jueves, 27 de febrero de 2020
Setenta veces siete
El mensaje de Cristo en el Evangelio es muy radical y contrario a todo lo que cualquier persona de su época esperaba. Sus expresiones sobre el amor y el perdón eran poco menos que incomprensibles y se podría decir que inaceptables para un mundo que se regía en sus relaciones por la ley del talión, por la venganza de sangre y por el “ojo por ojo”. Es decir, que el ofendido tenía todo el derecho de aplicar al ofensor un daño igual a la ofensa que había recibido.
En realidad las leyes no son el problema, porque de alguna manera tienen que impartir justicia para permitir un cierto orden social. El problema es que apliquemos sin cuestionamientos la medida del “ojo por ojo” también en las relaciones interpersonales cotidianas.
1. Perdonar siempre
El nuevo mandamiento de Cristo es reformador de la conducta y de las relaciones: “Ama a tu prójimo como a ti mismo” y perdona sus ofensas hasta “setenta veces siete”; pon la otra mejilla y si te obliga a caminar con él una milla, camina con él dos.
Incluso manda llegar al extremo de amar al enemigo (Mateo 5:39-44). Esto es, sin duda, una doctrina sobrenatural que nadie había enseñado, es un mensaje tan radical que garantiza que es un mensaje divino, porque sólo Dios puede hablar de perdón, sólo Él tiene la autoridad de darle más importancia a la reconciliación con el hermano, que a la ofrenda del templo (Mateo 5:24).
Hoy el mensaje de Cristo sigue vigente, pero a pesar de eso, estamos acostumbrados a devolver mal por mal. Por eso surgen las guerras entre países, porque antes surgió la guerra entre hermanos, la venganza en la familia o en el trabajo, el odio hacia quien es diferente o la indiferencia ante el hermano necesitado.
2. Hay mucho que perdonar
El mensaje de Cristo no es para personas débiles o blandengues de voluntad, es para personas de carácter que cargan su cruz con dignidad, sin mostrar a los demás cuánto cuesta (Mateo 6:6), que son capaces de dominar la ira y los deseos de revancha.
Seguir a Cristo requiere una voluntad firme e imparable, que no se doblega ante el impulso de la venganza; porque perdonar a quien nos hace el mal, puede llegar a ser muy duro. Aunque afortunadamente no es tan cotidiano.
Sin embargo, es más cotidiano el tener que perdonar las ofensas de las personas que más queremos o con las que más convivimos. Como perdonar una infidelidad en el matrimonio es sumamente difícil por lo que implica de humillación; ceder ante una discusión con nuestro cónyuge, perdonar y pasar por alto los defectos del esposo o esposa.
La vida diaria nos exige ser capaces de minimizar las faltas y las carencias de nuestros familiares más queridos. Pero a eso nos llama Cristo cuando dice que estemos dispuestos a perdonar.
Cada día tenemos muchas oportunidades de formar ese corazón manso y humilde (Mateo 11:29) que perdona a quien conduce por la calle de manera descuidada, a quien se mete en la fila del banco o de la caja en el supermercado; o a quien en el ambiente de trabajo siembra cizaña con la crítica o la prepotencia.
Siempre ayuda pensar que desconocemos los motivos y las razones profundas de ese actuar, quizás quien conduce descuidado es porque tuvo una mala noticia y tiene que dirigirse rápido a atender una urgencia, quizás la persona que se mete en la fila o quien critica en el trabajo o se comporta con prepotencia no se da cuenta de lo que hace o ha tenido una vida difícil que le dificulta ser empático con los demás.
3. El perdón nos conecta con nuestro Padre
La razón fundamental para perdonar es porque todos somos hijos del mismo Padre y porque Él nos ha perdonado mucho más (1 Juan 4:19). Jesús nos invita a llevar el perdón al grado heroico, como lo hizo Él (Lucas 23:34) y como lo hicieron los primeros cristianos, que se alegraban por los azotes y la persecución (Hechos 5:41), que perdonaron como Esteban a sus verdugos. (Hechos 7:60).
Jesús de alguna manera nos hizo ver que el perdón que pedimos de Dios está condicionado con el perdón que nosotros demos a nuestros hermanos, por eso en la oración que nos enseñó dice: Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden (Mateo 6:12) y por eso nos pide que no hagamos ninguna ofrenda a Dios, si tenemos algo contra algún hermano.
