jueves, 30 de julio de 2020

Misericordia mía

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Creo en ti (Letra) - Soluciones Live, Julio Melgar & Marcela Gándara

Consuelo

“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación” (2 Corintios 1:3).

Está en el corazón de Dios el querer reconfortar a su pueblo. Tenemos que empezar con esta verdad central. Toda consolación para cualquier sufrimiento surge de la comprensión y, la comprensión, es un reflejo del corazón. Toda consolación divina es el puro reflejo del corazón de Dios. ¡Oh, qué deficientes somos en enfocar esta verdad! El corazón de Dios es nuestro corazón: En él moramos y estamos como en un hogar y dentro de él.

¿Podemos dudar de su corazón por un momento cuando en su pecho encontró al Cordero para ofrecer en sacrificio por nuestro pecado? Si pues, no escatimó a su propio Hijo, sino que lo dio por todos nosotros (Ro. 8:32), ¿podemos tener alguna duda que apague la esperanza de consolación de Dios que anida en lo más hondo de nuestro más profundo sufrimiento y congoja? En el mismo corazón que Jesús nos dio, se encuentra la fuente divina de toda consolación verdadera que fluye a nuestro lado en este valle de lágrimas.

Hija de aflicción, hijo de tribulación: Dios lo ama con todo su corazón. Son de usted cada pulso de vida, cada latido de amor, cada flujo de compasión y cada gota de comprensión.

El corazón de Dios habla a su corazón. Su profundo amor está en sintonía con el profundo dolor de usted. ¿Acaso lo duda? Escuche su mandato a su siervo, el Profeta: “Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios. Hablad al corazón de Jerusalén; decidle a voces que su tiempo es ya cumplido, que su pecado es perdonado; que doble ha recibido de la mano de Jehová por todos sus pecados” (Is. 40:1-2).

Tome nota de la ternura de la consolación de Dios.

Es como el corazón de una madre. ¿Quién puede tener un corazón tan lleno de amor, ternura y comprensión como el de ella? Tome nota de las palabras conmovedoras: “Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros” (Is. 66:13).

¿De qué manantial de amor tan puro, de qué fuente de sensibilidad tan profunda, de qué vertiente tan dulce, fluyen la comprensión y consolación en tiempos de adversidad y dolor como el de ella? El corazón de la madre es el primer lugar donde entra el amor y el último del que sale.

Nace cuando nacemos nosotros, crece con nuestro crecimiento y se aferra a nosotros a lo largo de todos los cambios de la vida. Sonríe cuando nosotros sonreímos y llora cuando nosotros lloramos.

Cuando los años han nublado la vista, la cabeza está cubierta de canas y las nieves de muchos inviernos encorvan su cuerpo, el amor de madre sigue siendo tan profundo, vivaz y cálido como cuando tuvo en sus brazos su tesoro recién nacido. Así también es la consolación con la que Dios consuela a su pueblo. “Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros” (Is. 66:13).

Hemos presentado la idea de las consolaciones de Dios como maternales. También nos consuela como un padre. Todas las medidas correctivas de Dios son paternales, igualmente, lo es su consuelo. La mano que mata, la mano que da vida, la mano que hiere y la mano que venda es la mano del Padre. “Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?” (He. 12:7). “Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen” (Sal. 103:13).

Esta imagen encuentra eco en el corazón de cada padre y cada madre. ¡Qué calma da descubrir que la disciplina de una prueba viene de la mano de un Padre! Él nos reprende, amonesta y corrige como lo hace un padre con los hijos que ama y esto suaviza, calma y cura nuestras heridas. “Si esta copa viene de mi Padre”, exclama el hijo afligido, “entonces la beberé sin quejarme. Me ha herido el corazón de lado a lado.

Puede haberme afligido, pero sigue siendo mi Padre y yo le ofreceré mi reverencia, sometiéndome silenciosa y sumisamente a la vara que sólo el amor ha enviado y que ya está brotando para convertirse en una fruta preciosa, haciéndome partícipe de su santidad”.

Acepte pues, el consuelo con que el Padre busca sostenerlo y calmarlo en su calamidad presente. No se niegue a ser consolado. Rechazar la consolación divina porque la mano de Dios lo ha golpeado, es aferrarse a un espíritu contrariado y rebelde contra Dios.

El rechazo persistente a todas las promesas, garantía y consolaciones de su Padre celestial, dice: “Dios me ha herido profunda y dolorosamente, no puedo perdonarlo y no puedo olvidar la ofensa”. ¿Tiene razón para estar tan indignado? Por amor, oscureció su hogar con la muerte ¿o es que transfirió la flor terrenal para que floreciera en el paraíso celestial?

¿Rechazará ahora la consolación que sinceramente derramaría en su corazón, exclamando con el espíritu de contumacia y rebeldía: “Mi alma rehúsa consuelo”? ¡Dios no lo quiera! Rinda su corazón a ese consuelo como la flor sedienta al rocío y, con profunda gratitud, exclame: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones” (2 Co. 1:3-4).

¡Es un gozo pensar que en su propio corazón infinito, en el pacto de su gracia, en el evangelio de su amor y en nuestro Señor Jesucristo, ha provisto consuelo para todos los sufrimientos de su pueblo! No puede aparecer ninguna prueba nueva en su camino, ningún dolor que empañe su espíritu, ninguna calamidad nueva que lo aplaste contra el suelo, que el Dios de toda consolación no haya anticipado en el consuelo que ha provisto a su Iglesia.

“¡Cuán grande es tu bondad, que has guardado para los que te temen, que has mostrado a los que esperan en ti, delante de los hijos de los hombres!” (Sal. 31:19).

¡Y qué consuelo es el Señor Jesucristo para su pueblo! No puede haber ninguna revelación de Dios como el Dios de toda consolación, excepto por medio de Cristo. Él es el Depositario de nuestra consolación, tanto que es llamado “la consolación de Israel” (Lc. 2:25). Cristo es nuestro consuelo y el Espíritu Santo es nuestro Consolador.

¿Quién puede escuchar estas palabras de ternura y amor que brotan de sus labios para los corazones dolientes de sus discípulos en víspera de ser separados de él y no sentir que Cristo es realmente la consolación de su pueblo? “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay” (Jn. 14:1-2).

¿Surge su dolor de un sentimiento de pecado? La sangre de Jesús perdona. ¿Es por una convicción de condenación? La justicia de Cristo justifica. ¿Es el poder del pecado en usted? La gracia de Jesús lo vence. ¿Es por alguna necesitad temporal urgente? Todos sus recursos se encuentran en Jesús y él ha prometido suplir todas sus necesidades para que no le falten el pan y el agua.

