Pensemos en el siguiente relato comparativo: Alejandro (el Grande) y Jesús (el Hijo del Carpintero). Ambos murieron a la edad de 33 años. Alejandro vivió y murió para sí mismo, Jesús vivió y murió por ti y por mí. Alejandro, un griego, murió en un trono, Jesús, un judío, murió en una cruz. La vida de Alejandro consistía en dirigir numerosos ejércitos, conquistó 10 ciudades para sí mismo, Jesús en cambio tenía sólo 12 discípulos y a veces andaba solo. Alejandro ensangrentó el mundo con sus conquistas, Jesús dio su propia sangre. Alejandro murió en Babilonia, Jesús en el calvario. Alejandro ganó todo para sí, Jesús se dio a sí mismo. Alejandro esclavizó a muchos hombres, Jesús los libertó.
¿Verdad que el propósito de la vida de Alejandro y el propósito de la vida de Jesús fueron diferentes? ¿Tiene usted algún propósito definido en su vida? Es alarmante saber que la mayoría de seres humanos no conocen cuál es el propósito magistral de su vida, pero hagamos un rápido recuento del porqué.
Luego de ser creados el hombre y la mujer, Dios les dio a escoger si comer del árbol de la vida o si comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, pero para esto se llevó a cabo una tentación. Observemos en Génesis 3:1 que el tentador era muy astuto, nos muestra su astucia, cuando pregunta, ¿Con qué Dios os ha dicho que no comáis de todo árbol de huerto? Más tarde, aquella astucia va tomando fuerza, se nos muestra en los versículos 4 y 5, cuando el tentador afirma a Eva que no morirá, sus palabras fueron: “Sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal”.
El tentador puso en tela de duda si creer o no creer a Dios. Recordemos que Adán y Eva acababan de ser creados y ante semejante perspectiva del tentador, no podían estar seguros si Dios les dijo la verdad o si por el contrario les mintió.
Ahora consideremos el versículo 6: “Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer y que era agradable a los ojos y árbol codiciable para alcanzar sabiduría…”. Aquí es donde se enciende la vanidad intelectual, deciden rechazar a Dios y hacer su propio experimento. “Y, tomo de su fruto y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella”. ¿No cree usted que desde entonces la humanidad ha estado haciendo lo que ante sus ojos le parece correcto?
Ahora bien, ¿Cuál fue el resultado de este experimento? Dios les dijo la verdad: ellos murieron. Además produjeron el primer hijo delincuente. Imagínese si tan solo Adán y Eva hubiesen creído lo que Dios les dijo, todo sería diferente, pero ahí no termina todo, pues, no se ha olvidado de nosotros y ahora es cuando deberíamos ir entendiendo el propósito de nuestra vida. Dios ya nos ha mostrado nuestra incapacidad, nuestro limitado pensamiento y ahora nos ofrece su ayuda para poder restablecernos.
Jesús ya lo dijo en Juan 16:33: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”, es decir, Jesucristo desempeña un papel muy importante para nuestro restablecimiento original. Su objetivo central es llevar muchos hijos a su gloria (Hebreos 2:10).
Entendamos el propósito de nuestra vida, fuimos creados para tener VIDA ETERNA. Ese fue el propósito de Dios desde el principio, lamentablemente nosotros lo hemos desvirtuado.
Tratemos de captar esta verdad espiritual, seremos ciudadanos en las esferas celestiales, ¿No es increíble? Es una verdad maravillosa y grandiosa, nuestra mente debería llenarse de alegría y gozo trascendental. Debería darnos un nuevo significado a nuestra vida temporal en este mundo, porque una vez comprendida esta verdad espiritual, alcanzaremos la plenitud de las alturas de todo esplendor celestial.
Dejemos, entonces, que Cristo sea el centro de nuestra vida, así las escamas caerán de nuestros ojos y podremos contemplar el gran propósito por el cual hemos sido creados, y cuando veamos aquello, como dijo el apóstol Pedro, nos alegraremos con gran gozo inefable y glorioso (1 Pedro 1:8).
Ahora bien, Dios no solo que quiere darnos vida eterna sino que quiere que en esta vida tengamos VIDA ABUNDANTE, que alcancemos el éxito en nuestro diario vivir.
Escuchen lo siguiente Bernard Shaw escribió algo interesante que nos hace reflexionar: “El año tiene 365 días de 24 horas cada uno. De las 24 horas, 12 son parte de la noche y suman un total de 182 días, por lo tanto quedan solamente 183 días hábiles. Si restamos los 52 domingos del año, quedan 131 días; menos 52 sábados quedan tan solo 74 días hábiles. También se debe tomar en cuenta que 4 horas diarias se utiliza para la alimentación y descanso personal; sumando, nos da un total de 60 días, por lo que nos quedan 19 días hábiles, pero como se goza de 15 días de vacaciones solamente nos quedan 4 días hábiles, menos 3 días de permiso por alguna enfermedad que tenemos, nos queda solo un día de trabajo, pero justamente ese día es precisamente el día internacional del trabajador, por lo tanto no se trabaja”.
