jueves, 2 de mayo de 2019

Satisfecho

A veces, sin darnos cuenta, nuestro estilo de vida, nuestros hábitos y acciones, son los que nos llevan al fracaso económico.  Podemos echarle la culpa, la responsabilidad, al país, a la situación que estamos viviendo; Quizás a lo que otro hizo y que ha provocado ciertas circunstancias que nos limitan en nuestras capacidades económicas.  Pero son la pequeñas zorras – como dice la Palabra – las pequeña acciones, las pequeñas cosas, las decisiones que tomamos o pensamientos que controlan nuestra mente, las que determinan nuestros resultados económicos.  Hasta que no las analicemos, las entendamos y las pongamos a la luz, realmente, no podremos tomar las decisiones correctas que nos encaminen a vivir la vida de libertad económica que Dios tiene para nosotros. 
A veces, no encontramos conexión entre nuestros deseos, las promesas de Dios, nuestras acciones, y los resultados que tenemos.  Tienes deseo de prosperar, Dios te prometió prosperar, y estás trabajando para prosperar, pero no tienes ese resultado.  A Hageo, el profeta le dijo que meditara sobre sus caminos; Sembraba, pero no recogía; Se vestía, pero no se calentaba; Trabajaba, pero recibía su jornal en saco roto.  Así que Hageo tenía que analizar dónde estaba la desconexión.  Y el profeta dijo que, en aquella ocasión, la desconexión era por las prioridades que ellos tenían.  Y, a veces, queremos alcanzar ciertas cosas, pero no nos damos cuenta que nuestros hábitos físicos, naturales, nuestras acciones y nuestros hábitos emocionales y nuestra manera de pensar, nos llevan a vivir una vida de problemas económicos.  A veces, esos problemas económicos no se ven de inmediato, sino que florecen después de un tiempo; Pero, hasta que no identificamos y analizamos las decisiones que tenemos que tomar, no podemos entonces hacer los cambios necesarios. 
Tenemos que enfrentarnos a nuestras realidades, verlas claramente, dejando las emociones a un lado, la vergüenza, la culpa; Limpiar el camino para ver cuál es la situación financiera, cuáles son las decisiones que necesitas tomar para llegar a donde quieres estar, y tomar acción sobre ellas.  Hay varias cosas que tienes que considerar: 
  1. Deja de pensar en el crédito y los préstamos como alternativa para tu progreso.  No es que sea pecado endeudarte.  Dios quiere que tú seas libre económicamente; Y hay mecanismos que pueden usarse, y otros que no.  Mientras más libre de deudas puedas ser, debes aspirar a serlo, no debes vivir del crédito; Especialmente, no debes buscar adquirir por crédito cosas que son temporeras.  Pero, lamentablemente, la tendencia en muchos países es que, todo lo que desees, lo puedes adquirir a través del crédito.  Y no es que esté mal adquirir algo a crédito, pero el no considerar siquiera la posibilidad de hacerlo al contado es otro extremo.  No permitas que el mundo te dirija a esa mentalidad; La oferta que te hacen desde un principio cuando mercadean un producto incluye usualmente un pago en cuotas; En cada tienda que vas, te preguntan si tienes la tarjeta de crédito de esa tienda.  Este punto es en el que más comúnmente la gente cae.  La Biblia nos habla, en Romanos 13:8, que no debamos nada a nadie; Que la única deuda que tenemos que tener es la deuda del amor al prójimo. 
  2. Revisa tus valores.  Tener los valores distorsionados, el no aprender a valorar las cosas correctas, puede llevarte a un estilo de deuda que te lleve al fracaso económico.  Esto puede surgir en un rango de cosas; Por ejemplo, adquirir posesiones para impresionar a otros, para mantenerte como parte de un grupo.  La Biblia nos dice que no juzguemos por las apariencias, sin embargo, nos engañamos a nosotros mismos, creyendo que a través de nuestras apariencias podemos engañar a otros; Nos enfocamos en nuestras ellas, creyendo que así logramos engañar a los demás. 
Así que, en primer lugar, saca el crédito, el préstamo, de tu mente como única alternativa para progresar.  ¿No tienes casa?  Aunque no tengas crédito, Dios te la puede dar; Ahorra.  ¿No tienes carro?  Dios puede hacer un milagro.  Y, en segundo lugar, ten los valores correctos, no vivas de apariencias, no pongas cosas distorsionadas en tu mente. 
  • Deja el egoísmo.  Vivir egoístamente te lleva al fracaso financiero.  Esto podemos ponerlo en el aspecto de dar, de ser generoso; Y sí es cierto que, cuando bendices a otros, Dios te prospera; Pero, cuando hablamos de dejar de vivir egoístamente, hablamos también de dejar de ser el centro de tu propio universo y pensar que todo tiene que girar alrededor de ti.  Cuando te vuelves tu centro, tomas decisiones solo para ti, no tan solo en cuanto a generosidad, sino en cuanto a metas, proyectos; No consideras los sueños de otros, o cómo una decisión tuya puede afectarles. 
  • Deja de vivir despreocupadamente.  Esto pasa mucho en la religión.  Viven el hoy, sin pensar en el mañana, sin responsabilidad.  Hay dicho que dice que “las últimas las paga el diablo”, pero especialmente en cuanto a finanzas, las últimas no las paga el diablo, las pagan tus hijos; Alguien va a responder por tus decisiones despreocupadas.  Debes conocer el balance de tus cuentas, presupuestarte. 
  • Deja de usar el dinero como escape.  Un ejemplo de esto es gastar tu salario en entretenimiento.  Tu manera de escapar de tus frustraciones no son las finanzas; Todo lo contrario: Si no usas correctamente el dinero, aquello que tú piensas que es tu válvula de escape se va a convertir en tu mayor problema; Estarás tomando decisiones emocionales y, lamentablemente, no van a ser las mejores; Tendrás alivio temporero, pero eventualmente, te encontrarás en graves aprietos.  No utilices tus finanzas y tus decisiones económicas como escape emocional. 
Aprende a estar satisfecho, contento donde estás; Aprende a decir que no, a tomar control sobre tus emociones, y permite que Dios traiga libertad a tu vida. 

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