¿Es su sufrimiento debido al profundo dolor de haber perdido a un ser querido? ¿Dónde podría encontrar una compasión tan tierna como la del corazón de Jesús de quien está escrito “Jesús lloró”? (Jn. 11:35).

¿Quién puede consolar ese dolor más que Cristo? Él puede consolar y lo hace. ¿Corre usted algún peligro o se encuentra ante una dificultad que parece imposible de superar? Cristo es todo poder y él lo defenderá contra su enemigo y quitará de su camino la piedra de tropiezo.

¿Alguna enfermedad o declinación en su salud afecta su espíritu? Aquel que “tomó nuestras enfermedades” (Mt. 8:17) es su consolación ahora y no lo dejará sufrir solo. Él puede curar su mal con una palabra o tender su cama en medio de la enfermedad con el sostén de su gracia y las manifestaciones de su amor, de manera que pueda seguir allí con paciencia todo el tiempo que a él le plazca…

Aprenda de este tema a llevarle de inmediato sus problemas a Dios. Dios quiere que lo use como el Dios de toda consolación. ¿Por qué se daría a conocer como tal si no quisiera que usted recurra a él inmediatamente y sin vacilación en cada tribulación? Estas son enviadas con este propósito, que tenga “ahora… amistad con él”.

Muchas pobres almas han conocido por primera vez a Dios en medio de alguna tribulación profunda y dolorosa. No fue hasta que Dios les quitó de raíz todos los consuelos terrenales que pudieron ver que habían estado viviendo sin Dios.

Pero es en las etapas avanzadas de nuestra vida de fe cuando sabemos más del carácter de Dios; aprendemos más de su corazón amante y su Palabra revelada cuando recurrimos a él en nuestras tribulaciones para recibir el consuelo que sólo él puede dar. ¡Oh, la bendición de la cercanía divina que ha resultado de nuestros sufrimientos!... Y no debemos ignorar los diversos medios con los cuales Dios nos conforta. Nos conforta con sus palabras y las doctrinas, promesas y normas que en ella encontramos.

Nos conforta por medio de la oración, atrayéndonos a su trono de misericordia y a tener comunión con él por medio de Cristo. ¡Qué consuelo fluye a través de este medio! En el momento que nos despertamos y nos entregamos a la oración, tenemos conciencia de una quietud mental y una calma indescriptible en el corazón.

La oración ha alivianado la carga, disuelto los nubarrones y dado pruebas de ser una entrada para la paz, el gozo y la esperanza que sobrepasan todo entendimiento y están llenas de gloria… Tampoco olvidemos que Dios, a menudo, consuela a su pueblo quitando todo consuelo aparte de él. Le dijo a su Iglesia: “He aquí que yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón” (Os. 2:14).

¿Lo está llevando a usted, muy amado, al desierto de la separación, la tribulación o la soledad? Puede estar seguro que es para confortarlo, para hablarle a su corazón y para revelarse como el “Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones”.

Así es como aprendemos que, si vamos a recibir verdadera consolación, tenemos que apresurarnos a recurrir al cielo con fe para obtenerla. Es un tesoro que no existe sobre la tierra. Es una joya del cielo, una flor del paraíso que no existe en ninguna mina ni crece en ningún jardín terrenal.

Podemos labrar nuestras propias cruces, pero no podemos fabricar nuestro propio consuelo. Si lo buscamos entre los mortales, no hacemos más que buscar lo vivo entre lo muerto…

¿Le ha dado Jesús consuelo en exceso? Vaya y derrame el exceso en algún corazón herido. Recuerde uno de los propósitos de la consolación de Dios es “para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios” (2 Co. 1:4).

Qué privilegio tan grande, santo y divino, poder ir al hogar enlutado, al cuarto del enfermo, a su lecho, al creyente en Jesús que pasa por alguna adversidad o al hijo de luz que anda en oscuridad, y fortalecerle y reconfortarlo en Dios. Teniendo esto como nuestra misión, seamos imitadores de Dios, el “Dios de toda consolación”.

Quiero recordarle con qué fuente de consolación cuenta usted: Su Dios es este Dios de toda consolación. Dado que usted posee las corrientes, las corrientes que lo llevan a su manantial, entonces todo lo que está en Dios es suyo. Supongamos que el suyo es un caso de sufrimiento extremo. Imaginémonos que tiene problemas familiares, que está abatido por sus circunstancias, sin amigos y sin hogar.

Sin embargo y a pesar de todo esto, pongo todo en balanza y afirmo que pesa más la verdad de que el Dios de toda consolación es su Dios. Sabiendo que esta bendición pesa infinitamente más que toda su carencia y su dolor, le ruego que haga que la soledad por la que está pasando se convierta en un eco que reverbere con sus gritos de gozo y sus cantos de alabanza.

¿Qué si su hogar está desolado y sus provisiones son escasas? ¿Qué si su corazón se siente solitario y su cuerpo está enfermo? ¿Qué es todo esto si Dios es su Dios, si Cristo es su Salvador y si el cielo es su morada? ¡En medio de sus pruebas, sufrimientos y dolores, tiene más razón para ser feliz y para cantar que la que tienen los ángeles más esplendorosos delante de trono! La posición de estos es su propia justicia, la de usted es la justicia de Dios. ¡Ellos adoran a Dios desde una distancia discreta, usted lo hace de cerca porque entra en el santuario por la sangre de Cristo y lo llama “Padre”!

¿Acaso no es un consuelo tener la seguridad de que Cristo es suyo y que usted es de Cristo? Con un Salvador y Amigo así, con un Defensor e Intercesor en el cielo como Jesús, ¡qué reconfortado debiera estar en todas sus tribulaciones! Jesús lo conoce, otros quizá no.

El mundo hostiga, los santos juzgan; los amigos no comprenden y los enemigos condenan, sólo porque no lo conocen o no lo pueden comprender. ¡Jesús lo conoce! Que esto le baste. Qué reconfortante que puede usted admitirlo en cada rincón de su alma y en cada secreto de su corazón con la seguridad de que él todo lo ve, todo lo sabe y todo lo comprende…

¡Oh, vivir con Jesús independientemente de los santos y en un plano superior que el mundo! Eso es consuelo verdadero. El instante cuando percibimos claramente que “Cristo nos conoce plenamente: Nuestras debilidades personales, nuestros sufrimientos secretos, nuestras pruebas familiares, nuestras ansiedades profesionales, toda nuestra vida interior”, somos reconfortados como ningún amigo en la tierra o ángel en el cielo puede reconfortarnos. ¡Qué Cristo es el nuestro! Cuánto debemos amarlo, confiar en él, servirle y, de ser necesario, sufrir y morir por él.