Es más importante reconciliarnos con Él y eso hará digna nuestra ofrenda (Mateo 5:24) y nos garantiza que Dios nos escucha y nos perdona.
CONCLUSIÓN
En esto conocerán que somos cristianos, que nos amamos unos a otros, que perdonamos a los que nos ofenden y amamos a nuestros enemigos. El historiador Tertuliano en el siglo II lo hizo notar muy bien cuando dijo de los primeros cristianos: “¡Mirad cómo se aman! Mirad cómo están dispuestos a morir el uno por el otro”. Y esta es la cruz de cada día.
En esto nos dice Jesús: Sígueme. Esta es la mansedumbre que nos invita a imitar. Que estemos dispuestos a perdonar a nuestros hermanos no pocas veces, sino incluso hasta setenta veces siete.
martes, 25 de febrero de 2020
Humildad
Un pecado que es común a todos los hombres es el orgullo. Porque es el origen de muchos otros pecados, en los que caemos al estar confiados en nuestras propias fuerzas frente a la tentación. Dios aborrece de los que tienen un espíritu orgulloso, porque por su orgullo se alejan de Dios y dejan de solicitar su auxilio. En cambio, al humilde, Dios le promete que será enaltecido en el momento oportuno, y que poseerá el reino de los cielos.
I. Dios resiste a los soberbios (1 Pedro 5:5-6)
a)a. El hombre, debido a la herida del pecado, tiene un espíritu orgulloso.
a) Se tiene a sí mismo en una estima muy superior a sus merecimientos. Es por esto que cae fácilmente en la soberbia del espíritu, la que hace de nosotros seres temerarios que se acercan al peligro del pecado confiados en sus fuerzas. En realidad, lo que debemos hacer es estar humildemente sujetos a Dios, pidiéndole siempre que nos proteja y aleje del mal (vers. 5).
b. El orgulloso confía en sus propias fuerzas.
Considerando que a él nada le puede pasar porque conoce su capacidad. Por esto el que tiene este defecto, mira a los demás sobre el hombro, como si fueran inferiores a él.
Lo que no tiene en cuenta el orgulloso es que estamos todos hechos de barro, y todos somos débiles comparados con el poder de Dios. Por esto a Él debemos rendirle culto con humildad, buscando agradarle en todo y pidiéndole a él mismo la fuerza para no caer en la tentación (vers. 6).
c. Ninguna cosa que hagamos tiene que ser motivada por el orgullo.
Incluso lo que el mundo llama honra u honor, no debe ser tenido en cuenta por el cristiano. Porque el creyente sabe que todas estas cosas son vanas, y que por el Evangelio padeceremos siempre muchas humillaciones.
No debemos olvidar que seguimos a Jesús, que es manso y humilde de corazón. Él es nuestro ejemplo, y si meditamos en las Escrituras, siempre veremos que se conducía con humildad (Mateo 11:29-30).
d. El orgullo muchas veces es ocasión para caer en otros pecados.
A veces, por no reconocer que somos débiles, nos acercamos más de lo debido a la tentación. Otras, resistimos reconocer que no tenemos razón, motivados por nuestro orgullo. Si no sabemos aceptar que la fuerza espiritual viene del Espíritu Santo, confiaremos con temeridad en nuestra naturaleza, y caeremos fácilmente en el pecado (Proverbios 16:18).
II. La humildad es amada por Dios (Santiago 4:10)
aa. Si reconocemos que nada podemos sin el favor de Dios, seremos verdaderamente fuertes.
a.Porque el poder no provendrá de nuestra naturaleza mortal, sino del don del Espíritu Santo que vive en nosotros por el bautismo.
Frente a la tentación, será Él quien nos aparte de la ocasión, mostrándonos en el corazón que nos alejaríamos de Dios si lo ofendemos con el pecado. Por eso seremos enaltecidos, porque mediante la humildad, llegaremos al cielo donde no pueden entrar los soberbios (Santiago 4:10).
b. Cuando Cristo vino al mundo, vino humildemente.
En su vida, no mostró nunca una actitud altanera o soberbia. Podría haber venido con todo su poder, rodeado de sus ángeles a exigirnos la conversión del corazón o el castigo eterno. Pero decidió mostrarse en su debilidad de hombre, para llevar a los hombres a Dios. Para que imitemos esta humildad y mediante ella ganemos el gozo de vivir en la presencia de Dios (Colosenses 3:12).
c. Para el perdón de los pecados es necesaria la humildad.
