miércoles, 31 de julio de 2019

VUELVO A TI ERICSON ALEXANDER MOLANO

Resentimiento

Usted puede evitar que las cosas empeoren

Hay un principio bíblico que puede prevenir que se presenten la ira y el resentimiento en primer lugar. Veamos Proverbios 15:1: “La blanda respuesta quita la ira; más la palabra áspera hace subir el furor”.
Desviar la ira con una respuesta suave o inofensiva puede ser difícil en el momento, pero a largo plazo paga dividendos.
Las palabras ásperas que se pronuncian en momentos tensos o difíciles hacen que para la persona ofendida sea más difícil perdonar y reconciliarse. Proverbios 18:19 lo resume así: “El hermano ofendido es más tenaz que una ciudad fuerte, y las contiendas de los hermanos son como cerrojos de alcázar”. Reducir la tensión cuando apenas está comenzando la situación hace que todo sea más fácil a largo plazo.

Arreglar las cosas rápido

En Mateo 5:25, Jesucristo afirmó: “Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil y seas echado en la cárcel”.
Si transcurre mucho tiempo sin que la situación sea resuelta, los rencores se pueden presentar. Los esfuerzos por resolver la situación más adelante, pueden ser más difíciles y nuevos problemas pueden hacer que los sentimientos anteriores vuelvan a surgir más fácilmente.

Resentimientos: ejemplo para estudiar

La historia bíblica de Jacob y Esaú es familiar para la mayoría de los lectores de la Biblia. Jacob y Esaú eran los hijos de Isaac. Esaú, el hijo mayor, tenía la prerrogativa de recibir la herencia de Isaac. Jacob (ayudado por su madre) logró engañar a su padre con el fin de robar el derecho de primogenitura de su hermano. En Génesis 27 podemos encontrar la historia.
Lo que Jacob hizo no fue algo pequeño. Él no tomó prestado algo de su hermano y después no se lo devolvió. Esta herencia la daría a Jacob las mejores cosas de la vida, incluyendo el dominio sobre su hermano Esaú (Génesis 27:28-29). La reacción de Esaú ante lo que había hecho Jacob estaba llena de ira y resentimiento.
De hecho, Jacob tuvo que irse del lugar porque Esaú planeaba matarlo (Génesis 27:41). En los versículos 42-44 encontramos el consejo que le diera la madre a Jacob: “…He aquí, Esaú tu hermano se consuela acerca de ti con la idea de matarte. Ahora pues, hijo mío, obedece a mi voz; levántate y huye a casa de Labán mi hermano en Harán, y mora con él algunos días, hasta que el enojo de tu hermano se mitigue hasta que se aplaque la ira de tu hermano contra ti, y olvide lo que le has hecho”.
En realidad, trascurrieron por lo menos 20 años antes de que Jacob volviera a ver a Esaú nuevamente. ¿Qué hizo Jacob cuando finalmente volvió a ver a Esaú?

Los esfuerzos de Jacob para hacer las paces

En Génesis 32 Jacob estaba regresando a casa y tenía que pasar por una tierra que estaba ocupada por Esaú y su familia, además de los siervos de Esaú. En el versículo 6, Jacob fue informado por sus siervos que Esaú estaba viniendo para reunirse con él, acompañado de 400 hombres. Jacob sintió temor por las intenciones de Esaú. ¡Obviamente, un grupo de 400 hombres era más de lo que se necesitaba para tener un comité de bienvenida!
El plan de Jacob fue diseñado con el fin de buscar la paz con Esaú. De hecho, él ofreció una sucesión de ofrendas de paz, con poco tiempo entre ofrenda y ofrenda, con la esperanza de que Esaú se calmara y replanteara las cosas si es que aún tenía sentimientos de ira.
Veamos en Génesis 32:13-15, los regalos que Jacob le dio a Esaú: 200 cabras, 20 machos cabríos, 200 ovejas y 20 carneros, 30 camellas paridas con sus crías, 40 vacas y 10 novillos, 20 asnas y 10 borricos. ¡Era un buen regalo!
Las instrucciones que Jacob les dio a los siervos que iban a entregar estos regalos las encontramos en el versículo 16: “Y lo entregó a sus siervos, cada manada de por sí; y dijo a sus siervos; Pasad delante de mí, y poned espacio entre manada y manada”.
Jacob también instruyo a sus siervos para que se refirieran a Esaú como “mi señor”, y a Jacob como “su siervo” (vv. 17-20). Cuando Jacob se encontró finalmente con Esaú en Génesis 33, Jacob se inclinó delante de Esaú siete veces, como señal de respeto.
La Biblia no nos dice lo que Esaú pretendía hacer con Jacob, pero después de la secuencia de regalos y tantas señales de respeto de parte de Jacob, veamos cuál fue la reacción de Esaú: “Pero Esaú corrió a su encuentro y le abrazó, y se echó sobre su cuello, y le besó; y lloraron”. No importa cual haya sido la intención que hubiera tenido, Esaú mostró amor y perdón.