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miércoles, 29 de julio de 2020

►►cuando mi pueblo ora (original)◄◄ de jose luis reyes con letra

Llamado

Todos hemos recibido una llamada equivocada. Pero hay llamadas que también nos encanta recibir. La joven que espera la llamada de aquel muchacho que le interesa, la madre que escucha la voz de su hijo por el teléfono, la llamada que trae la noticia de un nuevo trabajo - ¡qué agradable es recibir esa clase de llamada! Pero ¿cuál será la llamada más importante? ¿Sabes? Dios siempre te está llamando. Dios usa varios teléfonos que constantemente suenan - pero son mucho más grandes que aquel celular que traes en el bolsillo.

De hecho, Dios llama constantemente a cada persona en este mundo a conocerlo y a honrarlo. ¿Cómo nos llama? En primer lugar, Dios constantemente nos llama por medio de su creación. En el mundo que nos rodea vemos, sentimos y escuchamos el llamado constante de Dios a conocerlo.

El rey David nos habla de esto en el Salmo 19. Leamos los primeros cuatro versículos:

19:1 Los cielos cuentan la gloria de Dios, el firmamento proclama la obra de sus manos.
19:2 Un día transmite al otro la noticia, una noche a la otra comparte su saber.
19:3 Sin palabras, sin lenguaje, sin una voz perceptible,
19:4 por toda la tierra resuena su eco, ¡sus palabras llegan hasta los confines del mundo! Dios ha plantado en los cielos un pabellón para el sol.

Dios ha puesto sobre nuestra cabeza un espectacular que proclama su gloria. El cielo - con su color, con el sol, la luna y las estrellas - anuncia constantemente que hay un Dios. En la regularidad del día y de la noche hay una proclamación.

Entre la humanidad las cosas cambian constantemente, pero podemos calcular con exactitud cuánto durará el día y cuánto durará la noche. Es un mensaje de Dios. Este mensaje no se tiene que traducir; nadie puede decir que no lo pudo entender. Más bien, sin palabras y sin lenguaje, su eco resuena por toda la tierra. ¡Este mensaje llega de sol a sol!

Pero alguien dirá: "La ciencia ya nos ha explicado cómo sucede todo eso. El cielo se pinta de colores porque las moléculas de la atmósfera reflejan la luz solar en diferentes ondas. El día y la noche se alternan regularmente porque la tierra gira en su órbita alrededor del sol. ¡La ciencia lo explica!"

Es cierto, la ciencia nos explica cómo suceden estas cosas. Pero la ciencia no nos puede explicar por qué suceden estas cosas. La ciencia, en otras palabras, nos explica cómo se escribió este mensaje. Pero no puede decirnos quién lo escribió. Para eso nos hace falta la Biblia. La ciencia nos describe la tinta que Dios usó para escribir su mensaje, pero no cancela el significado del mensaje.

Vemos, entonces, que Dios constantemente está hablando a cada ser humano por medio de su creación. Dios constantemente te llama en lo que ves a tu alrededor. Y ese llamado deja a todos sin excusa. Vayamos a Romanos 1, y leamos los versos 18 al 21:

1:18 Ciertamente, la ira de Dios viene revelándose desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los seres humanos, que con su maldad obstruyen la verdad.
1:19 Me explico: lo que se puede conocer acerca de Dios es evidente para ellos, pues él mismo se lo ha revelado.
1:20 Porque desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él creó, de modo que nadie tiene excusa.
1:21 A pesar de haber conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se extraviaron en sus inútiles razonamientos, y se les oscureció su insensato corazón.

¿Por qué, dice Pablo, se enoja Dios con la humanidad? Simplemente porque El los ha llamado a todos a conocerlo por medio de su creación, pero la gente ha decidido ignorarlo y seguir su propio camino.

Una vez vi un letrero colocado en una esquina. Decía en letras muy grandes: "No tirar basura". ¿Saben dónde estaba el lugar más sucio y lleno de basura de toda esa calle? El lugar junto al letrero, claro. Del mismo modo, Dios ha dejado un enorme letrero colgado sobre la creación, mostrando su poder y su sabiduría. ¿Qué hemos hecho? Hemos rechazado esa revelación y hemos creado dioses de nuestro propio invento. Se ve lo mismo en cada cultura del mundo.

Dios siempre te está llamando a través de su creación. ¿Cómo has respondido a su llamado? ¿Has dicho: Número equivocado, y has colgado el teléfono? ¿O te das cuenta de que hay un Dios poderoso que te hizo y que te llama a adorarlo? No ignores el llamado de Dios en su creación.

Hay una segunda manera en la que Dios nos llama. La encontramos en Romanos 2:14-16:

2:14 De hecho, cuando los gentiles, que no tienen la ley, cumplen por naturaleza lo que la ley exige, ellos son ley para sí mismos, aunque no tengan la ley.
2:15 Estos muestran que llevan escrito en el corazón lo que la ley exige, como lo atestigua su conciencia, pues sus propios pensamientos algunas veces los acusan y otras veces los excusan.
2:16 Así sucederá el día en que, por medio de Jesucristo, Dios juzgará los secretos de toda persona, como lo declara mi evangelio.

Estos versículos nos hablan del llamado que Dios nos hace por medio de nuestra conciencia. En el Antiguo Testamento, Dios reveló su ley al pueblo judío. Ellos sabían que no debían matar, que no debían robar, que no debían cometer adulterio o dar falso testimonio porque la ley se lo decía.

Pero ¿qué de los gentiles, los que no tenían la ventaja de haber recibido esta revelación? ¿Serán inocentes ante Dios? En realidad, todos tenemos una ley. Aun la persona que no tuvo la ventaja de haber estudiado la Biblia tiene en su corazón una voz que le dice que algunas cosas están bien y otras están mal. Debido al pecado, nuestra conciencia a veces se equivoca. Pero el hecho de tener una conciencia nos muestra que existe una ley que distingue entre el bien y el mal.

Ahora bien, si tenemos en nuestro corazón una conciencia del bien y del mal, ¿quién puso esa conciencia en nosotros? Si existe una ley que distingue entre el bien y el mal, ¿quién escribió esa ley? Imagina, por un momento, que camináramos por una vereda en medio de la selva. ¿Has visitado la selva alguna vez? La selva está llena de animales, de aves y de plantas muy bellas - pero también está llena de peligro.

