“Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús”.
La práctica de la oración constante debe ser parte de todo cristiano, y gracias a la obra del Espíritu Santo podemos conocer más íntimamente a Dios, aprendiendo a confiar en Su voluntad siempre buena y perfecta para nuestras vidas, aunque a nuestro alrededor las circunstancias nos muestren una situación de espanto y tengamos sentimientos de duda y temor.
Al orar sin cesar, aprendemos a depositar en Cristo nuestras cargas y temores en un futuro que nos puede parecer incierto. Nuestra fe se incrementa porque podemos sentir al Invisible caminado a nuestro lado.
Debemos comprender que “orar sin cesar”, no puede ser jamás una vana repetición de oraciones aprendidas; es más bien discernir su presencia en cada uno de nuestros actos, sean sencillos o complejos.
Aprendemos en el fuego de la adversidad a dejar de mirar el proceso, y la carga misma. Por medio de la oración constante visualizamos Sus propósitos, y el resultado final siempre positivo para nuestra alma. Nos lleva a enfocamos en Aquél que nos ha prometido llevar todas nuestras cargas. La queja ya no es una inquilina en nuestra alma.
Ese conocimiento del Altísimo a través de la oración constante nos hará siempre confiar, viendo la victoria de Cristo en nosotros aunque los demás vean aparentes derrotas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario