En muchas ocasiones, nos sentimos presionados para hacer ciertas cosas, simplemente para complacer y dar seguridad a los que nos rodean; pero la realidad es que no hay manera alguna en esta tierra, de darle seguridad a alguien que no se siente seguro de sí mismo. Lo importante es entender que la inseguridad de otros no puede poner en juego tu seguridad, y no puedes hacer lo que Dios no te mandó hacer.
Jesús mismo se entristeció porque toda una generación no lo reconocía, aun cuando hizo milagros y prodigios. Puedes hacer milagros, levantar a los muertos, darle vista a los ciegos y multiplicar panes y peces para dar de comer a multitudes, y van a querer más señales y demostraciones de quién tú eres.
En Isaías 7:14, dice: Por tanto, el Señor mismo os dará señal: La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emanuel.
Al mismo Jesús, la gente estaba pidiéndole señales. Pero Jesús mismo era la señal. Jesús se comparó en Mateo 12 con Jonás. A Jonás no le creyó Nínive por el mensaje, sino por la señal al salir del pez, pues creían en el dios pez. Por esto, Cristo le dice a aquellos, refiriéndose a Nínive: Al ver la señal, creyeron; y ustedes, viéndome, no creen.
Una señal lo que hace es apuntar hacia una dirección, hacia un lugar. En aquel tiempo Jesús era la señal, hoy en día nosotros somos señal del camino al Padre. Pero tenemos que estar seguros de que lo somos, porque sino caemos en el juego de los demás, que piden señales.
Deja de tratar de impresionar a la gente insegura que te rodea. Libérate de la presión de tratar de mostrar todo aquello que solamente le toca a Dios mostrar. Que nada ni nadie trastoque la seguridad de quien tú eres, un hijo de Dios que fue llamado a hacer grandes cosas.
Cada vez que actúas en fe y creces tomando control sobre los problemas y emociones, es la señal de que Dios está obrando en tu vida; y la transformación que Dios está haciendo con tu vida, es la mayor señal.
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