Caminamos por esa vereda en la selva y comenzamos a especular: ¿por qué hay una vereda en la selva? Quizás los venados la hicieron, o los tapires. Los animales hacen veredas. Pero al seguir caminando, llegamos a una bifurcación en el camino. En medio de la i griega hay un pedazo de madera montado sobre un palo, con una flecha que señala hacia la derecha.

¿Seguiremos pensando que la vereda fue hecha por los animales? Los animales son capaces de hacer veredas, pero no dejan señalamientos que nosotros podamos leer. Esa flecha nos indica que alguien con inteligencia humana y con la capacidad de comunicarse con nosotros ya pasó por allí.

En nuestro corazón existen señalamientos que nos muestran lo bueno y lo malo. Dios nos llama por nuestra conciencia a reconocer que El existe, y que es un ser moral. Dios distingue entre el bien y el mal, y por eso nos llama a hacer lo mismo.

Pero nuestra conciencia también nos indica otra cosa. Nos muestra que somos culpables ante ese Dios, porque no hemos guardado cabalmente sus leyes. No hemos obedecido siempre lo que nos dice nuestra conciencia. Somos culpables ante El.

Esto nos lleva al tercer llamado que Dios te está haciendo. Es el llamado universal del evangelio. Colosenses 1:23 nos habla de esto: "con tal de que se mantengan firmes en la fe, bien cimentados y estables, sin abandonar la esperanza que ofrece el evangelio. Este es el evangelio que ustedes oyeron y que ha sido proclamado en toda la creación debajo del cielo, y del que yo, Pablo, he llegado a ser servidor". El apóstol Pablo declara que él fue hecho ministro de un mensaje que se predica en toda la creación que está bajo el cielo. ¡Qué interesantes palabras! Bajo el mismo cielo que Dios usa para anunciar su poder y sabiduría, se predica el evangelio de salvación.

El llamado que Dios nos hace por medio del evangelio nos permite responder a los otros dos llamados. En la creación que nos rodea Dios nos llama a reconocer su poder y su sabiduría. Vemos estas cosas en la creación, pero todavía preguntamos: ¿cómo puedo conocer a ese Dios?

En la conciencia Dios nos llama a reconocer que El es bueno y santo, pero nos preguntamos: ¿cómo puedo ser perdonado para conocer a ese Dios bueno y santo? Mi conciencia me demuestra que yo no soy bueno ni santo. En el evangelio encontramos la respuesta.

El evangelio nos dice que Dios se hizo hombre para que lo pudiéramos conocer, y llevó nuestro pecado a la cruz para podernos perdonar. El evangelio es la historia de Jesús. Siendo Dios, El se hizo hombre y nació de una mujer. Vivió en este mundo como vivimos nosotros, pero sin pecado.

Nos enseñó cómo es Dios. En una ocasión, sus discípulos le dijeron: "Muéstranos al Padre". Su respuesta fue: "¿No entienden que, si me han visto a mí, también han visto al Padre?" Nos mostró perfectamente cómo es Dios.

Después de vivir una vida sin pecado, fue traicionado y crucificado por la envidia de ciertas personas. Pero algo maravilloso sucedió cuando murió. Su muerte, como hombre totalmente inocente y como Dios, fue el pago suficiente por los pecados de todos nosotros. El pagó por los pecados que nuestra conciencia nos señala. El fue condenado en nuestro lugar.

La muerte no pudo detenerlo. Al tercer día, El resucitó y ahora reina. Este mensaje, el evangelio, tiene poder para salvar a cualquier persona que lo recibe por fe. Es por esto que Dios lo ha enviado a toda la creación. El día de Pentecostés, el día del inicio de la Iglesia, Dios había reunido personas de tres continentes para escuchar el mensaje. El ha enviado a sus misioneros alrededor del mundo.

¿Por qué? La respuesta se encuentra en 1 Timoteo 2:3-4:

2:3 Esto es bueno y agradable a Dios nuestro Salvador,
2:4 pues él quiere que todos sean salvos y lleguen a conocer la verdad.

Dios no desea que nadie se pierda. El no se deleita en la condenación de nadie. Es por esto que ha mandado que se predique su evangelio en toda la creación. Ha puesto su salvación al alcance de toda persona, porque El ama al mundo.

Amigo, Dios te está llamando. Esta mañana pintó el cielo de colores para mostrarte su grandeza y amor. El te habla en tu conciencia, diciéndote una y otra vez: Aquí estoy. Te ha hablado a través de su Hijo Jesucristo. Jesús dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí.

Jesús también dijo: He aquí, yo estoy a la puerta y llamo. Si alguno oyere mi voz, yo entraré, y cenaré con él, y él conmigo. Amigo, ¿cómo has respondido al llamado de Dios?

Ilustración Cristiana

Se cuenta la historia de un hombre que se encontró en medio de una fuerte tormenta. Las aguas comenzaron a subir, y pronto su casa estaba rodeada de agua. En su necesidad oró: Señor, sálvame. Pero las aguas seguían subiendo. Salió de su casa y se sentó en el porche, y pronto pasó un camión 4x4. ¡Ven con nosotros! - le gritó el chofer del camión, pero él respondió: ¡Dios me va a salvar!

Las aguas seguían subiendo, y tuvo que refugiarse en el segundo piso de la casa. En eso, pasó una lancha. Asomándose por la ventana, escuchó a los que viajaban en la lancha gritar: ¡Venga con nosotros! Pero él les respondió: ¡Dios me va a salvar!

Las aguas seguían subiendo, así que se tuvo que refugiar en el techo de la casa. Un helicóptero llegó y, mientras se cernía sobre la casa, alguien gritó por altavoz: "¡Súbase a la soga!" Pero él gritó: "¡No! ¡Dios me va a salvar!" Finalmente, las aguas subieron hasta ahogarlo.

Cuando llegó al cielo, la primera cosa que le preguntó a Dios fue: "Señor, ¿por qué no me salvaste de la inundación?" Dios le respondió: "Te mandé un camión, una lancha y un helicóptero. ¿Qué más querías?" Amigo, Dios te está llamando en su creación, en tu conciencia y por el evangelio. ¿Qué más esperas? Ven hoy a Cristo. Responde a su llamado. Arrepiéntete del pecado que tu conciencia te señala, y comienza a seguir hoy al Señor.





Engañosa

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Oración

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Vengo pronto

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Alabanza

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Existenccia

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Bueno

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Ofrenda

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Pueblo de Dios

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martes, 28 de julio de 2020

Maldad

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Confianza

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Cuerpo

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Mandamiento

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Afanosos

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No tengo nada para ofrecer, nada que te pueda sorprender, solo un corazó...

Consecuencias del pecado

Tomar decisiones importantes sin detenernos a considerar las consecuencias es peligroso y poco sabio, pero eso es exactamente lo que muchos hacen cada día.

