jueves, 3 de abril de 2014

Sabiduría

La sociedad en la que vivimos siempre busca culpar a la mujer. Eso fue lo que sucedió en Génesis, cuando el hombre pecó; lo primero que hizo fue señalar con el dedo a la mujer. Sucede hoy en día con muchos de nuestros problemas sociales donde el hombre, en vez de tomar la responsabilidad que le corresponde diciendo: Yo hice mal; lo que hace es señalar al más frágil. Por esto, hay muchas mujeres que cargan con culpas que no le pertenecen. Es triste vivir en una sociedad que, buscando una solución para un problema inmediato, lo que hace es acusar y responsabilizar a su madre, a su esposa, a sus hijas.
La mujer no puede seguir cargando con las culpas sociales del mundo.
Juan 8:1 nos relata sobre una mujer adúltera que es juzgada por la sociedad, queriendo apedrearla, a pesar de no haber cometido el acto por sí sola. Esta es una estampa de lo que se vive en el día a día, aunque no vivamos en una sociedad donde se apedrea a la gente.
Imagino a aquella mujer frente al Maestro, bajando su cabeza, su rostro quizás llorando, no solo por la vergüenza, sino porque, en más de una ocasión, ella tuvo que haber visto una acusación similar.
¿Cuánto tiempo puede durar el cuerpo de una mujer siendo apedreado vilmente por una sociedad que no se daba cuenta que aquello era un acto de crueldad? Lo que nos relata la biblia no es muy diferente a lo que vemos hoy. Ponemos una responsabilidad sobre la mujer que no le corresponde.
Vemos familias completas sostenidas financieramente por una mujer, porque hay un hombre que abandono el hogar. Hijos educados 100% por una mujer, porque hay hombres que no se ocupan de sus hijos, porque no tienen la oportunidad, ni la sabiduría, porque no han tenido al Señor. Esa es la sociedad donde vivimos, donde hay grandes sentimientos de abandono, de abuso, de rechazo, de frustración natural y espiritual.
Muchas veces, las mujeres entregamos nuestros sueños para ver cumplidos los de nuestros esposos y los de nuestros hijos. Todos conocemos alguna mujer que trabajó hasta el cansancio para sacar adelante a sus hijos. Muchos somos producto de una mujer que se encargó 100% de nosotros.
En toda historia de éxito, siempre hay una mujer, una mamá, una hermana, una esposa, una abuelita, una hija. Todos nuestros éxitos están atados a nuestra relación con una mujer. De la misma manera que, lamentablemente, nuestras más grandes frustraciones están atadas a nuestras relaciones disfuncionales con los hombres.
Dios nos da la sabiduría para alinearnos, para volver al balance, para volver al lugar que nos corresponde con Él. Dios levanta hombres que entienden que tienen un trabajo que hacer con su familia. Se levantarán hombres que entienden que tienen un deber con su esposa, sus madres, sus hermanas y sus hijos.

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