Leer Génesis 41.14-44
La Biblia es pertinente para cada situación. Aunque probablemente los detalles de nuestras circunstancias difieren de los descritos en la Biblia, la Palabra de Dios sigue siendo válida.
Por la vida de José tenemos una idea de lo que significa tener a Dios con nosotros en tiempos difíciles. Primero: la fe del joven se fortaleció; esto lo ayudó a poner la fidelidad a Dios por encima de su bienestar personal. Por ejemplo, cuando la esposa de Potifar intentó seducirlo, él se negó, diciendo que no pecaría contra Dios (Gn 39.9).
Segundo: la presencia del Señor hizo que a José le fuera bien donde estuvo: como esclavo en la casa de Potifar, y como reo en una cárcel extranjera. En ambas situaciones, quienes tenían el control reconocían que el favor de Dios estaba con José. Por tanto, le dieron una gran autoridad y responsabilidad (vv. 3, 4, 21, 22).
Tercero: en tiempos de sufrimiento, José aprendió lecciones invalorables que le prepararon para el futuro. Como esclavo y prisionero, aprendió la manera de manejar las responsabilidades, los detalles de la cultura egipcia y la importancia de dar a Dios el primer lugar.
Una bendición adicional fue la oportunidad de ser testigo del poder y de la suficiencia del Señor. Cuando fue traído ante Faraón para interpretar su sueño, José dijo que él no podía hacerlo, pero Dios sí (41.16).
Podemos ver crecer nuestra fe al confiar en nuestro Padre celestial como lo hizo José. Cuando damos a Dios el lugar que le corresponde en nuestras vidas como Señor, su presencia nos fortalece para resistir la tentación. Entonces, también nosotros estaremos preparados para hacer la obra del reino, y listos para proclamar su grandeza a quienes nos rodean.
Dios está presente en los días malos
Leer Génesis 39.1-23
En las noticias vemos regularmente imágenes de calamidades en nuestro mundo. Y, en lo personal, también experimentamos tiempos difíciles. Lo mismo sucede con familiares y amigos que enfrentan dificultades con sus hijos, la pérdida de sus empleos y rupturas matrimoniales.
Como cristianos, tenemos un Padre celestial que ha prometido estar con nosotros en nuestras dificultades. Podemos confiar en Él; Dios sabe antes que nosotros lo que sucederá; nada está oculto a sus ojos (He 4.13). Él ve en la oscuridad de los tiempos difíciles con tanta claridad como lo hace a la luz del día (Sal 139.11, 12). Por medio de su Espíritu, el Señor nos da el consuelo, las fuerzas y la sabiduría para perseverar. La historia de José ilustra esta verdad. Tras ser rechazado por sus hermanos, y vendido como esclavo, fue acusado falsamente por la esposa de su amo y encarcelado. Pero en medio de ese tiempo, el joven hebreo experimentó la presencia y el favor divinos.
Dudo que José comprendiera los designios del Señor durante su esclavitud y encarcelamiento. Pero después, como segundo al mando después de Faraón, entendió el propósito de Dios al permitir esos años difíciles. Al final, José evidenció lo que él sabía que era la verdad. Sus hermanos habían pensado hacerle daño, pero Dios usó todo su sufrimiento para llevar a feliz término su plan (Gn 45.4-8; 50.20).
Cuando los problemas lo golpeen, recuerde la verdad de Dios, y cobre ánimo. El Espíritu Santo que mora en nosotros tiene los recursos para darnos lo que necesitamos, prepararnos para la jornada y sostenernos con su presencia durante los días malos. Nada puede impedir que los propósitos de nuestro Señor se cumplan (Is 14.27).Leer Génesis 41.14-44
La Biblia es pertinente para cada situación. Aunque probablemente los detalles de nuestras circunstancias difieren de los descritos en la Biblia, la Palabra de Dios sigue siendo válida.
Por la vida de José tenemos una idea de lo que significa tener a Dios con nosotros en tiempos difíciles. Primero: la fe del joven se fortaleció; esto lo ayudó a poner la fidelidad a Dios por encima de su bienestar personal. Por ejemplo, cuando la esposa de Potifar intentó seducirlo, él se negó, diciendo que no pecaría contra Dios (Gn 39.9).
Segundo: la presencia del Señor hizo que a José le fuera bien donde estuvo: como esclavo en la casa de Potifar, y como reo en una cárcel extranjera. En ambas situaciones, quienes tenían el control reconocían que el favor de Dios estaba con José. Por tanto, le dieron una gran autoridad y responsabilidad (vv. 3, 4, 21, 22).
Tercero: en tiempos de sufrimiento, José aprendió lecciones invalorables que le prepararon para el futuro. Como esclavo y prisionero, aprendió la manera de manejar las responsabilidades, los detalles de la cultura egipcia y la importancia de dar a Dios el primer lugar.
Una bendición adicional fue la oportunidad de ser testigo del poder y de la suficiencia del Señor. Cuando fue traído ante Faraón para interpretar su sueño, José dijo que él no podía hacerlo, pero Dios sí (41.16).
Podemos ver crecer nuestra fe al confiar en nuestro Padre celestial como lo hizo José. Cuando damos a Dios el lugar que le corresponde en nuestras vidas como Señor, su presencia nos fortalece para resistir la tentación. Entonces, también nosotros estaremos preparados para hacer la obra del reino, y listos para proclamar su grandeza a quienes nos rodean.
Dios está presente en los días malos
Leer Génesis 39.1-23
En las noticias vemos regularmente imágenes de calamidades en nuestro mundo. Y, en lo personal, también experimentamos tiempos difíciles. Lo mismo sucede con familiares y amigos que enfrentan dificultades con sus hijos, la pérdida de sus empleos y rupturas matrimoniales.
Como cristianos, tenemos un Padre celestial que ha prometido estar con nosotros en nuestras dificultades. Podemos confiar en Él; Dios sabe antes que nosotros lo que sucederá; nada está oculto a sus ojos (He 4.13). Él ve en la oscuridad de los tiempos difíciles con tanta claridad como lo hace a la luz del día (Sal 139.11, 12). Por medio de su Espíritu, el Señor nos da el consuelo, las fuerzas y la sabiduría para perseverar. La historia de José ilustra esta verdad. Tras ser rechazado por sus hermanos, y vendido como esclavo, fue acusado falsamente por la esposa de su amo y encarcelado. Pero en medio de ese tiempo, el joven hebreo experimentó la presencia y el favor divinos.
Dudo que José comprendiera los designios del Señor durante su esclavitud y encarcelamiento. Pero después, como segundo al mando después de Faraón, entendió el propósito de Dios al permitir esos años difíciles. Al final, José evidenció lo que él sabía que era la verdad. Sus hermanos habían pensado hacerle daño, pero Dios usó todo su sufrimiento para llevar a feliz término su plan (Gn 45.4-8; 50.20).
Cuando los problemas lo golpeen, recuerde la verdad de Dios, y cobre ánimo. El Espíritu Santo que mora en nosotros tiene los recursos para darnos lo que necesitamos, prepararnos para la jornada y sostenernos con su presencia durante los días malos. Nada puede impedir que los propósitos de nuestro Señor se cumplan (Is 14.27).
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