El escritor, a pesar de su hiperbolizada narración, nos muestra una realidad del hombre: no tenemos éxito en nuestra vida porque estamos convencidos de que no tenemos tiempo para alcanzarlo. Pensemos por un momento, ¿Qué es éxito? ¿Lo hemos alcanzado? En el salmo 30 del 4 al 7, el escritor utiliza la palabra prosperidad para referirse al éxito, sin embargo, ¿Cuántos podrían decir en este tiempo y con toda firmeza que tienen éxito o prosperidad en su vida? Obviamente muchos se han ido al extremo y han creado la teología de la prosperidad, cayendo en un campo de codicia y no de vida ABUNDANTE.
Por otro lado, la verdad es que en la época actual fracasan muchos cristianos, aun los más preparados para tener éxito. Tal vez porque no supieron aprovechar bien el tiempo o simplemente porque no han tomado en cuenta la verdadera fuente generadora del éxito. Para el salmista esa fuente era únicamente Jehová.
Existe en la Biblia el caso de un rey, su objetivo principal consistía en la adquisición de muchos bienes materiales, se afanó y obtuvo fabulosas riquezas, probó de todos los placeres para poder encontrar la prosperidad o el éxito. Si notamos en Eclesiastés 2:3-10, este rey agasajo su carne, engrandeció obras, edificó casas, plantó viñas, tuvo huertos, jardines, plantó árboles de todo fruto, hizo estanques de agua, compró siervos y siervas, tuvo gran cantidad de ganado, se amontonó de plata, oro y tesoros preciados de todos los reyes, se deleitó en la música, aumento su riqueza, tuvo mucha sabiduría, no negó a sus ojos ninguna cosa que deseara, ningún placer de su corazón, gozó de todo su trabajo y muchas cosas más. Imagínense que hasta tuvo un harem de 300 esposas y 700 concubinas.
Sin embargo, a pesar de ser uno de los reyes más ricos y poderosos de todos los tiempos, él se encontró con una triste realidad; él en su vejez miró todas las obras que había hecho y el trabajo que había tomado para hacerlas y concluyó que todo esfuerzo era vano, era aflicción de espíritu y algo sin provecho para esta vida. En otras palabras, todo lo consideró, una pérdida de tiempo, este rey fue el famoso Salomón.
Se podrían preguntar por qué el rey Salomón no encontró el verdadero éxito, a pesar de hacer varios intentos, con los experimentos más increíbles de su tiempo. La verdad es que la felicidad y el éxito están muy lejos del materialismo y también muy lejos de las leyes humanas. De ahí que, una verdad que debemos admitir es que Dios es un factor importante para nuestro éxito.
Otros consideran que el estudio les garantiza el éxito anhelado. Pero no es del todo cierto. Voltaire escribió más de 100 libros en contra del cristianismo, pero no podríamos asegurar que alcanzó el éxito anhelado, porque terminó en la miseria más angustiante y en una soledad absoluta. Conozco a alguien que ya tiene más de 80 años y alcanzó a culminar 5 doctorados y no se siente del todo feliz. Mi mismo caso, tengo 3 licenciaturas, he escrito 4 libros, junto con mi esposa durante algún tiempo fuimos columnistas de la revista El Hogar Cristiano, de la Casa Bautista de Publicaciones, pero yo no les podría asegurar que ese es el éxito en mi vida. Miren Eclesiastés 12:12,13.
En este tiempo pocos creen que Dios es la verdadera fuente para nuestro éxito, porque vivimos en una época de adelantos científicos, de satisfacción y vanidad, y pensar que Dios puede guiar nuestra vida, se considera algo difícil de aceptar. Sin embargo, si hemos estado buscando el éxito en nuestra vida y hasta ahora no hemos podido encontrar, hagamos nuestras estas palabras de éxito: “Tengamos contacto con Dios diariamente, por medio de las lecturas bíblicas y por medio de la oración y contemos con la ayuda y guía continua de él”.
¿Quiere realmente hacer parte de su vida esta clave del éxito? Mire lo que nos dice Isaías 55:1,2: “A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad y comed sin dinero y sin precio”.
El verdadero éxito viene solamente de parte de Dios, no luche en vano, no malgaste su vida. No importa cuán inteligente, alerta o ingenioso sea usted, de hecho necesita de Dios, ¿Comparte esta verdad espiritual? Si es una respuesta positiva, desde ahora podrá vivir una vida activa, interesante y emocionante, con un constante mirar, con gran expectativa, hacia la meta más hermosa y más sublime de todas: la eternidad.
¡Qué a Dios sea toda la gloria!
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