¿Qué podemos aprender acerca de superar los rencores?

Sin dudas, Jacob era un hombre adinerado y podía darse el lujo de dar regalos que la mayoría de nosotros no podemos dar. El valor de los regalos, sin embargo, no era lo importante en esta situación. Lo importante era la humildad de Jacob y su deseo de ser un pacificador.
Debemos estar dispuestos a tomar la iniciativa de la reconciliación, tragándonos nuestro orgullo y refrenando nuestro temperamento cuando sea necesario. Tenemos que sobreponernos a nuestros resentimientos y deseo de venganza y estar dispuestos a ofrecer la rama de olivo. Esto no siempre garantiza el perdón y la restauración de la relación, pero las instrucciones bíblicas que acabamos de ver nos dicen que ¡debemos estar dispuestos a hacer el intento!

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sábado, 27 de julio de 2019

Y VINO TU PRESENCIA

Perdón

La historia del romance entre el rey David y Betsabé es probablemente una de las más conocidas de la Biblia. En esa ocasión, David no sólo cometió adulterio con la mujer de otro hombre, sino que además asesinó al esposo (Urías) de su amante ordenando que se le mandara al frente de batalla, donde fue abandonado deliberadamente por sus compañeros.
Después de que todo esto sucedió, Dios envió a Natán para enfrentar a David por sus pecados, y esto lo hizo por medio de una parábola. Le relató la historia de un hombre rico que, teniendo muchas ovejas y vacas, arrebató la única corderita que un hombre pobre tenía como mascota en lugar de tomar uno de sus propios animales para alimentar a su visita.
Al escuchar esto, David se enfureció tanto que ordenó matar a aquél hombre, pero “entonces dijo Natán a David: Tú eres aquel hombre” (2 Samuel 12:7). Y, por primera vez, David se dio cuenta de la inmensa gravedad de sus pecados. La reacción que tuvo este rey al reconocer su culpa y la respuesta de Dios ante su actitud son un ejemplo claro y conciso de lo que Dios espera de nosotros y lo que está dispuesto a darnos. “David dijo a Natán: Pequé contra Jehová. Y Natán dijo a David: También Jehová ha remitido tu pecado; no morirás” (2 Samuel 12:13).

¿Qué es el perdón? La enseñanza de Dios

La respuesta de Dios ante los pecados y la confesión de David está en perfecta coherencia con sus enseñanzas. Dios está dispuesto a perdonar todos nuestros pecados; tal como leemos en Salmos 103:12, “cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones”. Y esto es posible gracias a la naturaleza misericordiosa de Dios; “porque como la altura de los cielos sobre la tierra, engrandeció su misericordia sobre los que le temen” (v. 11).
Cuando Dios perdona nuestros pecados, los aparta de nosotros para siempre y nunca más nos son recriminados. De hecho, Dios mismo nos dice que nunca recordará aquellos pecados que haya perdonado, “porque seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades” (Hebreos 8:12).
En 1 Juan 1:9-10, el apóstol Juan nos explica cómo se relacionan el pecado, el arrepentimiento y el perdón de Dios: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros”. Si admitimos que hemos pecado y buscamos su perdón, Dios indudablemente nos perdonará.

¿Qué debemos hacer para recibir el perdón de Dios?