De lo contrario, no hay verdadero arrepentimiento ni conversión. La conversión nace con el reconocimiento de que somos débiles y hemos caído en la tentación, alejándonos de los preceptos de Dios.
Por esta actitud de humildad es que logramos el perdón divino, porque el corazón contrito y humillado es lo que desea Dios para nuestro crecimiento espiritual (Salmo 51:17).
Conclusión
Por nuestra naturaleza herida, tendemos a ser orgullosos. Eso hace que nos acerquemos con demasiada confianza a las ocasiones de pecado, confiados en nuestras propias fuerzas. Por el orgullo nos sentimos superiores a nuestros hermanos, cuando en realidad somos todos hijos de Dios rescatados por la sangre de Jesús derramada en la cruz.
Sabemos por las Escrituras que seremos perseguidos y humillados por predicar el Evangelio. Por esto debemos ejercitarnos en la humildad, sabiendo que es la virtud del cristiano. Para ser enaltecidos, antes debemos humillarnos, como nos propone Jesús en la parábola del banquete (Lucas 14:7-14; Proverbios 15:33).
La humildad es una virtud amada por Dios.
Y principalmente, es una condición para ser perdonados de nuestros pecados, que antes reconozcamos nuestra pequeñez y entreguemos un corazón verdaderamente arrepentido al Señor (Miqueas 6:8).
lunes, 24 de febrero de 2020
Amor
Jonatán y David habían hecho un pacto de lealtad que incluía el cuidado de la familia. Esto no era la costumbre entre la sucesión de reyes. Lo que solía pasar era que el nuevo monarca exterminaba la familia del antiguo rey.
Pero el corazón de David jamás podía compararse ni con el de Saúl ni con los que vinieron después de él. Simplemente era tan noble que fue calificado como un hombre conforme al corazón de Dios. Jonatán sabía que David sería rey y le pidió que siempre cuidara de su familia. David nunca olvidó su promesa.
¿Qué sucedió andando el tiempo? Cuando David doblegó a todos sus enemigos preguntó si había algún familiar de Jonatán para hacerle bien. Se le notificó de un tal Mefi-boset, hijo de Jonatán quien todavía vivía, pero que había quedado lisiado porque a su nodriza se le cayó cuando huía del asalto que habían hecho en el palacio del rey en la guerra contra Saúl.
Al final el hijo de Jonatán fue invitado a comer en la casa real (2 Samuel 9:7-13). Cuando fue invitado a venir a la casa del rey, David dijo que no comería hasta que estuviera presente Mefi-boset. De modo, pues, que aquel cuyo nombre significa “el que esparce la vergüenza” es un invitado del rey.
El juramento que hubo entre David y Jonatán incluía estas palabras. «Y no apartarás tu misericordia de mi casa para siempre…” ( 1 Samuel 20:15). El amor nunca deja de ser. Los amores reales no se acaban nunca. La promesa de amarse hasta el final es la que hace el padre a sus hijos, la de un esposo hacia su esposa y es la que el Señor le dio a sus discípulos y también a nosotros (Juan 13:1). Consideremos en el mensaje de hoy por qué el amor nunca deja de ser según la visión de Pablo.
I. PORQUE TODO LO SUFRE, AUNQUE NO SEA CORRESPONDIDO
a. “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron” (Juan 1:12).
Hemos dicho que el amor de 1 Corintios 13 tiene su más completo cumplimiento en la persona de nuestro amado Jesucristo. Cambiar la palabra “amor” por Jesucristo es exactamente lo mismo. Y es que el amor que nunca deja de ser es precisamente el amor con el que Dios nos ha amado.
Vamos a partir de esta premisa: no hay ningún sufrimiento en la tierra que no se haya sentido en el cielo. No hay dolor que el ser humano pase que ya Dios no lo ha haya pasado. Los sufrimientos de Cristo no tienen ninguna comparación con los que pasamos nosotros.
El amor todo lo sufre, y fue por amor que Cristo se entregó para morir en la peor ignominia, en la más absoluta vergüenza, en la más descarada burla del populacho, en la más densa de las tinieblas que representó la separación de su Padre Santo, pues no podía ver los pecados que su Hijo llevó en aquel momento
Sufrió la terrible ira del cielo, sufrió el dolor de soportar por seis horas los clavos que traspasaron sus manos y sus pies. Y estando en esa agonía, impulsó su cuerpo sobre los clavos para pronunciar siete palabras que mostraron la extravagancia de su amor.
b. El amor cubre al amado (vers. 7)
El verbo “sufrir” acá tiene dos ideas: Soportar en el sentido de proteger y cubrir. La idea es proteger y cubrir al ser amado de un daño que le pueda pasar. Es estar dispuesto a no publicar aquellas cosas (como faltas) de su amado, si no recibir el agravio para cubrir y soportar al que ama.
