miércoles, 19 de diciembre de 2012

A pesar de la crisis económica no participo en ella.


En el libro de Rut, encontramos la historia de Noemí, suegra de Rut.
Esta mujer había salido de tierra de Judá junto a su esposo, en un momento en el que hubo hambre en la tierra. Luego, enviudó y, más adelante, murieron también sus hijos. Entonces, Noemí regresa a tierra de Judá junto a sus nueras, porque había escuchado que Jehová había provisto a su pueblo con pan.
Quizás, en alguna ocasión, has salido de un lugar y, diez años más tarde, de repente, te encuentras en el mismo lugar de donde tú habías salido. Quizás has intentado moverte hacia otro lugar, pero, sin saber cómo, terminas en el mismo lugar de donde tú habías salido.
En la biblia, vemos muchas salidas y muchos regresos. Cuando Jesús andaba con los discípulos, nunca les hablaba de su llegada, sino de su salida. Les decía que un templo que tomó cuarenta años en ser construido, si fuera derribado, él podría levantarlo en tres días. Y sabemos que él no estaba hablando del templo físicamente, sino del templo del Espíritu Santo, de su cuerpo, de aquello que sería destruido delante de los ojos de aquellos hombres, pero que en tres días, él habría de regresar, con un cuerpo totalmente glorificado.
También vemos salidas y regresos constantemente en la vida de David. Lo vemos salir de su familia, y entrar en el palacio. Antes de ser constituido rey, lo vemos salir huyendo del palacio, pero, unos años más adelante, lo vemos regresar a ese palacio, al mismo lugar, convertido en el rey de aquel lugar.
Pablo sale de una sinagoga camino a Damasco, con cartas que le autorizaban encarcelar a todo hombre y mujer que estuviera predicando el evangelio. En su camino a Damasco, tiene un encuentro con el Señor y, más adelante, lo vemos de regreso a la sinagoga, ya no atacando a los cristianos, sino ahora representando a los cristianos, aquellos que él mismo había perseguido.
Todo hombre y toda mujer tiene momentos de entrada y de salida. Todo hombre y toda mujer tiene momentos de levantarse y tiene momentos de caerse. Dice la biblia, en Proverbios 24, que siete veces cae el justo y siete veces se levanta. En Deuteronomio, dice que serás bendito en tu entrar y en tu salir.
El caso de Noemí es uno muy particular, porque, cuando Noemí salió de su ciudad, salió porque había dificultades, pero, en el lugar al que fueron, las cosas estaban peor. En tierra de Judá había hambre, en Moab hubo muerte. De hambre a muerte no hay mejoría.
En el mundo natural, hay como un imán que hala a la gente a su lugar de origen. Y el regreso, o es de victoria, o es de derrota. El regreso de Noemí a su ciudad no es un regreso de victoria. Cuando Noemí regresa a la ciudad de la que había salido, dice que ella se había ido llena de aquel lugar, pero volvió con las manos vacías.
Si Noemí salió llena, entonces, podemos pensar que Noemí no debió haber salido de su ciudad. Hay personas que posiblemente no hayan salido de un lugar, ni en el momento en que tenían que salir, ni al lugar a donde tenían que salir.
Es triste cuando nos sentimos incómodos en un lugar, porque, quizás, no tenemos el reconocimiento que buscamos, que anhelamos, y nos vamos a un lugar donde somos irrelevantes, yéndonos de un lugar donde quizás las cosas no estaban tan bien, a un lugar en donde las cosas se ponen peor. Y quizás en tu familia tú no eres el centro del universo, pero tampoco eres irrelevante.
Tenemos que pensar nuestras decisiones, medir lo que tenemos. Quizás en tu iglesia, en tu matrimonio, en tu trabajo, en tu familia, no todo es como quisieras, pero es tu iglesia, tu trabajo, tu matrimonio, tu familia, y nadie te va a cuidar y querer como tu familia.
Quizás saliste de un lugar del que no debiste salir, quizás tomaste una decisión que no fue la correcta. Quizás has salido de lugares y te ha tocado regresar en derrota, en fracaso, con las manos vacías, y no sabes cómo lo vas a hacer. Pero Dios te dice: Hazlo.
Dios pudo trabajar con Noemí, porque, en su regreso, ella pudo reconocer que había salido pensando de manera equivocada, y estaba dispuesta a trabajar y a hacer lo que fuera necesario.
Si tus manos están vacías hoy, tus manos no se van a quedar vacías. Todo lo que necesitas son treinta segundos de humillación, treinta segundos de reconocer tu error. Y quizás tus manos están vacías, pero Dios las va a llenar.
Noemí salió llena y, en el camino, se le vaciaron las manos. ¿Por qué se vaciaron las manos de Noemí? Porque Noemí salió de la casa del pan llevando con ella sus debilidades. Todo el mundo tiene salidas y entradas, caídas y levantamientos, pero aquel que regresa en derrota es por haber cargado consigo sus debilidades.
Los hijos de Noemí se llamaban Mahlón y Quelión. Mahlón significa: enfermedad, debilidad, sufrimiento; Quelión significa: desperdicio, exceso de consumo y destrucción.
Mientras sujetas tus debilidades, puedes creer en un gran Señor, pero vivir en sufrimiento, en escasez, en pobreza, de mal en peor, en lugar de vivir el plan perfecto de Dios para tu vida.
Siempre ha habido tiempos de hambre, de escasez, pero, si Rut, estando en la casa del pan, pudo reconocer que estaba llena, es porque, aunque fuese tiempo de hambre, Noemí no estaba participando de la escasez.
Si hoy todavía tienes pan, todavía tienes techo, todavía tienes planes, todavía tienes sueños, quizás tú tampoco estás participando de la crisis económica, pero todavía no te has dado cuenta.
Contigo hay un gran Dios y, mientras te mantengas en el lugar donde Dios te ha llamado a estar y haciendo lo que tienes que hacer, Dios tiene cuidado de tu casa, de tu matrimonio, de tu trabajo, de tus finanzas. A otros le puede ir mal, pero, en los peores tiempos de crisis, tú puedes dar testimonio de que te has podido levantar y te has mantenido de pie.
Aunque haya crisis económica, tú no tienes que participar de ella. 

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