viernes, 11 de marzo de 2016

Enojado??

El enojo es una emoción natural, pero no debemos permitir que controle nuestras reacciones. Lamentablemente, tendemos a reaccionar en base a la ira, y a razonarnos hacia el enojo, en vez de razonar nuestra salida del enojo.
Para razonarte fuera del enojo, es necesario que entiendas que tú no eres Dios. ¿Quién eres tú para decir lo que Dios tiene que hacer con alguien? Esto no quiere decir que no te vayas a indignar ante ciertas cosas, sino que tú no puedes tomar la posición de juez de las decisiones y las acciones de aquellos a tu alrededor. De lo contrario, tu corazón se va a dañar.
Dios sigue siendo Dios. Reconocer esto, mantuvo el corazón de José en paz. En Génesis 50, José dice a sus hermanos: Ustedes pensaron mal contra mí, pero Dios lo tornó en bendición. José estaba en posición de autoridad, al lado del trono de Faraón, pero gloria a Dios que no se le subió a la cabeza, y no usó el poder que tenía para destruir a sus hermanos, sino que, a pesar de todo lo que le habían hecho, él pudo tomar autoridad y control sobre sus pensamientos y, pudiendo acabar con ellos, los bendijo. Dios había bendecido a José, y él entendió que había sido para que pudiera entonces bendecirlos a ellos. La única razón por la que José pudo reaccionar de esta manera es porque, a pesar de todo, él nunca se creyó Dios, sino que siempre decía: De Dios es la respuesta; Dios es quien me va a librar.
Tú no eres Dios. Hay un Dios sobre esta tierra que es un Dios justo, poderoso, y él se encarga de hacer justicia. Vive en la libertad de que le sirves a ese Dios y, mientras tu corazón esté limpio, él se encargará de honrar cada una de sus promesas para tu vida.
Recuerda siempre cuánta gracia divina tú has experimentado. Siempre es fácil acusar, condenar a los demás; pero recuerda de todas las cosas que Dios te ha librado y guardado. Nos razonamos hacia el coraje, porque nos olvidamos de cómo Dios ha mostrado su gracia sobre nuestra vida. El salmista decía: Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. El es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias;El que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias. (Salmos 103:2-4)
Para razonarte fuera de todo coraje, siempre recuerda que tú vives bajo la mano providente del Dios Todopoderoso. No se trata de que Dios esté en control de todo, pero no hay nada que se salga de la autoridad de Dios. El Presidente de una nación no tiene control sobre algún desastre que ocurra; pero, aunque ocurra el desastre, tiene la autoridad para emitir una orden ejecutiva que haga llegar la ayuda necesaria para restaurar todas las cosas. Así mismo opera Dios. José no tenía que ser vendido para llegar al trono. José llegó al trono porque tenía que llegar al trono, ya fuera que lo vendieran o por otros medios, pero José llegaría a aquel lugar de prominencia.
No importa que te vendan, Dios siempre tiene autoridad para cambiar todas las cosas. Te tiran en una cisterna, y Dios trae a unos ismaelitas que te compran. Los ismaelitas son los primos que están dispuestos a pagar por ti, cuando tus hermanos están resueltos a venderte. Dios usa a los ismaelitas, que parecen ser un error porque son producto de la unión de Abraham con Agar; pero Dios los utiliza para salvar a un descendiente de Isaac. Así es Dios. A pesar de todo el desastre que hayan hecho los hombres, bajo su providencia, Dios busca cómo hacer que su plan se cumpla en tu vida.
A veces, nos razonamos dentro del enojo, y permanecemos en enojo, porque nos olvidamos que la providencia de Dios es la que se va a encargar de ordenar todas las cosas. Es Dios quien se va a encargar de que todo obre para bien. A veces, nos enojamos porque pensamos que así arreglamos las cosas, provocando que las cosas sucedan; pero tienes que aprender a descansar en las manos del Dios Todopoderoso. Descansa en lo que Dios quiere hacer. Entiende que no importa lo que el mundo haya hecho en tu contra, el Dios al que tú le sirves lo va a tornar todo para bendición.
No es bueno que vivas enojado, con un corazón dañado. Lo peor que puede pasar es que Dios te lleve a tu reinado y que, desde allí, lo ejerzas, pero con el corazón dañado. Estarías buscando tu justicia, y no permitirías que fuera Dios quien haga justicia.
Jonás se molestó con Dios porque sabía lo que Dios quería hacer, y no quería que Dios lo hiciera. Lo que Jonás no sabía es que, cuando Dios dice que tú vas para Nínive, tú vas. Tú decides si en barco o en ballena; pero, si Dios dice que va a salvar a Nínive, lo va a salvar. Y el mayor coraje que, a veces, tenemos es que sabemos cuál es la respuesta de Dios a aquellos que nos han hecho mal, y nosotros tenemos sed de justicia.
Dale gracias a Dios que él no hizo toda la justicia contigo que tú te merecías. Dios buscó un Jonás, buscó a alguien que llegara a tu vida con un mensaje, para que te arrepintieras a tiempo. Y, cuando alguien te hace mal, tu oración debe ser porque Dios le envíe a un Jonás, ya sea por barco o por ballena, pero que se arrepienta a tiempo. 

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