La idea del verbo es buscar el bien del otro, no la mancha con la que voy a hundirlo. La naturaleza humana tiende a ser morbosa, y algunas veces parece gozarse cuando algo le pasa al otro, y en lugar de protegerlo lo publica y lo hace pedazos.
Por supuesto que esto no significa pasar por alto el pecado, porque allí no estaría amando a su ser cercano. Además, ya Pablo ha dicho que el amor no se goza de la injusticia. La idea es que se niega hacer público los errores de su amado.
En lugar de hacer lo otro, la persona llega a ser más estricta y rigurosa consigo mismo que con los demás. La más grande demostración de esto es Jesús. Cuando le presentaron la mujer “adúltera”, al final, después de la acusación a la que fue sometida, Jesús dijo: “Ni yo te condeno, vete y no peques más”.
II. PORQUE TODO LO CREE, AUNQUE PAREZCA INGENUO
a. Todo lo cree, pero no es incrédulo
El amor no es crédulo, eso significa que no cree todas las cosas. Los incrédulos creen todas las cosas que le dicen. El amor necesita averiguar la evidencia para ver la realidad. Vea la manera como la gente cree tantas cosas que le dicen por internet.
“Si te tomas estas pastillas serás más vigoroso. Sabías que el remedio de para tu enfermedad lo tienes en tu propia casa”. Y así sigue la lista. La idea de esta frase es que el amor no es desconfiado. No culpa a otro si primero no ve la evidencia.
El amor acá sigue lo que se hace en la jurisprudencia: “Todo hombre es inocente hasta que se compruebe que es culpable”. Un mal ejemplo de esto lo tenemos con los amigos de Job. Ellos dieron por sentado que este hombre estaba en esa condición porque había pecado.
La Biblia previamente había dicho que él era justo. ¡Qué clase de amigos eran estos! En este sentido el amor primero observa, ora, y espera hasta tener un juicio correcto sobre lo que pasa. Qué rápido somos para hacer un juicio a priori acerca de los demás. Spurgeon decía que hay gente que cree todo lo malo, pero no son los hijos del amor. Nos inclinamos a creer más lo malo.
b. El amor no es sospechoso.
El amor no anda sospechando de todo. El amor no es como esas películas policiacas que cuando hay un crimen y se está investigando se sospecha de todos. El sentido de la frase es que el amor siempre piensa bien de la otra persona. Por supuesto que esto es cuando hay amor.
Si no hay amor, entonces entra la sospecha y la desconfianza. Bueno tenemos que decir que lo que Pablo nos presenta acá no es para enaltecer la ingenuidad. El amor, aunque todo lo cree, no es ciego. El amor conoce las falencias de su amado, pero nunca pierde la fe que el postrer estado de la persona puede ser mejor que el primero.
La idea de este texto es mostrarnos que detrás de ciertas acciones negativas, se esconde algo de nobleza y cree más en esa parte positiva que enaltecer lo malo que tiene el otro. Esto que Pablo nos dice acá tiene que ver con esa fe que prevalece en el tiempo, pues se mantiene firme hasta ver lo que Dios puede hacer en una relación que está rota. El amor todo lo cree, especialmente cuando alguien que se ha ido regresa otra vez a la comunión.
III. PORQUE TODO LO ESPERA, AUNQUE NO VEA RESPUESTA
a. El amor espera que la gracia haga su obra (vers. 7c).
Esta parte del amor es hermosa. Está íntimamente relacionada con la esperanza, lo otro que permanece. Lo que esto significa es que aun cuando el ser amado no muestre señales de arrepentimiento, sigue esperando en el Señor. Esto significa que el verdadero amor no es impaciente.
La idea de esto es que nosotros no esperamos en la bondad de la persona para cambiar, sino en la gracia de Dios para obrar. Esto es lo que pasa cuando alguien se desvía del camino. Nos ponemos en santa intercesión para que el Señor intervenga con su gracia y lo levante.
¿Cuánto tiempo vamos a esperar? No lo sabemos. El amor todo lo espera. Ese ejemplo lo vemos en los padres ante la conducta irreverente de sus hijos. Ellos esperan un cambio de rumbo en sus vidas.