La mayoría de las veces terminan lamentando sus decisiones, pero ya es demasiado tarde para evitar las consecuencias irrevocables. Sus sueños y esperanzas se han destruidos, y no pueden dar marcha atrás. Eso fue exactamente lo que le sucedió a la primera pareja al decidir desobedecer a Dios en el Huerto del Edén.

PASAJE CLAVE: Génesis 1.16-24
LECTURAS DE APOYO: Génesis 2.9; 3.6-24; 4.1-8; 6.5, 6-8 | Romanos 6.23 | 1 Juan 1.9

Todas nuestras acciones tienen consecuencias. Es por eso que debemos considerar cuidadosamente las ramificaciones de nuestras decisiones. La historia de la desobediencia de Adán y Eva en Génesis, capítulo tres, nos advierte las consecuencias de ignorar a Dios y sus mandamientos y de decir ceder ante la tentación.

Las consecuencias del pecado de Adán y Eva en el Edén.

Los puso en conflicto con la naturaleza (Gn 3.16-19). Por el pecado de Adán, la tierra fue maldecida. Ya no podría disfrutar de la productividad del Edén, sino que tendría que lidiar con los espinos y cardos para poder obtener alimento. Como resultado de su pecado, Dios le dijo a Eva que los dolores de parto se multiplicarían. Todo el orden natural fue cambiado después de haber pecado, y la vida no fue tan fácil como lo era hasta ese momento.

Los puso en conflicto entre sí (Gn 3.6-13). Después de haber comido del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, los ojos de Adán y Eva fueron abiertos, y se dieron cuenta de su desnudez. Algo murió en su ser espiritual, y comenzaron a verse de manera diferente. Trataron de cubrir sus cuerpos con hojas de higuera e inútilmente intentaron esconderse de Dios. Luego, cuando el Señor les preguntó acerca de su pecado, Adán culpó a Eva y ella hizo lo mismo con la serpiente.

La relación que tenían entre ellos cambió para siempre, como consecuencia del pecado.


Los puso en conflicto con Dios (Gn 3.7, 8). Antes de pecar, Adán y Eva amaban al Señor, pero después sintieron miedo y trataron de ocultarse de su presencia, como consecuencia de la vergüenza y la culpabilidad. Solo una mordida al fruto prohibido arruinó toda su existencia, incluyendo la relación con su Creador. Su desobediencia trajo maldición a la tierra, dificultad para saciar las necesidades, dolor y sufrimiento, y eventualmente la muerte (versículos 17-19). Quedaron separados de Dios espiritual y físicamente, pues los echó fuera del Edén.
Puso a sus hijos en conflicto (Gn 4.1-8).

El pecado de Adán y Eva no solo afecto sus vidas, sino también la de sus hijos. La desobediencia no es un evento aislado, pues sus consecuencias siempre se extienden de una manera u otra a la vida de las demás personas. Adán y Eva tuvieron dos hijos: Caín, un agricultor y Abel, un pastor de ovejas. Cuando los dos decidieron traer sacrificios ante Dios, Caín trajo del fruto de la tierra, pero Abel ofreció un animal del rebaño.

Después del pecado de Adán y Eva, el Señor les había mostrado que las hojas de la higuera no podían cubrir su desobediencia, sino solo la sangre de un animal, al cual mató para cubrir sus cuerpos con su piel. Dios les mostró que el precio del pecado es la muerte, y que el derramamiento de sangre es esencial para obtener el perdón de pecado. Así que la única manera en la que debían acercarse a Él para adorarle era con un sacrificio de sangre.

Caín conocía lo que el Señor demandaba; pero, en vez de darle a su hermano algunos de sus frutos por uno de sus corderos, sencillamente trajo un sacrificio que no contenía sangre. Al ver que el Señor no lo aceptó, se llenó de enojo y celos hacia su hermano, hasta que terminó matándolo.


El pecado es progresivo en su naturaleza y se intensifica con el tiempo. Primero, Eva pecó al comer del fruto; luego le dio a su marido, quien también lo ingirió; y después, el pecado pasó a toda su familia, trayendo como resultado la muerte de su hijo Abel. En Romanos 6.23 se nos dice que: “la paga del pecado es muerte”.

Nunca sabremos adonde nos llevarán las consecuencias del pecado. Aunque tratemos de ocultar nuestra desobediencia, no podremos detenerla y empeorará. La única solución al pecado es la sangre de Jesucristo.

Puso a toda la humanidad en conflicto con Dios (Gn 3.22-24). La desobediencia de Adán y Eva les costó su futuro. Fueron expulsados por Dios del Edén, para que no comieran del fruto de la vida, sino que vivieran en su condición pecaminosa y separados de Él por el resto de sus vidas.
Sin embargo, el Señor les proveyó la piel de un animal que había sacrificado, para demostrarles que el perdón solo puede obtenerse con derramamiento de sangre. Esto fue un símbolo de lo que Dios haría al enviar a su Hijo a morir en la cruz para pagar con su muerte el castigo del pecado de toda la humanidad.

Adán y Eva fueron perdonados por medio de la fe en la promesa de Dios relacionada con el derramamiento de sangre; pero sufrieron consecuencias por su pecado. Tuvieron que irse del Edén, sudar para ganarse el sustento diario y vivir con una naturaleza pecaminosa.

El pecado siguió creciendo con el paso del tiempo. Al llegar a los días de Noé “la maldad de hombres y mujeres iba en aumento. Siempre estaban pensando en hacer lo malo, y sólo lo malo” (Gn 6.5 TLA). Solo Noé halló gracia ante los ojos de Jehová, porque era un hombre justo que caminó con Dios (v. 8). Todas las demás personas, con excepción de Noé y su familia, perecieron en el diluvio.

El pecado sigue destruyendo nuestra vida. Puede que no veamos sus consecuencias de manera inmediata, pero tarde o temprano vemos sus resultados. La única manera correcta para lidiar con el pecado es admitir ante el Señor que le hemos desobedecido. Debemos confesar nuestros pecados, aceptando que hemos desobedecido a Dios y pedirle que nos perdone por la sangre que Jesucristo derramó en la cruz (1 Jn 1.9).

REFLEXIÓN

¿Qué tan a menudo se detiene a pensar en las consecuencias antes de caer en tentación? ¿Ha reflexionado en todo lo que puede suceder si escoge dejarse guiar hacia el pecado? De hacerlo, ¿cómo ha cambiado su manera de pensar en cuanto a ese asunto?