La reacción que tuvo David al darse cuenta de sus pecados es la clave para recibir el perdón de Dios. En el Salmo 51 podemos ver la profundidad de la tristeza y el arrepentimiento que este rey sintió por haber quebrantado la ley de Dios. Si deseamos ser perdonados, debemos arrepentirnos ante Dios tal como lo hizo David.
En Hechos 2 vemos otro ejemplo de la actitud que Dios espera de nosotros para darnos su perdón. Poco tiempo después de la muerte de Cristo, el apóstol Pedro dio un mensaje muy elocuente y directo en el que llamó la atención de un grupo de creyentes en Jerusalén diciéndoles que ellos habían crucificado al Hijo de Dios personalmente. Al oír esto y reconocer la gravedad de sus pecados, quienes escuchaban a Pedro “se compungieron de corazón” y en seguida le preguntaron qué podían hacer al respecto. La respuesta del apóstol fue: “arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38).
¡Dios es capaz de perdonar un pecado tan terrible como el asesinato de su propio Hijo! Y, ya que nuestros pecados son la razón por la que Cristo tuvo que morir, en cierta forma cada uno de nosotros es culpable de su muerte..
El arrepentimiento es algo más que simplemente sentirnos mal por haber pecado; es cambiar genuinamente nuestra manera de pensar y de vivir. Arrepentirse implica tener el deseo de dejar de pecar para siempre. Dios perdonó a David porque se entristeció y se arrepintió de sus pecados de tal manera que nunca volvió a cometerlos.

¿Hay algo más que debamos hacer?

Una vez que Dios nos ha perdonado, nosotros también debemos perdonar a quienes hayan pecado contra nosotros o nos hayan ofendido. Esta responsabilidad queda bastante clara en la oración modelo de Jesucristo, comúnmente conocida como el “Padre Nuestro”, donde leemos: “perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mateo 6:12). La palabra “deudas” utilizada en este pasaje viene del griego opheilema que, según el Diccionario Expositivo de Vine del Antiguo y Nuevo Testamento, se define como “aquello que se debe por ley…metafóricamente, el pecado como una deuda que debe pagarse con un castigo” (p. 269).
El perdón de Dios nos libra de nuestros pecados y de la pena de muerte que merecen. Y, así como Él nos perdona, nosotros debemos perdonar a los demás,

Buscar perdón y perdonar

¿Qué es el perdón? Es el extraordinario regalo de nuestro Dios misericordioso que perdona nuestros pecados definitivamente, si es que nos arrepentimos y buscamos su perdón. Cuando reconocemos nuestros pecados, nos arrepentimos y pedimos el perdón de Dios con humildad, Él no duda en perdonarnos y mostrarnos su misericordia, que define su naturaleza. Tal como leemos en Salmos 103:8, “Misericordioso y clemente es Jehová; lento para la ira, y grande en misericordia”. Dios no quiere tener que castigarnos por nuestros pecados; más bien, desea que nos arrepintamos para perdonarnos.
Además, Dios quiere que nosotros también tengamos esa actitud de perdón hacia los demás. Como explica Mateo 6:14-15, “si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”.

Judas tenía

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viernes, 26 de julio de 2019

Eres Digno de abrir los Sellos, Inspiracion Llamada Final

Propiciación

La palabra propiciación se utiliza en la Biblia en conexión con el sacrificio de Jesucristo por nuestros pecados. La Biblia dice claramente que la paga del pecado es la muerte (Romanos 6:23). Jesucristo, el hijo de Dios, vivió una vida sin pecado. Con su muerte pagó la pena por nuestros pecados para que así pudiéramos tener la oportunidad de recibir el regalo de la vida eterna (Juan 3:16; Efesios 2:1-5).
La palabra propiciación aparece en la versión de la Biblia de la Reina Valera de 1960 en tres versículos: Romanos 3:25; 1 Juan 2:2 y 1 Juan 4:10. En cada caso, la palabra se utiliza para expresar la gracia de Dios, que permite que el sacrificio de Jesús sea el medio por el cual nuestros pecados puedan ser perdonados.

