jueves, 11 de junio de 2015

Raíces espirituales

Las adicciones, ya sean drogas, alcohol, música rock, gratificaciones personales, pornografía, perfeccionismo o negativismo, generalmente se manifiestan como el deseo de escapar a diversas circunstancias.


El doctor Archibald Hart, profesional cristiano, escribe: Todas las adicciones tienen una raíz espiritual. El ser humano es rebelde y egoísta por naturaleza: desea reconocimiento y satisfacción. La adicción es un reflejo directo de nuestra atadura interna a este pecado de rebelión. La sanidad no es completa hasta que no se haya cortado con esta atadura.

Las adicciones no solamente tienen causas espirituales, sino consecuencias espirituales. Hay muchas maneras en que las adicciones pueden ser destructivas espiritualmente. Hay formas, por ejemplo, de idolatría espiritual que crean adicción. Consumen energía y llaman la atención. Crean una barrera entre el adicto y Dios, impiden la obediencia a Dios y, finalmente, perpetúan el pecado.

Muchas veces la persona es llevada a la adicción debido al abuso del que fue víctima en la niñez. Por ejemplo: violación, rechazo, una mala imagen de sí mismo, falta de perdón, culpa o aflicción. Si en la herencia familiar existen comportamientos de este tipo, hay que tomarlo en cuenta y lidiar con él. Pídale al Espíritu Santo que le muestre la raíz que causa la adicción, ya sea suya o de la persona por quien usted está orando, y busque la sanidad y la liberación en esa área.

Este puede ser un camino largo y difícil. Las adicciones no siempre se rompen instantáneamente, como en aquel caso de la mujer drogodependiente y alcohólica que mencionáramos. Los adictos, a veces, pueden luchar bastante tiempo antes de sobreponerse a sus compulsiones. El consejo y la ayuda de grupos cristianos colaboran en parte. La victoria se logra en oración, en disposición para aceptar la ayuda de otros y, esencialmente, en experimentar la confianza precisa en la misericordia de Dios. Si deseamos ser libres, podremos romper las ataduras de la adicción por el poder de la sangre de Jesús y andando en su Espíritu.

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