¿De qué manera el pecado le ha causado conflicto con otras personas? ¿Qué ha hecho el Señor en su vida para cambiar la actitud pecaminosa que antes tenía y restaurar su relación con otros?

La relación más importante que se ve afectada por el pecado es la que tenemos con Dios. ¿Se ha arrepentido usted ante Cristo para recibir su perdón y ser reconciliado con nuestro Padre celestial? Si aún no ha hecho esto, por favor, hágalo hoy.

Mensajero

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Solo una cosa

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Palabra de Dios

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Digno

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Cristo en mí

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Recibiréis

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Espiritu

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lunes, 27 de julio de 2020

cambia mi vida con letra

La salvación

La cruz puso de manifiesto un aspecto de la gloria de Dios que el universo, no había podido mostrar. De una manera extraordinaria, la cruz muestra al Dios santo e inocente tomando el lugar del pecador y sufriendo el castigo que debió haber caído sobre nosotros.

Y lo hizo por una sola razón: por las riquezas de Su gracia. Es nuestro deber reflejar de regreso a Él la gloria de Su gracia que llega a nosotros en la salvación.

El apóstol Pablo nos deja ver esa gran verdad en Efesios 1:3-14 que aparece más abajo. De manera intencional he resaltado las tres frases en esta porción de las Escrituras, donde Pablo nos muestra que fuimos salvos para la alabanza de Su gloria o de la gloria de Su gracia:

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en El antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de El. En amor nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia que gratuitamente ha impartido sobre nosotros en el Amado.

En El tenemos redención mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados según las riquezas de su gracia que ha hecho abundar para con nosotros. En toda sabiduría y discernimiento nos dio a conocer el misterio de su voluntad, según el beneplácito que se propuso en El, con miras a una buena administración en el cumplimiento de los tiempos, es decir, de reunir todas las cosas en Cristo, tanto las que están en los cielos, como las que están en la tierra.


En El también hemos obtenido herencia, habiendo sido predestinados según el propósito de aquel que obra todas las cosas conforme al consejo de su voluntad, a fin de que nosotros, que fuimos los primeros en esperar en Cristo, seamos para alabanza de su gloria.

En El también vosotros, después de escuchar el mensaje de la verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído, fuisteis sellados en El con el Espíritu Santo de la promesa, que nos es dado como garantía de nuestra herencia, con miras a la redención de la posesión adquirida de Dios, para alabanza de su gloria

Creo que por mucho tiempo hemos predicado una salvación centrada en el hombres y hemos hecho a ese hombre el centro del plan de redención de Dios cuando la Palabra de Dios describe una historia redentora, Dios-céntrica de principio a fin. Todo es de Él, por Él y para Él.

Por tanto, solo a Él sea la gloria. Cuando Dios nos vio camino a la perdición sin esperanza de salvación porque no estábamos interesados en Él, ni lo buscábamos (Rom. 3:11), Dios intervino en la historia de una manera que ninguno de nosotros hubiésemos hecho:

- Dios nos dio a Su Hijo hecho hombre cuando éramos Sus enemigos (Rom. 5:10; Ef. 2:3) para que llegásemos a ser Sus hijos.
- Dios le quitó la vida a Su Hijo para darnos vida a nosotros que estábamos muertos en delitos y pecados (Rom. 3:20-26; Ef. 2:1).
- Dios depositó Su ira sobre Su propio Hijo para darnos Su gracia (2 Cor. 5:21). A Su Hijo aplicó Su justicia para poder aplicarnos a nosotros Su misericordia.

La salvación es para la gloria de Dios solamente porque ella es el fruto de la Trinidad completa a favor de los seres humanos, y pone de manifiesto de manera extraordinaria atributos de Dios que el resto de la creación no podría mostrar. La Biblia enseña, y los reformadores entendieron, que la salvación es un trabajo ejecutado en acuerdo por cada uno de los miembros de la Trinidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, los cuales cumplen distintas funciones:

- El Padre elige.
- El Hijo redime.
- El Espíritu regenera y santifica.

La humanidad recibe los beneficios de los tres. Dios es el dador y el ser humano es el receptor. El Padre elige en la eternidad pasada (Ef. 1:3-14); el Hijo nos redime en la cruz eliminando la pena del pecado (Rom. 3:20-26) y el Espíritu va debilitando el poder del pecado en nosotros (2 Cor. 3:18).

Gozosos

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Resucitará

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Deseo

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Consolar

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Salvación

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Fiel

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Engañar

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sábado, 25 de julio de 2020

A dónde Iré ( Eres El Fuego que me Quema) - Neway / Letra/

Tenacidad

Tenacidad es la cualidad que nos ayuda a enfrentar la adversidad, esos momentos difíciles que son parte de la realidad de la vida. Es necesario que todos, especialmente los cristianos, nos enfoquemos y manejemos las adversidades con sabiduría para que las superemos, crezcamos en medio de ellas, y las convirtamos en una bendición. ¿Cómo?

Dice Proverbios 24:16:
Porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse; Mas los impíos caerán en el mal.

Tanto los justos como los impíos caen. La diferencia está en que el impío cae y no sabemos si se levanta, pero el justo puede caer siete veces, y siete veces Dios lo levanta. El hecho de vivir en la justicia de Dios no nos exime de los problemas, de las dificultades ni de las caídas. La diferencia es que aquellos que vivimos en la justicia de Dios, en el momento que caemos, somos capaces de levantarnos.

La Palabra del Señor lo dice en el Salmo 37: 23-25, en unos de mis versículos favoritos:

"Por Jehová son ordenados los pasos del justo, y él aprueba su camino. Cuando el hombre cayere, no quedará postrado, porque Jehová sostiene su mano. Joven fui, y he envejecido, y nunca he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan."

Mira bien lo que dice: Dios es quien nos sostiene de Su mano.

Ahora veamos cómo lo expresa el sabio Salomón en el libro de Eclesiastés 7:14:

"En el día del bien goza del bien; y en el día de la adversidad considera. Dios hizo tanto lo uno como lo otro, a fin de que el hombre nada halle después de él."

En el día que las cosas van bien, goza del bien; pero en el día de la adversidad, no te frustres, no mires hacia atrás, no te detengas. En el día de la adversidad, lo que tienes que hacer es considerar.

Piensa: ¿Qué hay detrás de este problema? ¿Cuál es la razón por la que estoy atravesando esta situación? ¿Qué es lo que tengo que aprender? ¿Qué es lo que tengo que ver?

Volvamos a leer la última parte de ese verso:

Dios hizo tanto lo uno como lo otro, a fin de que el hombre nada halle después de él. Dios hace todos los días; pero hay días en que viene la adversidad, y días en que llega el bien. Todo lo que Dios quiere es que después de cada día, tú lo encuentres.