Esperar en la gracia que obra es saber que Dios no deja de trabajar y nos manda a esperar dentro de esta virtud del amor. Esperar en Dios es la virtud que requiere de más demanda en nuestras vidas.
Todo en este mundo va tan rápido que el creyente forma parte de esta “rapidez”. Con frecuencia no esperamos en la voluntad de Dios. ¿Por qué un joven termina enamorándose de un inconverso? Porque no han aprendido que el amor todo lo espera.
b. El amor es optimista.
Hay una esperanza verdadera a la que nos aferramos, por lo tanto, el amor no es pesimista. Esta clase de esperanza no está basada en los cambios que se den en el gobierno o en los cambios que nos ofrecen los charlatanes de oficios, o los que nos ofrece el horóscopo o la lectura de las cartas.
El amor todo lo espera; eso es, es paciente hasta ver el cumplimiento total del mejor bienestar en la otra persona. Es aquí donde necesitamos una gracia especial. Mi padre fue un viejo duro de corazón para el evangelio. Creí que por ser pastor sería fácil llevarlo a los pies de Cristo.
En no pocas ocasiones me dejaba sin mis argumentos teológicos, aunque él nunca fue a una escuela. De manera que tuve que intensificar mi vida de oración por él, y no fue sino hasta treinta años después, y ya cuando estaba para morir, que le entregó su corazón a Cristo.
Cuántas personas (mujeres, hombres, pastores, hijos, etc) están esperando la manifestación del poder de Dios sobre eso aquello que esperan. Solo una persona que ama sabe esperar hasta el final. El amor todo lo espera. No se le agota la paciencia. Tiene el combustible para llegar al final de su meta.
III. PORQUE TODO LO SOPORTA, AUNQUE ESTÉ ACORRALADO
a. Como un ejército que está bajo asedio.
La palabra “soportar” es de origen militar. La idea es permanecer bajo presión soportando una carga pesada. La experiencia de Jesús que aun estando en tan terrible agonía, su primera palabra fue: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.
O la que tuvo Esteban que cuando le apedreaban vio la gloria de Dios y a su Hijo sentado a la de derecha del Padre, y dijo: “Señor, no les tomes en cuenta este pecado”. A lo mejor en los pensamientos de Esteban se cobijó el anhelo que aquellos que le estaban apedreando un día llegarán a la verdad. Y en efecto eso pasó, pues entre los presentes había un joven llamado Saulo que después se convirtió a Cristo y lo más probable fue que el valiente testimonio de aquel hombre que soportó por amor las piedras sirvió como la semilla para que un día Saulo llegará a ser el más grande de los apóstoles.
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El libro de Hebreos nos habla que Jesús por el gozo puesto delante de él sufrió el oprobio de la cruz (Hebreos 12:2-3). El amor verdadero todo lo soporta. Eso es, resiste hasta ver la victoria final. No somos dados a soportarnos los unos a los otros.
b. Nada hay que no pueda ser soportado.
Alguien al ver tantos requerimientos de esta clase de amor dirá que es una demanda demasiado grande para cumplirla. La idea de soportar acá es permanecer firme ante las más adversas circunstancias. Es no moverse a pesar de todos los embates a los que se pueda estar sometido.
Pero, ¿qué es lo que soporta el amor verdadero? Pues puede soportar enfermedades, problemas, crisis, defectos, conflictos, debilidades, pecados… El amor verdadero soporta las injurias, los desencantos, las traiciones y hasta las burlas como las padeció nuestro Señor.
Quien posee este carácter reflejará la misma actitud que enfrentó el Señor frente a las adversidades, que mientras más lo ofendían, más soportaba el vituperio por amor a nosotros. Esta es la clase de amor que al final triunfa en la familia, en la pareja y por ende en la iglesia. Que no sea menos que esto nuestro amor.
CONCLUSIÓN
Se cuenta que una vez una mujer divorciada fue al joyero con un pedido inusual. Quería que le hicieran un par de aretes, inscritos con la siguiente frase: «Con todo mi amor». Uno de los aretes debía llevar las palabras «con todo», y el otro arete debía decir «mi amor».
Después de producir el diseño, el joyero se atrevió a preguntarle a su cliente por qué deseaba algo tan original. La mujer divorciada respondió: «Es para ayudarme a recordar que, la próxima vez que alguien me diga esa frase, debo dejar que entre por un oído y salga por el otro».
