dicho que él era justo. ¡Qué clase de amigos eran estos! En este sentido el amor primero observa, ora, y espera hasta tener un juicio correcto sobre lo que pasa. Qué rápido somos para hacer un juicio a priori acerca de los demás. Spurgeon decía que hay gente que cree todo lo malo, pero no son los hijos del amor. Nos inclinamos a creer más lo malo.
b. El amor no es sospechoso.
El amor no anda sospechando de todo. El amor no es como esas películas policiacas que cuando hay un crimen y se está investigando se sospecha de todos. El sentido de la frase es que el amor siempre piensa bien de la otra persona. Por supuesto que esto es cuando hay amor.
Si no hay amor, entonces entra la sospecha y la desconfianza. Bueno tenemos que decir que lo que Pablo nos presenta acá no es para enaltecer la ingenuidad. El amor, aunque todo lo cree, no es ciego. El amor conoce las falencias de su amado, pero nunca pierde la fe que el postrer estado de la persona puede ser mejor que el primero.
La idea de este texto es mostrarnos que detrás de ciertas acciones negativas, se esconde algo de nobleza y cree más en esa parte positiva que enaltecer lo malo que tiene el otro. Esto que Pablo nos dice acá tiene que ver con esa fe que prevalece en el tiempo, pues se mantiene firme hasta ver lo que Dios puede hacer en una relación que está rota. El amor todo lo cree, especialmente cuando alguien que se ha ido regresa otra vez a la comunión.
III. PORQUE TODO LO ESPERA, AUNQUE NO VEA RESPUESTA
a. El amor espera que la gracia haga su obra (vers. 7c).
Esta parte del amor es hermosa. Está íntimamente relacionada con la esperanza, lo otro que permanece. Lo que esto significa es que aun cuando el ser amado no muestre señales de arrepentimiento, sigue esperando en el Señor. Esto significa que el verdadero amor no es impaciente.
La idea de esto es que nosotros no esperamos en la bondad de la persona para cambiar, sino en la gracia de Dios para obrar. Esto es lo que pasa cuando alguien se desvía del camino. Nos ponemos en santa intercesión para que el Señor intervenga con su gracia y lo levante.
¿Cuánto tiempo vamos a esperar? No lo sabemos. El amor todo lo espera. Ese ejemplo lo vemos en los padres ante la conducta irreverente de sus hijos. Ellos esperan un cambio de rumbo en sus vidas.
Esperar en la gracia que obra es saber que Dios no deja de trabajar y nos manda a esperar dentro de esta virtud del amor. Esperar en Dios es la virtud que requiere de más demanda en nuestras vidas.
Todo en este mundo va tan rápido que el creyente forma parte de esta “rapidez”. Con frecuencia no esperamos en la voluntad de Dios. ¿Por qué un joven termina enamorándose de un inconverso? Porque no han aprendido que el amor todo lo espera.
b. El amor es optimista.
Hay una esperanza verdadera a la que nos aferramos, por lo tanto, el amor no es pesimista. Esta clase de esperanza no está basada en los cambios que se den en el gobierno o en los cambios que nos ofrecen los charlatanes de oficios, o los que nos ofrece el horóscopo o la lectura de las cartas.
El amor todo lo espera; eso es, es paciente hasta ver el cumplimiento total del mejor bienestar en la otra persona. Es aquí donde necesitamos una gracia especial. Mi padre fue un viejo duro de corazón para el evangelio. Creí que por ser pastor sería fácil llevarlo a los pies de Cristo.
En no pocas ocasiones me dejaba sin mis argumentos teológicos, aunque él nunca fue a una escuela. De manera que tuve que intensificar mi vida de oración por él, y no fue sino hasta treinta años después, y ya cuando estaba para morir, que le entregó su corazón a Cristo.
Cuántas personas (mujeres, hombres, pastores, hijos, etc) están esperando la manifestación del poder de Dios sobre eso aquello que esperan. Solo una persona que ama sabe esperar hasta el final. El amor todo lo espera. No se le agota la paciencia. Tiene el combustible para llegar al final de su meta.
III. PORQUE TODO LO SOPORTA, AUNQUE ESTÉ ACORRALADO
a. Como un ejército que está bajo asedio.
La palabra “soportar” es de origen militar. La idea es permanecer bajo presión soportando una carga pesada. La experiencia de Jesús que aun estando en tan terrible agonía, su primera palabra fue: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.
O la que tuvo Esteban que cuando le apedreaban vio la gloria de Dios y a su Hijo sentado a la de derecha del Padre, y dijo: “Señor, no les tomes en cuenta este pecado”. A lo mejor en los pensamientos de Esteban se cobijó el anhelo que aquellos que le estaban apedreando un día llegarán a la verdad. Y en efecto eso pasó, pues entre los presentes había un joven llamado Saulo que después se convirtió a Cristo y lo más probable fue que el valiente testimonio de aquel hombre que soportó por amor las piedras sirvió como la semilla para que un día Saulo llegará a ser el más grande de los apóstoles.
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El libro de Hebreos nos habla que Jesús por el gozo puesto delante de él sufrió el oprobio de la cruz (Hebreos 12:2-3). El amor verdadero todo lo soporta. Eso es, resiste hasta ver la victoria final. No somos dados a soportarnos los unos a los otros.
b. Nada hay que no pueda ser soportado.
Alguien al ver tantos requerimientos de esta clase de amor dirá que es una demanda demasiado grande para cumplirla. La idea de soportar acá es permanecer firme ante las más adversas circunstancias. Es no moverse a pesar de todos los embates a los que se pueda estar sometido.
Pero, ¿qué es lo que soporta el amor verdadero? Pues puede soportar enfermedades, problemas, crisis, defectos, conflictos, debilidades, pecados… El amor verdadero soporta las injurias, los desencantos, las traiciones y hasta las burlas como las padeció nuestro Señor.
Quien posee este carácter reflejará la misma actitud que enfrentó el Señor frente a las adversidades, que mientras más lo ofendían, más soportaba el vituperio por amor a nosotros. Esta es la clase de amor que al final triunfa en la familia, en la pareja y por ende en la iglesia. Que no sea menos que esto nuestro amor.
CONCLUSIÓN
Se cuenta que una vez una mujer divorciada fue al joyero con un pedido inusual. Quería que le hicieran un par de aretes, inscritos con la siguiente frase: «Con todo mi amor». Uno de los aretes debía llevar las palabras «con todo», y el otro arete debía decir «mi amor».
Después de producir el diseño, el joyero se atrevió a preguntarle a su cliente por qué deseaba algo tan original. La mujer divorciada respondió: «Es para ayudarme a recordar que, la próxima vez que alguien me diga esa frase, debo dejar que entre por un oído y salga por el otro».
Este tipo de historia es la triste verdad de aquellos que por creer en el amor, o en el nombre del amor, son destruidos, dañados y ya ni creen ni soportan de ese tipo de “amor”. Pero hay un real amor que nunca deja de ser. Es el amor que todo lo sufre, lo cree, lo espera y lo soporta. Este tipo de amor es el que permanece. Atrévase a vivir este amor.
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