domingo, 1 de mayo de 2016

Nuevo testamento

Cuando hablamos del Nuevo Testamento nos hacemos a la idea de la existencia de un “Antiguo”. Esto no siempre fue así. Lo que los primeros cristianos llamaban “Palabra de Dios” se encontraba registrada en los textos de la Biblia judía. A estos textos se les conocía como “la Escritura” o “la Ley y los profetas”. En los orígenes de la Iglesia cristiana no había otra cosa que esto, los libros que contienen lo que ahora llamamos “Antiguo Testamento”. Sin embargo, un cristiano leía de manera diferente los escritos de Moisés, los Salmos y las profecías a como los leía un judío en el primer siglo de nuestra era.
El judío leía teniendo como fundamento central el “pacto” hecho por Dios con el pueblo de Israel y sus promesas derivadas de ese “pacto” [La palabra berit, que significa precisamente “pacto” también se traduce como “testamento”, de allí el nombre de Antiguo y Nuevo Testamento]. El cristiano, en cambio, leía los escritos antiguos a través de unos “lentes” que permitían ver un nuevo mensaje. Estos “lentes” son la predicación y la vida de Jesucristo. La vida y mensaje de Jesús permitían ver el cumplimiento de la promesa de un “Nuevo Pacto” hecho por Dios con la humanidad a través del mensaje de la muerte y resurrección de Jesucristo, su Hijo. Esta promesa ya se encontraba anunciada en los escritos sagrados de los judíos, sólo que para poder encontrarla se necesitaban los “lentes” de la fe en Jesucristo.
Pero Jesús no escribió nada, excepto la efímera frase en la tierra con su dedo (Juan 8:6). No dejó ninguna “autobiografía” ni ningún escrito de su mensaje. Durante años tampoco los cristianos escribieron al respecto. La predicación cristiana se trasmitía de forma oral; se predicaba la vida de Jesucristo enfocándose principalmente en el mensaje de su muerte y su resurrección a la luz del cumplimiento de las promesas hechas por Dios a su pueblo y a la humanidad en los escritos sagrados de los judíos.
Sin embargo, llegó un momento en que los cristianos vieron la necesidad de dejar registro del mensaje que estaban predicando, pues pronto comenzaron a aparecer malos entendidos en cuanto a las enseñanzas y a la práctica de la fe, lo cual tenía que quedarse en claro. Esto sólo podía hacerse escribiendo y registrando la doctrina y la práctica. Comienza así la historia del Nuevo Testamento propiamente dicho.
Origen y transmisión del texto
A. Génesis literaria
Lo primero que se registró fue la predicación de Jesucristo y su doctrina; después se hizo el registro de su vida. Los primeros escritos fueron con seguridad las epístolas de Pablo y de otros apóstoles, después los evangelios y Hechos. El orden en que aparecen los libros en nuestras Biblia no es, entonces, ningún orden cronológico, sino más bien una agrupación temática y por autores: Se comienza con la presentación de Jesús en los evangelios, luego el extendimiento de su Iglesia, su predicación, su enseñanza y su forma de vida (Hechos), se sigue con las enseñanzas doctrinales de las cartas y se culmina con una exposición del establecimiento definitivo del Reino eterno de Dios y de Jesucristo (Apocalipsis).
B. Lenguaje
El Nuevo Testamento se escribió en griego. Este griego es diferente al idioma hablado hoy en Grecia. Sin embargo, como todos los idiomas de hoy, el griego de entonces era una lengua popular, de uso común. De hecho, el nombre dado al griego del NT y otros escritos de ese periodo es koiné que significa “común”. El idioma del NT no es un lenguaje “sobrenatural” ni “divino”, sino un lenguaje de uso popular, que todos podían entender. De ahí se ha derivado el interés actual de traducir el texto bíblico de modo que pueda entenderse perfectamente en el idioma popular de la gente. La forma de escritura en la época del primer siglo era mayúscula, a renglón seguido y sin espacio entre las palabras. Si lo pusiéramos en español lo leeríamos así:
EN EL PRINCIPIO ERA EL VERBO Y EL L VERBO ESTABA CON DIOS Y EL VERBO ERA DIOS
En las ediciones actuales del NT griego se ha tratado de corregir y hacer más legible el texto escribiendo con espacios entre las palabras, acentos, signos de puntuación y mayúsculas y minúsculas:
C. Materiales de escritura
Los materiales que se utilizaron para los escritos son los papiros. El papiro es un arbusto muy abundante a orillas del río Nilo, en Egipto. El tallo de este arbusto se preparaba y se prensaba haciéndose láminas rectangulares de unos 30 cm de ancho y se unían en varios metros; luego de ser escritos se enrollaban con el texto hacia adentro y se ataban con cuerdas. De allí el nombre de “rollos”. Una característica de este material es que era de superficie áspera y las letras debían rasparse ligeramente siendo difícil hacer trazos curvos (por eso las mayúsculas son todavía hoy en nuestro abecedario más rectas y angulosas que las minúsculas, las cuales se desarrollaron cuando los materiales de escritura lo permitieron).
A partir del siglo II se comenzó a utilizar el pergamino, que es una lámina de piel de oveja o de cordero especialmente curtida para poder escribir sobre ella. Este material era bastante más costoso, pero también más práctico para escribir y mucho más duradero.
D. Manuscritos
En los materiales antes mencionados comenzaron a hacerse copias de los escritos que iban apareciendo. Muchas y muchas copias, pues así como la Iglesia cristiana se extendía, así debía haber registros de las enseñanzas del evangelio en todas las comunidades cristianas. Así han llegado hasta nosotros unos 5000 manuscritos del NT; algunos de ellos contienen sólo algunos versículos por ser fragmentos, pero otros son colecciones completas de las epístolas o de los 27 libros. Ninguno de los manuscritos que tenemos hoy es original (o autógrafo); todos ellos son copias, o copias de copias que proceden desde el siglo II d.C.
Al copiar un texto a veces se producían errores “de dedo”, a veces intencionales por parte del copista, a veces involuntarios; esto hace que haya variantes en el texto de los manuscritos que van desde una letra a frases enteras. Por ejemplo, en Apocalipsis 1:5 se puede leer “nos lavó…” o “nos liberó…” pues la diferencia en el griego es de una sola letra. No obstante estas ligeras variaciones no deben preocuparnos, pues son mínimas y sobre todo, nunca contradicen las verdades fundamentales de la Palabra de Dios. Hay una disciplina de estudios bíblicos llamada la “crítica textual” que se encarga de comparar los manuscritos entre sí para determinar el texto griego lo más cercano posible al original. Se da prioridad a los manuscritos más antiguos aunque por desgracia son los que están en peor estado por los efectos del tiempo en ellos. De hecho, el fragmento más antiguo se le conoce como papyrus Rylands, que contiene algunas palabras del capítulo 18 del evangelio de Juan; Este papiro data del 100 al 150 d.C., es decir, es una copia hecha poco después de la escritura de este evangelio, y mide apenas 6.5 cm.
Lo importante es destacar que el mensaje del evangelio se mantiene a pesar de las variantes y la cantidad de copias, lo cual es testimonio del providencial cuidado de Dios en todo el proceso de transmisión del NT, que permite que hoy tengamos una versión del NT confiable.

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