Este tipo de historia es la triste verdad de aquellos que por creer en el amor, o en el nombre del amor, son destruidos, dañados y ya ni creen ni soportan de ese tipo de “amor”. Pero hay un real amor que nunca deja de ser. Es el amor que todo lo sufre, lo cree, lo espera y lo soporta. Este tipo de amor es el que permanece. Atrévase a vivir este amor.
domingo, 23 de febrero de 2020
Proezas
Josué 14:10-12 “Ahora bien, Jehová me ha hecho vivir, como él dijo, estos cuarenta y cinco años, desde el tiempo que Jehová habló estas palabras a Moisés, cuando Israel andaba por el desierto; y ahora, he aquí, hoy soy de edad de ochenta y cinco años. Todavía estoy tan fuerte como el día que Moisés me envió; cual era mi fuerza entonces, tal es ahora mi fuerza para la guerra, y para salir y para entrar. Dame, pues, ahora este monte, del cual habló Jehová aquel día; porque tú oíste en aquel día que los anaceos están allí, y que hay ciudades grandes y fortificadas. Quizá Jehová estará conmigo, y los echaré, como Jehová ha dicho.”
¿Te has sentido cansado últimamente? ¿Has sentido un cansancio que va más allá de lo físico? Que te lleva a la apatía e incluso a la falta de fe, pues leemos en el pasaje sobre Caleb, vemos que tenía 85 años que como nosotros hemos pensado “soy muy joven”, “soy muy adulto”, “no tengo dinero para emprender”, o “no tengo fuerzas para empezar algo nuevo”, “le temo a la crítica”, y poco a poco van surgiendo una serie de gigantes en nuestras vidas ¿Tienes algún gigante en tu vida?
Caleb fue uno de los 12 espías que Josué envió, 10 llegaron que desalentaron al pueblo, pero hubo 2 que dijeron “Si, hay gigantes, pero vamos a poseerlos en el nombre de Dios”, y ahora con 85 años recuerda una promesa que Dios le había dado ¿Has recordado alguna promesa? Caleb recordó la promesa 45 años después, que se dicen fácil pero no pasan rápido.
Caleb tenía las mismas fuerzas que cuando tenía 45 años, así que si el Señor te ha dado una herencia es hora de que tomes posesión de ella, hasta que no tomes la promesa no es tuya, ¿Caleb vio al os gigantes? No, él creyó en la promesa que Dios le había dado, no le importaron los gigantes, él vio al Señor, cuando imitamos a Caleb vemos que cuando cambiamos nuestras perspectivas cambia nuestra vida, vemos las situaciones de una manera distinta.
¿Quién es el gigante para nosotros? El Señor, porque Él va a ir a pelear mi batalla, no sé cuál es tu situación, si es la salud, la enfermedad, algo temporal, si es un gigante con el que tienes años peleando, que tiene años orando por eso y el Señor no responde, hacemos montañas imposibles de escalar pero para el Señor no es nada ¿Cuánto tiempo tienes sintiendo que no puedes vencer al gigante?
Pero en Josué podemos ver como terminó Caleb, Josué 14:14 “Por tanto, Hebrón vino a ser heredad de Caleb hijo de Jefone cenezeo, hasta hoy, por cuanto había seguido cumplidamente a Jehová Dios de Israe”; otras versiones dicen por cuanto había sido fiel al Señor, Caleb sin importar el tiempo sabía que Dios le iba a cumplir la promesa que le había dado y le renovó sus fuerzas, vamos a pelear, pero hay uno con la fuerza para vencer gigantes.
Salmo 60:12 “En Dios haremos proezas, y él hollará a nuestros enemigos.”
Nos toca pelear creyendo que el Dios de Israel nos ha dado la promesa de vencer, no hay gigante en mi vida que pueda vencer al Dios de Israel, Caleb creyó en el Dios de Israel, en el Señor, Caleb no era distinto a ti y a mí, Números 14:24 “Pero a mi siervo Caleb, por cuanto hubo en él otro espíritu, y decidió ir en pos de mí, yo le meteré en la tierra donde entró, y su descendencia la tendrá en posesión.”, Caleb sabía que podía ir y poseer la tierra, pero dice que tenía otro espíritu y ahí entendemos que era el Espíritu Santo de Dios, que está con nosotros, que se derrama y llena con la fortaleza necesaria, porque no hay gigante como el Señor nuestro Dios.
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