Una mirada a los tres versículos

Romanos 3:24-25 hace énfasis en que es por la gracia y paciencia de Dios que nuestros pecados del pasado son perdonados a través de “una propiciación por” la sangre de Cristo —es decir, mediante la expiación provista a través de su sacrificio. “Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados”.
Propiciación también transmite la gracia de Dios, como indica la traducción de la misma palabra en griego “propiciatorio” que vemos en Hebreos 9:5. Ésta se refiere a la tapa del arca del pacto y representa el trono de Dios, que es la fuente de la misericordia (Hebreos 4:16). Vea también Éxodo 25:17-22. La misma palabra griega también se utiliza en Hebreos 2:17, refiriéndose a Cristo como “misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo”.
Una pequeña variación de la misma palabra griega se utiliza en la súplica de un publicano cuando decía, “¡Dios, se propicio a mí, pecador!” (Lucas 18:13).
En 1 Juan 2:1-2, vemos que es por el sacrificio expiatorio (propiciación) de Jesús, que todos los pecados de la humanidad pueden ser cubiertos. “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo”.
Aunque la palabra propiciación no es comúnmente parte de nuestro vocabulario, expresa el profundo amor y la gracia de Dios el Padre y Jesucristo ofreciendo un sacrificio que permite que nuestros pecados sean perdonados para que podamos recibir el regalo de la salvación.

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jueves, 25 de julio de 2019

Dios Manda Lluvia | Ericson Alexander Molano

Pentecostés**

El día de Pentecostés siempre es un domingo. Celebra un día extraordinario, pero no es solo lo que sucedió ese día, sino cuándo y por qué sucedió, lo que revela la mano de Dios y un poderoso regalo para ti.

Lo que pasó en Pentecostés

Si has oído hablar de «Pentecostés», probablemente has aprendido que fue el día en que el Espíritu Santo vino a morar en los seguidores de Jesús. Este es el día en que nació la Iglesia, los «llamados» de Dios.  Los eventos están registrados en Hechos capítulo 2 de la Biblia. En ese día, el Espíritu de Dios descendió sobre los primeros 120 seguidores de Jesús y comenzaron a hablar en voz alta en idiomas de todo el mundo. Creó una conmoción tal que miles de personas que estaban en Jerusalén en ese momento salieron a ver qué estaba pasando. Frente a la multitud reunida, Pedro pronunció el primer mensaje del evangelio y ‘se añadieron aquel día como tres mil personas’ (Hechos 2:41). Desde ese Domingo de Pentecostés la cantidad de seguidores del evangelio ha estado creciendo.
Ese día sucedió 50 días después de la resurrección de Jesús. Fue durante estos 50 días que los discípulos de Jesús se convencieron de que Jesús había resucitado de entre los muertos. El domingo de Pentecostés se hicieron públicos y la historia cambió. Ya sea que creas en la resurrección o no, tu vida se ha visto afectada por los eventos de ese Domingo de Pentecostés.
Esta comprensión de Pentecostés, aunque correcta, no es completa. Muchas personas quieren que se repita ese Domingo de Pentecostés a través de una experiencia similar. Dado que los primeros discípulos de Jesús tuvieron esta experiencia pentecostal al «esperar el don del Espíritu», hoy la gente espera que de la misma manera, al «esperar», vuelva de una manera similar. Por lo tanto, muchas personas suplican a Dios y esperan que traiga otro Pentecostés. Pensar de esta manera supone que fue la espera y la oración lo que movió al Espíritu de Dios durante Pentecostés. Y pensar eso es perder su precisión, porque el Pentecostés registrado en el Capítulo 2 de Hechos no fue el primer Pentecostés.

Pentecostés de la Ley de Moisés

‘Pentecostés’ era en realidad un festival anual del Antiguo Testamento. Moisés (1500 AC) había establecido varios festivales para celebrar durante el año. La Pascua fue el primer festival del año judío. Jesús había sido crucificado en un festival de día de Pascua. El momento exacto de su muerte a los sacrificios de los corderos de la Pascua fue una señal.
El segundo festival fue la fiesta de los Primeros Frutos (o Primicias), y la Ley de Moisés declaró que debía celebrarse el «día después» de la Pascua del sábado (= domingo). Jesús se levantó el domingo, entonces su resurrección ocurrió exactamente en el Festival de los Primeros Frutos. Dado que su resurrección sucedió en ‘Primicias’, era una promesa de que nuestra resurrección seguiría más tarde (para todos aquellos que confían en él).  Su resurrección es literalmente una ‘primicia’, tal como lo profetizó el nombre del festival.
Precisamente 50 días después del domingo de las «Primicias», los judíos celebraban Pentecostés («Pente» por 50. También se llamaba Fiesta de las Semanas, ya que se contaba por siete semanas). Los judíos habían celebrado Pentecostés por 1500 años cuando sucedió el Pentecostés de Hechos 2. La razón por la cual hubo personas de todo el mundo ese día de Pentecostés en Jerusalén para escuchar el mensaje de Pedro fue precisamente porque estaban allí para celebrar el Pentecostés del Antiguo Testamento. Hoy los judíos aún celebran Pentecostés, pero lo llaman Shavuot.
Leemos en el Antiguo Testamento cómo se iba a celebrar Pentecostés:
“Hasta el día siguiente del séptimo día de reposo contaréis cincuenta días; entonces ofreceréis el nuevo grano a Jehová. De vuestras habitaciones traeréis dos panes para ofrenda mecida, que serán de dos décimas de efa de flor de harina, cocidos con levadura, como primicias para Jehová.” (Levítico 23:16-17)

