jueves, 23 de octubre de 2014

Llamado

En Juan 12:25, Jesús dice: El que ama su vida la perderá y el que aborrece su vida en este mundo para vida eterna la guardará. En más de una ocasión Cristo dijo: Aborrece al mundo, aborrece a tu padre, aborrece a tu madre, aborrece, odia.  De Él salió, en varias ocasiones, palabras que dicen que tenemos que odiar las cosas del  mundo, tenemos que aborrecer ciertas cosas en nuestra vida.
Cuando estudiamos estos versos, parece que fuera una contradicción. ¿Cómo es que, para tener vida, tengo que dejar perder la vida? ¿Qué es lo que representa eso?
Siempre que se hacen llamados al altar para que la gente le entregue su vida a Jesús, pocas veces se hace un llamado como este. La mayoría de los cristianos se han convertido porque se les promete salvación, sanidad, vida eterna, prosperidad, y que su vida mejorará, si le entregan su vida a Cristo. Esa es una gran oferta.
Pero, cuando miramos, el llamado que Jesús hizo nunca fue de esa manera.  Siempre que Jesús le hizo un llamado a alguien, decía: Tienes que dejarlo todo, tienes que abandonarlo todo, tienes que perder todo lo que hay en este mundo, tienes que dejar toda tu vieja vida, tienes que aborrecer todo lo de este mundo para seguirme. Si, después de cada servicio, se hiciera este llamado a la gente, sería algo muy difícil de aceptar; sería difícil porque lo que hay en tu mundo, muchas veces, es lo que define tu vida. Entonces, dejar las cosas del mundo, para muchos, es dejar de ser ellos mismos.
Este llamado es uno fuerte, controversial. Este llamado no es uno de salvación, restauración y sanidad, y mucha gente no lo aceptaría porque quieren ganar algo, sin dar nada.  Muchos quieren vivir la doble vida, quieren ganar a Jesús, ganar la salvación, la paz, la libertad, sin dejar, ni entregar absolutamente nada.
Cuando Cristo pide, lo hace en grande.  Ve la historia del joven rico, que quería seguir a Cristo; tenía todo en orden para hacerlo, hasta que Cristo le pidió dinero.  Entonces, se volvió atrás, a su vieja vida. Así que, negar a Cristo o no aceptar a Jesús no es algo nuevo.
Lamentablemente, no todo el mundo es capaz de ceder y de entregarse ante un llamado como este. Este llamado, a su vez, tiene unas implicaciones bien drásticas para aquellos que no lo aceptan. Te dice que, el que da su vida, ganará algo; pero te dice que, el que no lo hace, perderá grandes cosas.  El que lo hace, ganará la vida eterna, y el que no lo hace, no tendrá la vida eterna.
La gente es capaz de seguir a Cristo, cuando no tienen nada; pero, cuando hay algo que dejar, cuando hay algo de valor, se le hace muy difícil. Pero es que el evangelio nunca ha sido fácil.  El evangelio no es para la gente que no tiene disciplina, ni para el que está buscando el camino fácil, la salida fácil. El servicio a Dios es para aquellos que tienen disciplina, aquellos que son capaces de decir que la vida del Señor vale más que cualquier otra cosa.
Caminar en el evangelio de Dios cuesta, pero eso es lo que lo hace valioso para ti, así que déjalo todo, toma tu cruz y síguele.

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