Detrás del día de gozo, Dios quiere que tú lo encuentres; detrás del día de la adversidad, también encuéntrate
con Él. No importa lo que experimentes en tu vida, la meta debe ser encontrarlo a Él en todo momento.

Lamentablemente hay personas que viven fuera de la realidad espiritual, y de lo que es la verdad de la Palabra del Señor.

Cuando Dios te ha llevado a disfrutar unos privilegios, tiendes a olvidar lo que pasabas cuando estabas en otro nivel. Incluso superas un sinnúmero de situaciones, Dios te ha bendecido, Dios te ha prosperado, y piensas que todo está bien y no tienes problemas.

No te das cuenta de que la razón por la que estás ahí es porque ha sido Dios quien te ha llevado al otro lado.

Nunca debes olvidar de dónde Dios te sacó, y mucho menos dejar de orar. Tienes que saber que en algún momento dado, la misma vida te hará reflexionar sobre el privilegio que tienes, y cómo llegaste a ese lugar. Vives involucrado en tus ilusiones, sin entender que en algún momento enfrentarás problemas, y verás la fragilidad de nuestra humanidad, que necesita el poder de Dios para volver a levantarte. La adversidad nos atrapa en el momento más inesperado.

Mira cómo lo dice 2 Corintios 4:7; observa la fragilidad de la humanidad:

"Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros."

Si fueras a guardar un tesoro, seguramente no escogerías una vasija de barro. ¿Por qué? Por la fragilidad de la vasija de barro. Tal vez lo pondrías en una caja de seguridad, en algún sitio que sea fuerte y difícil de acceder. Sin embargo,
el tesoro más grande Dios lo puso en vasijas de barro, demostrando la fragilidad de la humanidad, y la necesidad que tenemos de Él.

Nuestra vida es frágil.

Hoy vamos por un camino, y mañana podemos ir en otra dirección. Las circunstancias de la vida pueden hacer que cambiemos en unos instantes. Leamos lo que dice la Palabra en 2 Corintios 4:8-9:

"…que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos;"

Definitivamente hay momentos cuando nos vamos a enfrentar a la adversidad y a la fragilidad humana. Hay momentos en que vamos a pasar por momentos difíciles, y vamos a ver nuestras debilidades.


Cuando esos momentos llegan, magnifican nuestras debilidades, nuestras tristezas, nuestros corajes, y aquellas cosas que no sabíamos que estaban dentro de nosotros. A veces son tantas las dificultades, que ya no aguantas más la presión. Tú que eras fuerte, tú que tratabas de ser firme, de seguir hacia adelante y ser la fortaleza de los demás, llega el momento cuando te derrumbas porque la vida te demuestra tu fragilidad. Lo que a veces olvidamos, o simplemente no nos damos cuenta, es de la capacidad que hay en el espíritu de cada uno de nosotros.

Quizás, como algunos, has sido quebrantado por la adversidad. Tal vez las peores circunstancias de la vida han sacado lo mejor y lo más fuerte de ti. Puede que la adversidad te haya enfrentado al hecho de que la vida es frágil, cambiante y dura. Pero con lo que a veces no cuentas es con la capacidad del Espíritu en ti.

No es hasta que pasamos por un momento de adversidad o dificultad, que nos damos cuenta de lo que somos capaces de hacer. Es en ese momento que la fragilidad del vaso donde Dios depositó su tesoro manifiesta Su poder, y te ves, no solo frente a tu fragilidad, sino a una capacidad que no sabías que tenías. La adversidad te enfrenta con tu fragilidad, pero también con un poder que no sabías que llevabas dentro.

Aunque la adversidad logre estremecerte, nunca podrás conocer tu máximo potencial mientras estés viviendo buenos tiempos. El día que tengas que enfrentar las dificultades más grandes es cuando te darás cuenta de que eres capaz de hacer lo que tú creías que no podías hacer. Entonces vas a reconocer el poder que hay en tu interior, en tu espíritu. Entonces te vas a dar cuenta de la fortaleza que hay dentro de ti, y de lo que puedes hacer gracias a Él, y para la gloria del Dios Todopoderoso.

Quizás estás viviendo un momento donde la vida te ha enfrentado a la fragilidad de tu humanidad, Dios quiere demostrarte el poder que hay en el espíritu que está dentro de ti. Su poder en ti se va a levantar como un gigante fuerte y poderoso, y vas a ser capaz de hacer cosas que nunca antes pensaste que ibas a poder hacer. De la situación que estás viviendo, Dios te va a levantar y cuando salgas, no serás la misma persona; no serás una vasija quebrantada.

Serás una persona que vivirá para la gloria de Dios porque desde ese día aprenderás a caminar, no en el poder de tu humanidad, sino en el poder de la fuerza del Dios Todopoderoso.

Habrá un momento cuando despiertes. La adversidad te ha hecho ver lo frágil y lo duro de la vida; te ha hecho ver cómo las cosas pueden cambiar en un instante. Dale tiempo a que la adversidad te demuestre lo grande que hay dentro de ti. Después de tanto luchar por sobrevivir, lo único que te mereces es vivir.

Quizás los momentos que has tenido te han hecho ver que las cosas que creías estables a tu alrededor, ya no lo son. Esos momentos también van a sacar lo mejor de ti. Y después de haber luchado tanto en tu vida, lo mejor que tú puedes decidir es tener una vida completa de éxito, de poder y de victoria.

Di a ti mismo: “Lo que estoy pasando va a sacar lo mejor de mí”. Si piensas en lo difícil que puede ser la vida, ve al capítulo 11 de la segunda carta a los Corintios y mira todo lo que Pablo atravesó. Lee lo que dicen los versos 16-24:

"Otra vez digo: Que nadie me tenga por loco; o de otra manera, recibidme como a loco, para que yo también me gloríe un poquito. Lo que hablo, no lo hablo según el Señor, sino como en locura, con esta confianza de gloriarme. Puesto que muchos se glorían según la carne, también yo me gloriaré; porque de buena gana toleráis a los necios, siendo vosotros cuerdos.

Pues toleráis si alguno os esclaviza, si alguno os devora, si alguno toma lo vuestro, si alguno se enaltece, si alguno os da de bofetadas. Para vergüenza mía lo digo, para eso fuimos demasiado débiles. Pero en lo que otro tenga osadía (hablo con locura), también yo tengo osadía. ¿Son hebreos? Yo también. ¿Son israelitas? Yo también.

