jueves, 31 de mayo de 2018

Soy Hijo de Dios

Por eso, ustedes ya no son extranjeros, ya no están fuera de su tierra, sino que ahora comparten con el pueblo santo los mismos derechos, y son miembros de la familia de Dios.” (Efesios 2:19 DHH).
Introducción
Es buena ratificar una vez más que la regeneración tiene que ver con nuestra vida espiritual interior (nuevo nacimiento). La justificación tiene que ver con nuestra posición delante de la ley de Dios. Pero la adopción tiene que ver con nuestra relación con Dios como nuestro Padre, y en la adopción recibimos muchas de las grandes bendiciones que conoceremos por toda la eternidad.
Los beneficios o privilegios que acompañan a la adopción los podemos ver, primero, en la manera en que Dios se relaciona con nosotros, y segundo, en la forma en que debemos relacionarnos unos con otros como hermanos en Cristo.


Al Dios tener una relación con nosotros de Padre a hijo, nos demuestra claramente:

Que nos ama. “Miren cuánto nos ama el Padre, que nos ha concedido ser llamados hijos de Dios. Y lo somos.” (1 Juan 3:1 RVC). Juan se maravilla de cómo el amor de Dios regenera a los creyentes y los adopta como sus hijos, una experiencia espiritual con resultados sociales que el mundo no puede comprender.
El amor de Dios está en total contraste con el amor del mundo. El mundo ama a quienes lo aman, en cambio Dios ama aun a quienes lo desobedecen. Imagínese que Dios nos demostró su amor en que Cristo murió por nosotros aun cuando éramos pecadores. (Romanos 5:8).
Que nos comprende. “Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen. Porque él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo.” (Salmos 103:13-14). Alguien ha dicho que «la debilidad del hombre atrae la compasión de Dios».
Como un padre humano mira con comprensión y amor cuando su niño lucha con una tarea que realmente es para un hombre, así Jehová nos mira con misericordia en nuestra debilidad. Él conoce nuestra condición, sabe que somos hechos de polvo, que somos frágiles e impotentes. Con demasiada frecuencia se nos olvida aquello que Dios recuerda: que somos polvo. Este descuido nuestro nos conduce al orgullo, la auto confianza, la independencia y los ataques de nervios.
Que suple nuestras necesidades. “Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a los que le pidan!” (Mateo 7:11). Cristo nos revela el corazón de Dios el Padre.
Él no es egoísta [que piensa sólo en él], envidioso [que se enoja si sus hijos prosperan] ni avaro [tacaño]. No tenemos que mendigar ni arrastrarnos cuando venimos con nuestras peticiones delante de nuestro Padre. Él es un Padre amante que comprende, cuida y conforta a sus hijos.
Si los seres humanos [siendo malos por naturaleza] pueden ser bondadosos con sus hijos, imagine cuán bondadoso puede ser Dios, el creador de todo lo bueno. “Todo lo que es bueno y perfecto desciende a nosotros de parte de Dios nuestro Padre, quien creó todas las luces de los cielos. Él nunca cambia ni varía como una sombra en movimiento.” (Santiago 1:17NTV).
Que nos dirige. Uno de los privilegios de la adopción es ser dirigido por el Espíritu Santo. El hijo que pertenece a la familia de Dios es guiado por el Espíritu de Dios, por eso dice Pablo “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios» (Romanos 8:14).
Los hijos de Dios no somos guiados por medio de impresiones o impulsos mentales que suministran dirección en las decisiones de la vida. Más bien, es el Espíritu de Dios el que nos guía y dirige de manera objetiva e intencional. Ilumina la mente de los hijos de Dios para que entiendan la Palabra de Dios y los capacita para que obedezcan las Escrituras y agraden al Padre celestial.
Que nos disciplina como hijos. Aunque no siempre se reconoce como un privilegio, el hecho de que Dios nos discipline como sus hijos es una bendición. Y ya han olvidado por completo las palabras de aliento que como a hijos se les dirige: “Hijo mío, no tomes a la ligera la disciplina del Señor ni te desanimes cuando te reprenda, porque el Señor disciplina a los que ama, y azota a todo el que recibe como hijo” (Hebreos 12:5-6, citando Proverbios 3:11-12).
