jueves, 18 de octubre de 2012

En la tormenta ve.... Dios hará


La gente piensa que es más fácil ver a Dios cuando hay problemas. Pero, en realidad, el momento más duro para ver a Dios es en medio de las complicaciones de nuestra vida.
En el capítulo 14, del libro de Mateo, se nos narra el momento en que Jesús camina sobre las aguas. Tan solo unas horas antes, Jesús había dicho a sus discípulos que se montaran en la barca y se le adelantaran, mientras él despedía la multitud. Habían caminado con él por un tiempo; le acababan de ver hace apenas unas horas; sin embargo, cuando Jesús se acercaba a ellos, andando sobre el mar, no le reconocieron. Y es que, la barca estaba siendo azotada por olas, por viento contrario.
Es más difícil ver lo que Dios está haciendo en medio de una tormenta, que ver lo que Dios está haciendo en medio de la calma.
Mientras el problema era el hambre de la gente, Pedro podía ver a Cristo obrar. Mientras se trataba se sanar algún enfermo, los discípulos podían ver a Cristo obrar. Mientras era otro el que tenía el problema, les era fácil reconocer al Maestro. Pero, cuando eres tú el que está montado en el bote, no te es tan fácil verlo.
Dios fue el que te dijo que te montaras en el bote. No te dijo que sería fácil. No te dijo que no tendrías viento contrario. Pero te dijo que ibas a cruzar, hasta el otro lado.
¿Cuántas cosas has comenzado en tu vida porque has oído una palabra de parte de Dios, y has tenido resistencia? Dios no te dijo todos los problemas que ibas a tener. ¿Por qué? Porque, si te lo dice, no te montas en el bote.
Si no fueras a tener problemas, no necesitarías fe. La fe se demuestra cuando le crees a Dios la palabra que él te dijo, aun en medio de tu tormenta. Él te dijo que vas a cruzar y, aunque en el medio haya resistencia, tú tienes que sostenerte, porque, el mismo Dios que tú viste multiplicar panes y peces para otro, es el mismo Dios que te va a hacer llegar hasta el otro lado.
Se hace difícil ver a Dios, cuando tenemos resistencia, cuando tenemos problemas. Se nos hace difícil identificarlo. Se nos hace difícil verlo. ¿Por qué? Porque perdemos de vista que, la fe que te va a hacer llegar al otro lado, no es la fe que te hizo zarpar; la fe que se requiere es la fe para culminar.
Todo el mundo tiene fe para zarpar, para salir, para empezar. Lo que a la gente le hace falta es la fe para completar, para culminar. La fe que culmina es aquella que puede creer que la palabra que te hizo zarpar es firme, y que Dios te va a dar la victoria. No sabemos cómo Dios lo va a hacer, pero, Dios te dio una palabra. Él te dijo que cruzarías al otro lado, y es en esa palabra en la que tú te vas a sostener, a pesar de las tormentas, a pesar de las dificultades, de las situaciones.
Es fácil ver a Dios en la vida de otros, pero, ¿lo puedes ver tú, en medio de tu tormenta? ¿Lo puedes reconocer? ¿Lo puedes ver y tener confianza y seguridad, en medio de tu tormenta?
¿Qué hacer si no lo puedes ver? Lo que hizo Pedro. Pedro le dijo: Si eres tú, manda que yo vaya sobre las aguas. Pedro todavía no sabía si era Cristo, pero le dijo: Háblame. Dice la palabra: Mis ovejas oyen mi voz, y me siguen. Ciertamente, aun cuando tú no puedes ver a Dios, lo puedes reconocer cuando él te habla.
Jesús le dijo a Pedro: ¡Ten ánimo! Pero eso no fue suficiente para Pedro. Pedro pidió que le mandase a caminar sobre las aguas. Y es que, la fe que te ayuda a completar las cosas, no es la fe que te anima, sino aquella que te da otra instrucción.
¿Cómo sabes que Dios está en el asunto? ¿Cómo sabes que puedes completar lo que comenzaste? Diciéndole a Dios, en medio de tu tormenta: Rétame una vez más. Pedro le dijo: Di que yo vaya. ¿Cómo saber que es Dios? Porque él te va a decir que hagas algo que no parece racional. Él te dijo que te montaras en el bote y, ahora, en medio de la tormenta, te dice que te salgas del bote. Esto es lo que te hace saber que es él quien viene en el camino.
En medio de tu tormenta, tú no tienes que ver a Dios. Pero, si lo oyes hablar, si lo oyes decirte: Lánzate; hazlo. De todos modos, en la barca te estás hundiendo. Es mejor que te tires creyendo, a que te hundas sin creer. Esa es la fe que necesitas. Dile al Maestro: Di que yo vaya.
Cada vez que Dios habla, te atreves a lanzarte a un nuevo nivel, a una nueva dimensión, a un nuevo lugar, a un nuevo tiempo. Pídele a Dios que te hable, sabiendo que él no te va a decir que no te preocupes, que él va a donde ti. Te va a decir: Lánzate.

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