Precisión de Pentecostés: evidencia de una Mente

Pentecostés en Hechos 2 pasó en un momento preciso ya que ocurrió en el mismo día del año que el Pentecostés del Antiguo Testamento (Fiesta de las Semanas). La crucifixión de Jesús ocurriendo en la Pascua, la resurrección de Jesús ocurriendo en Los Primeros Frutos/ Las Primicias, y el Pentecostés de Hechos 2 que ocurre en la Fiesta Judía de las Semanas, apunta a una Mente que coordina estos eventos a través de la historia. Con tantos días en un año, ¿por qué la crucifixión de Jesús, su resurrección y luego la venida del Espíritu Santo suceden precisamente en cada día de las tres fiestas primaverales del Antiguo Testamento, excepto si fueron planificadas? La precisión como esta ocurre solo si una mente está detrás de esto.

¿Lucas ‘inventó’ Pentecostés?

Se podría argumentar que Lucas (el autor de Hechos) inventó los eventos de Hechos 2 para ‘suceder’ en la Fiesta de Pentecostés. Entonces él habría sido la ‘mente’ detrás del momento. Pero su relato no dice que Hechos 2 está «cumpliendo» la Fiesta de Pentecostés, ni siquiera lo menciona. ¿Por qué se tomaría la molestia de crear estos eventos dramáticos para ‘suceder’ ese día,  pero no ayudar al lector a ver cómo ‘cumple’ la Fiesta de Pentecostés? De hecho, Lucas hizo un trabajo tan bueno al informar eventos en lugar de interpretarlos que la mayoría de la gente de hoy no sabe que los eventos de Hechos 2 cayeron el mismo día que la Fiesta del Pentecostés del Antiguo Testamento. Mucha gente piensa que Pentecostés simplemente comenzó en Hechos 2. Dado que la mayoría de la gente hoy en día no está al tanto de la conexión entre ellos, Lucas estaría en la situación imposible de ser un genio para inventar la conexión, pero totalmente inepto en venderla.

Pentecostés: una nueva potencia

En cambio, Lucas nos señala una profecía del libro de Joel del Antiguo Testamento que predice que un día el Espíritu de Dios derramaría sobre todos los pueblos. El Pentecostés de Hechos 2 cumplió eso.
Una de las razones por las cuales el Evangelio es «buenas noticias» es que provee poder para vivir la vida de manera diferente, mejor. La vida es ahora una unión entre Dios y la gente . Y esta unión es posible mediante la residencia del Espíritu de Dios, que comenzó el domingo de Pentecostés de Hechos 2. La Buena Noticia es que la vida ahora puede vivirse en un nivel diferente, en una relación con Dios a través de Su Espíritu. La Biblia lo dice así:
“En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.” (Efesios 1:13-14)
“Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificara también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros”. (Romanos 8:11)
“Y no solo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo” (Romanos 8:23)
El Espíritu de Dios que mora en nosotros es otra primicia, porque el Espíritu es un anticipo, una garantía, de completar nuestra transformación en ‘hijos de Dios’.
El evangelio ofrece una vida abundante no a través de las posesiones, el placer, el estatus, la riqueza y todas las demás bagatelas que persigue este mundo, que Salomón había encontrado como una burbuja tan vacía , sino por la morada del Espíritu de Dios.  Si esto es verdad, que Dios ofrece morar en nosotros y empoderarnos, eso sería una buena noticia. El Pentecostés del Antiguo Testamento con la celebración del pan fino horneado con levadura representaba esta vida abundante en el futuro. La precisión entre el Pentecostés Viejo y el Nuevo es evidencia perfecta de que es Dios la Mente detrás de estos eventos y este  poder de una vida abundante .

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