Los problemas y las crisis tienen la capacidad de nublar nuestros pensamientos, y hacernos pensar que todo se ha perdido, que no hay solución, que no hay respuesta. Y muy tristemente el espíritu de pobreza toma control sobre la mente de aquellos que se dejan sobrecargar por las circunstancias difíciles que han estado viviendo.
Probablemente has pensado que lo que tienes en tu mano no es suficiente para suplir tu necesidad, y alcanzar aquellas cosas que Dios tiene para ti.
Una de las peores cosas que puede hacer la crisis en tu vida es llevarte a pensar que no tienes lo suficiente hoy para que Dios pueda hacer un milagro, cuando en realidad, lo único que Dios va a usar para llevarte al próximo nivel de abundancia, de prosperidad, y de bendición al que tanto aspiras, es lo que tienes en tu mano hoy.
Si tú eres capaz de ver el potencial, no de lo que tienes, sino de lo que Dios puede hacer con lo que tienes, entonces eso que está en tu mano no solo será suficiente, sino que te va a sobrar.
En Mateo 14 se nos narra el momento en que Jesús, junto a sus discípulos, alimenta a unas cinco mil personas. Cuando anochecía, los discípulos le propusieron a Jesús que despidiera a la multitud, para que fueran por comida. A lo que Jesús responde que aquella multitud no tanía necesidad de irse, y les manda que ellos mismos le dieran de comer. Entonces los discípulos dijeron: No tenemos sino cinco panes y dos peces.
¿Cuántas veces tú has dicho “no tengo”?
Una de las razones por las cuales la gente no entra en el tiempo asignado de Dios para su vida es la conciencia de necesidad. Ante la situación, ante las necesidades, ante los problemas, nos convertimos nosotros en los necesitados. Le pides a tus hijos que hagan algo, y lo primero que te van a decir es lo que necesitan para poder hacer lo que les pediste.
Mira lo que tienes, no lo que no tienes. Cambia tu conciencia de necesitado.
Los discípulos dijeron: No tengo. Pero sí tenían. Tenían cinco panes y dos peces. Siempre que dices “no tengo” en realidad sí tienes; lo que no tienes es fe, y no le crees a Dios. Cuando dices “no tengo” insinúas que Dios es loco, porque te está pidiendo algo que tú no tienes; pero es que Dios sabe que tú sí tienes. Jesús sabía que los discípulos tenían cinco panes y dos peces. Y si él les pidió que alimentaran a esos cinco mil, es porque en la mente de Jesús cinco panes y dos peces eran suficientes para alimentarlos. Para quienes no era suficiente era para los discípulos.
Cuando asumes una mentalidad de necesitado, limitas el poder de Dios en tu vida.
Lo que tú tienes en tu mano hoy es más que suficiente para que Dios haga el milagro en tu vida. El poquito que tú tienes hoy, en las manos de Dios, puede llegar a mucho.
Los discípulos pusieron los cinco panes y dos peces en las manos de Jesús. Y Jesús lo bendijo, dando gracias al Padre por lo que tenía en su mano. Y es que hay poder en quitar la mirada de la necesidad, y dar gracias por lo que tenemos.
Luego de bendecir los cinco panes y dos peces, los devolvió a los discípulos. ¿Cuánto tiempo estuvieron los cinco panes y dos peces en las manos de Jesús? El tiempo de una oración. Lo que pasa es que ese tiempo, para muchos, es demaciado largo. Poner algo en las manos de Dios, para algunos, es una eternidad.
Pero Jesús no les devolvió los mismos cinco panes y dos peces, sino que les entregó cinco panes y dos peces bendecidos. No es lo mismo.
No es lo mismo tener un trabajo, que tener un trabajo bendecido. No es lo mismo tener una casa, que tener una casa bendecida. No es lo mismo tener un carro, que tener un carro bendecido. No es lo mismo tener un matrimonio, que tener un matrimonio bendecido. Y todo lo que cuesta que Dios lo bendiga es que tú estés dispuesto a separarte de él, por el espacio de una oración, por un momento de fe.
Jesús devolvió cinco panes y dos peces bendecidos a los discípulos, pero seguían siendo cinco y dos. ¿Dónde ocurrió la multiplicación de los panes y los peces? En las manos de aquellos que estuvieron dispuestos a separarse de lo poco que tenían en sus manos por un tiempo, y ponerlo en las manos de Dios, para que cuando Dios lo pusiera otra vez en sus manos, entonces se multiplicara.
Los panes y los peces no se multiplicaron para los discípulos, sino para la multitud. Dice la palabra que todos comieron y se saciaron. Pero dice también que los discípulos recogieron lo que les sobró.
Tú escoges hoy en dónde tú estás: con la multitud que se satisface, o con los doce a los que les sobra.
Tú no eres un necesitado, no eres de la multitud; eres un discípulo, en tus manos está el poder de la multiplicación.