¿Tienes sueños que aún no se han cumplido? ¿Anhelas algo con todo tu corazón y Dios todavía no te lo ha dado?
No eres el único, todos tenemos algo, por lo menos una cosa, que nuestro corazón desea apasionadamente pero que aún Dios no nos ha concedido.
Elcana tenía dos esposas: Penina y Ana. La segunda no tenía hijos y por eso Penina se burlaba de ella. Cada año, mientras iban al tabernáculo sucedía lo mismo y Ana se sentía tan mal que inclusive dejaba de comer.
Un día, después de ofrecer sacrificio Ana se levantó y fue a orar y con gran angustia derramó su corazón delante de Dios. El relato dice que no salían palabras audibles de la boca de Ana y que inclusive Elí, el sacerdote, pensó que ella estaba ebria y la reprendió.
¿Alguna vez has pasado por algo así? ¿Te has sentido tan triste que no puedes ni proferir palabras? Inclusive cuando intentas orar no encuentras cómo dirigirte a Dios porque aquello que te sucede te duele tanto que las lágrimas son lo que mejor expresa lo que sientes.
La gente no comprende lo que te sucede, por más que les expliques no llegan a entender el dolor que estás atravesando y, aunque tratan de consolarte, no hay nada que alivie tu pesar. Tal vez es porque los sueños son personales y cada uno sabe el valor que tienen. Inclusive para Elcana era difícil comprender por qué Ana se deprimía tanto por no tener hijos.
Y claro, no faltan las Peninas que siempre saben cómo poner el dedo en la llaga y se ocupan de recordarte aquello que no has logrado todavía, aquella oración que aún no ha sido contestada.
Pero Ana, fue al tabernáculo y derramó su corazón delante de Dios, ¿Habrá un mejor lugar? ¿Habrá alguien que te entienda como Él?
El relato continúa diciendo que una vez que Ana le explicó a Elí lo que sucedía él le dijo: “… Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho. Y ella dijo: Halle tu sierva gracia delante de tus ojos. Y se fue la mujer por su camino, y comió, y no estuvo más triste. Y levantándose de mañana, adoraron delante de Jehová….” (1 Samuel 1:17- 19)
Te invito a seguir el ejemplo de Ana. Presenta tu petición delante de Dios, derrama tu corazón en Su presencia. ¿Quién más podría entenderte y consolarte? ¿Quién más puede cumplir los anhelos que tienes?
Si ya lo hiciste levántate y no estés más triste, ve y adora a Dios. Y espera que Él no deshecha nuestras peticiones y te dará lo que tanto anhelas.
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