¿Son descendientes de Abraham? También yo. ¿Son ministros de Cristo? (Como si estuviera loco hablo.) Yo más; en trabajos más abundante; en azotes sin número; en cárceles más; en peligros de muerte muchas veces. De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno."

¿Cuántas veces azotaron a Jesús, 39 veces? Una. ¿Cuántas veces recibió Pablo 39 azotes? Cinco. Continuemos leyendo en el verso 25 hasta el 30: Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez; y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias. ¿Quién enferma, y yo no enfermo? ¿A quién se le hace tropezar, y yo no me indigno? Si es necesario gloriarse, me gloriaré en lo que es de mi debilidad.

Si alguien había aprendido a vivir a pesar de la adversidad, de los azotes, de los problemas y de las dificultades era el apóstol Pablo.

Él decía: Si de algo me voy a gloriar es de mi debilidad. Porque en el momento en que se muestra mi humanidad, es el momento cuando se muestra el poder de Dios (2 Corintios 12:9 RVR 1960, parafraseado por el autor).

Todos en esta vida atravesamos dificultades. Tal vez hayas sido azotado una vez y hayas naufragado en otra ocasión. Lo importante es que en medio de cada adversidad y de frente a tu debilidad, tomes la decisión de creer en el poder de la fortaleza del Dios que está dentro de ti.

Él se hace fuerte en tu debilidad, y es Él quien te va a llevar hasta alcanzar el destino que te ha prometido.

Probablemente, la adversidad que tú has estado viviendo te ha entristecido, frustrado y hasta enojado. Sin embargo, esa misma adversidad que estás viviendo le va a demostrar al mundo lo grande que hay dentro de ti. Tú no puedes permitir que el problema que estás atravesando solo demuestre tu humanidad.

Si el problema que tienes hoy solo muestra tu humanidad, has perdido en realidad todo lo que Dios quiere hacer contigo. La vida es frágil, pero el poder que está dentro de ti es más grande de lo que tú jamás has pensado.

Alegría

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Sanidad

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Desastroso

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Profesión

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Esposos

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Siervo

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Vosotros

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Escondite

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viernes, 24 de julio de 2020

TRAIGO MI PERFUME LETRA - MARCOS BRUNET

La gloria

La gloria del amor de Dios es vista desde el mismo momento de Su elección para con nosotros. Por eso dice Dios a Israel en Deuteronomio 7:6-8:

Porque tú eres pueblo santo para el Señor tu Dios; el Señor tu Dios te ha escogido para ser pueblo suyo de entre todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra. El Señor no puso su amor en vosotros ni os escogió por ser vosotros más numerosos que otro pueblo, pues erais el más pequeño de todos los pueblos; mas porque el Señor os amó y guardó el juramento que hizo a vuestros padres, el Señor os sacó con mano fuerte y os redimió de casa de servidumbre, de la mano de Faraón, rey de Egipto. (Énfasis agregado).

Dios Padre no eligió a Israel como nación para Él por alguna condición inherente en ellos (v. 7), sino simplemente porque Él decidió amarlos y ese amor brotó de Su carácter amoroso y santo. No hubo ninguna otra razón para que esa elección se diera. Y a través del profeta Jeremías el Señor refuerza esta idea y revela algo más: “Con amor eterno te he amado, por eso te he atraído con misericordia” (Jer. 31:3b).

El amor eterno de Dios hacia los suyos ha hecho que el pecador sea atraído hacia Él cuando Dios extiende Su misericordia hacia ese ser humano caído. El hombre no busca a Dios como establece la Palabra, en cambio es atraído hacia Dios por Su misericordia como revela Jeremías 31:3 (ver Juan 6:44), por lo que al final de todo, a la hora de dar gloria al autor de la salvación, solo Él, Dios, debe ser glorificado

La gloria de Dios Hijo

Dios Hijo abandonó Su gloria, tomó forma de siervo, se hizo hombre (Fil. 2:5-8); cumplió la ley de Dios a cabalidad, lo cual el ser humano no podía hacer; fue a la cruz en nuestro lugar (Isa. 53:6,9); por medio de Su muerte tenemos redención de nuestros pecados (Ef. 1:7); murió sin pecado (2 Cor. 5:21) y resucitó al tercer día conquistando la muerte (2 Tim. 1:10; Heb. 2:14) y el pecado (1 Cor. 15:55-57).

Al recibirlo como Señor y Salvador, Él nos otorga Su santidad. Al vivir la vida que Él compró para nosotros (Juan 10:10), es justo y necesario que la gloria sea dada solo a Él.


La gloria de Dios Espíritu Santo

Todos nosotros, los que ya hemos creído, estábamos en un estado de mortandad, en delitos y pecados (Ef. 2:1) y sin poder hacer nada por nosotros mismos. Y en esa condición, Dios nos encuentra y nos regenera por medio de Su Espíritu y justamente estando en esa condición “nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia habéis sido salvados)” (Ef. 2:5).

El Espíritu nos dio vida (Juan 3:1-10; Juan 6:63; Job 33:4). Por tanto, a la luz de Su obra en nosotros, el Espíritu es digno de recibir gloria. Como podemos ver, ciertamente la salvación es del Señor (Sal. 3:8), pero viene a través de la acción de la santa Trinidad.

Es difícil hablar de dar toda la gloria de Dios en nuestra salvación y en nuestras vidas a una generación que ha trivializado a Dios. Hemos querido acercar tanto a Dios hacia el ser humano que lo hemos humanizado.

"Cuando la historia de la iglesia se escriba acerca de este tiempo, a mí no me cabe la menor duda que se dirá que el pecado de la iglesia a final del siglo XX y principios del XXI fue la trivialización del Dios que adoramos."

De ahí deriva todo lo demás. Un Dios trivial no despierta en Sus adoradores una adoración gloriosa. Pablo habla acerca de Dios a Timoteo y le dice que Dios es el único que tiene inmortalidad y que habita en luz inaccesible (1 Tim. 6:16); y el autor de Hebreos lo describe como un fuego consumidor (Heb. 12:29).

Así es Su gloria y nuestra salvación revela mucho de quién es Él. La trivialización de Dios ha producido una teología centrada en el hombre. Decía Joseph Haroutunian (1904-1968), teólogo e historiador de la iglesia que he citado otras veces:

Antes la religión estaba centrada en Dios; antes lo que no conducía a la gloria de Dios era infinitamente pecaminoso; ahora lo que no conduce a la felicidad del hombre es pecaminoso, injusto e imposible de atribuírselo a Dios. Ahora la gloria de Dios consiste en el bien del hombre. Antes el hombre vivía para glorificar a Dios; hoy Dios vive para glorificar al hombre.