Dios nos trata como verdaderos hijos. Y ¿qué hijo hay a quien el padre no disciplina y corrige? La disciplina forma parte de la educación formal de los hijos. Aunque a veces no existe esa disciplina, y otras veces es aplica de la peor forma. Felicito a los padres que se ocupan de disciplinar correctamente a sus hijos.
La biblia dice que cuando Dios nos disciplina, lo hace para nuestro bien, a fin de que participemos de su santidad” (Hebreos 12:710). Su disciplina nunca es resultado del capricho y la ira, sino que es siempre para nuestro provecho. Su objetivo es que participemos de su santidad. Y la santidad nunca puede ser producida fuera de la escuela de Dios.
Que nos instruye a vivir como familia. El Nuevo Testamento se refiere muchas veces a los cristianos como «hermanos» y «hermanas» en Cristo (Romanos 1:138:121 Corintios 1:106:8Santiago 1:2Mateo 12:50Romanos 16:11 Corintios 7:15Filemón 1:2Santiago 2:15). Pablo le dice a Timoteo “No reprendas con dureza al anciano, sino aconséjalo como si fuera tu padre. Trata a los jóvenes como a hermanos; a las ancianas, como a madres; a las jóvenes, como a hermanas, con toda pureza” (1 Timoteo 5:1-2).
Este concepto bíblico de la iglesia como la familia de Dios nos enseña que el trabajo de la iglesia es un «trabajo de familia». Por lo tanto, los miembros de esta familia nunca deben competir unos con otros ni obstaculizarse unos a otros en sus esfuerzos de servir a Dios y a Su iglesia, sino que más bien debieran alentarse unos a otros y darle gracias a Dios por el progreso o éxito que tenga cualquier miembro de la familia.
Que espera que lo imitemos. Otro aspecto de nuestra membresía en la familia de Dios es que nosotros, como hijos de Dios, debemos imitar a nuestro Padre que está en el cielo en toda nuestra conducta. “Imiten ustedes a Dios como hijos amados que imitan a su padre.” (Efesios 5:1 NT BAD). [Ustedes son hijos de Dios, y él los ama. Por eso deben tratar de ser como él es. TLA] Deben seguir el ejemplo de Dios de la manera que los hijos bien amados siguen el buen ejemplo de sus padres. Por encima de todo, el cristiano debe imitar el amor y el perdón de Dios.
En este sentido el apóstol Pedro dice: “Como hijos obedientes, obedezcan a Dios; no vuelvan bajo ningún concepto a la vida que llevaban cuando no conocían nada mejor. Sean santos en su manera de vivir, porque el que los invitó a ser hijos suyos es santo.” (1 Pedro 1:14-15 NTBAD). Si Dios nuestro Padre en el cielo es santo, nosotros deberíamos ser santos como hijos obedientes.
CONCLUSIONES
Hoy disfrutamos de los privilegios de ser adoptados como hijos de Dios, miembros de Su familia. La relación de Padre a hijos que tenemos con Dios garantiza que Dios el Padre nos ama; nos comprende; suple nuestras necesidades; nos dirige; nos disciplina como hijos; nos instruye a vivir como familia de la fe; y es un Padre que espera que lo imitemos en todo.
Ni satanás, ni el mundo, ni la carne pueden privarnos de disfrutar de estos privilegios que alcanzamos al poner nuestra fe en Jesucristo y que el compró para nosotros en la cruz del Calvario.
Y si estas bendiciones están garantizadas ahora por la presencia del Espíritu Santo que es el anticipo de nuestra herencia, entonces quiero recordarte que todos los grandes privilegios y las bendiciones del cielo que están preparados para nosotros están garantizadas.
No somos cualquier cosa, somos los hijos de Dios, somos miembros de la familia real, príncipes y princesas que reinarán con Cristo sobre los nuevos cielos y nueva tierra. Jesucristo prometió que “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.” (Apocalipsis 3:21).

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